miércoles, 17 de abril de 2013

La niña que hay en mi.

Es preciso ver las formas de desatar tristeza y frustración que tenemos las personas. Como a veces nos volvemos extremistas en el momento en que sentimos que la corriente nos ha llevado a lo profundo y no hay salvavidas, o boya que nos salve. Algunas personas beben, otras lloran, hay quien se afeita la cabeza, están los que dejamos de comer. Y así pues, transcurre nuestra frustración en un daño más allá de lo emocional; físico.

Sin embargo, he notado algo curioso en estas últimas semanas. Tengo que expresar sin remordimiento alguno, que mi hijo menor, me ha salido tremenda joyita, en términos de carácter. Creo, eso dice la gente, que ha heredado el mío. Yo, pues, ehh, no lo quiero dar por sentado. Así qué tenemos a este pequeño ser humano, al que no le importa el tamaño de su hermano, discutiendo como todo un niño grande con su hermano mayor, y cuando este lo saca de sus casillas, su respuesta ante la frustración es una trompetilla.

Recuerdo en su primera cirugía, que Ian había aprendido a hacer trompetillas, cosa que obvio al principio, nos parecía jocoso. Sobre todo porque supimos que se sentía mejor de su cirugía, cuando ya en cuarto regular comenzó a hacerlas. Ahora sin embargo, se han convertido en un mecanismo de autodefensa, aparte de sacarle la lengua y propinarle uno que otro golpe a su hermano. Lo más impresionante del muchachito, es que ya no le aplaudimos las trompetillas, sin embargo el luego de constantemente hacerlas pide perdón y ahí lo deja.

Analizando yo acá, y recapitulando como dejé que la frustración y la tristeza me mataran de hambre, ¿Por qué no uso un mecanismo de autodefensa un poco más infantil? Porqué mirándolo desde cierta perspectiva, es menos doloroso, dañino y extremista. Y no, no quiero decir que los problemas no se les de la importancia adecuada. Que cada cual tiene una carga que sólo en sí mismo conoce el peso. Pero, ¿y si en vez de dejar de comer, le hago una trompetilla a lo que me perturba? Si algo me molesta, ¿por qué simplemente no le saco la lengua? Claramente, porque ante la sociedad estaría tomando de una forma demasiado infantil mi situación, la cual en la mayoría de las veces no es fácil. Sin embargo, tengo que tener bien presente, que mis situaciones me necesitan fuerte, tanto emocional como físicamente.

Así qué he tomado la determinación de ahora en adelante y sin que mi hijo menor se entere, de hacerle trompetillas a lo que me molesta, perturba o entristece. Quizás no sea la decisión más madura, pero luego de ver la cara divertida de mi hijo, cuando se desahoga con las trompetillas, debe ser un gran alivio lo que se siente.

Con su permiso, esto es una prueba, PTFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!

1 comentario:

  1. jajaja...está chevere... ya tuve la experiencia de sus trompetillas y su contestación a mi preguntas era... una trompetilla y una risa. Si lo tomarás como mecanismo de defensa de ahora en adelante, no olvides avisarme para llevar sombrilla a todos nuestros encuentros por si acaso jejeje tqmm :)

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