lunes, 27 de febrero de 2012

Te regalo una promesa...

Escuchaba la radio y se me quedó grabado un pedazo de la canción “Te regalo una promesa”. De momento pensé en todas las cosas no materiales que me gustaría regalarles a mis hijos. Sin embargo, no solamente pensé en mis hijos, pensé en un grupo de mujeres que están en mí día a día de una u otra forma; mis amigas. A mis hijos sé que regalarles, mis amigas por el contrario, tuvieron que contestar una pregunta simple. ¿Si te pudiera regalar algo de mí, que me pedirías? Las contestaciones de cada una de ellas me sorprendió, pero no tanto como se sorprenderán ellas cuando lean esto.

Siguiendo con la línea de la canción, comenzaré con mis hijos. Lo siento, pero no les voy a regalar una promesa. Las promesas son como las dietas, difíciles de llevar a cabo, difíciles de cumplir. Prefiero regalarles un poco de PERSEVERANCIA, la que necesitarán para poder sobrevivir en un mundo tan difícil. Un poco de AMOR PROPIO, para que se valoren y nunca permitan que nada ni nadie los dañe; ni siquiera yo. AMOR POR LOS DEMÁS, porque cada persona merece respeto y ser amada. La CAPACIDAD de TRATAR a las mujeres como PRINCESAS, para que el mundo vea que fueron criados por una REINA. El DON de ADMIRAR las pequeñas cosas, porque hasta lo que pueda “parecer” insignificante puede en algún momento proveerles mucha satisfacción. Y más importante, les regalaré mucha FE en Dios, para que comprendan que Él, es el camino a la felicidad. Los regalos de mis hijos, han sido escogidos con sumo cuidado, para que en el futuro sean apreciados.

Mis amigas por el contrario pidieron lo que ellas entendieron necesitaban. Así que a Martha, le regalaré un poco de mi CAPACIDAD DE ENTREGA, esa que a veces no sé limitar. Ella cree que la necesita, lo que no sabe es que aun en la distancia (vive en México) ha demostrado su capacidad de entrega al valorar en gran magnitud nuestra amistad. A Melanie, le regalaré un poco de mi SINCERIDAD, pero no la que uso para atacar a otros. Le voy a regalar la que uso para demostrar empatía y buenos sentimientos. Ella cree que la necesita, lo que no sabe, es que su sinceridad es la que nos hace tan afines y nos ha permitido superar nuestra amistad a pesar de no vernos con frecuencia. Yahaira me ha pedido un poco de PACIENCIA, la que pierdo cuando no comprendo el porqué de las cosas. Ella cree que la necesita, lo que no sabe, es que criar un guerrero siendo tan joven y sobrepasar tantas situaciones con dos niños más es sinónimo de mucha paciencia. Zulma me ha pedido TENACIDAD, esa que he adquirido a fuerza de golpes, retos y vivencias. Ella cree que la necesita, pero criar tres jóvenes, un sobrino y educar a futuros maestros, solo puede ser hecho por una mujer tenaz. A Keyla le regalaré un poco de HUMILDAD, ésa que me ayuda a mantener los pies en el suelo, aun cuando mis logros me ayudan a brillar. Ella piensa que la necesita, pero la realidad es que el éxito que la acompaña está basado en su humildad y ese don de darse a los demás. Lorraine me pidió un poco de mi FORTALEZA, esa que me mantiene en mis momentos azules y me ayuda a sobrepasar mis situaciones con Ian. Ella cree que la necesita, lo que no sabe es que con cada logro alcanzado y cada reto superado aumenta de gran manera su fortaleza.  A Christy le regalaré un poco de APOYO INCONDICIONAL, ese que estoy dispuesta a ofrecer 24/7 y que espero recibir a cambio. Ella cree que lo necesita, pero en su papel de sicóloga ha demostrado su apoyo y ayuda de forma incondicional. Yesenia me ha pedido un poco de mi CAPACIDAD de ESCUCHAR CONSEJOS, esos que parezco no seguir, pero que los guardo con gratitud en mi corazón. Ella cree que lo necesita, la realidad es que ella tiene una hermosa capacidad de escuchar y de buscar como mostrarme lo mejor que hay en mí. Ney me ha pedido INTELIGENCIA, ésa que coloco en riesgo cuando paso por un proceso de estupidez humana. No sé porqué me la pidió, ella no la necesita, sus decisiones y su forma de llevar la vida son producto de mucha inteligencia.

Pensándolo bien, creo que sí les voy a regalar una promesa a mis hijos y mis amigas. La promesa de avivar los regalos que quiero hacerles a mis hijos y aumentar las buenas cualidades que mis amigas ven en mí. ¿Qué quiero que me regalen? Una promesa no, por favor. A mis hijos, que me regalen el hacerse hombres de bien, a mis amigas que me regalen la fuerza de una verdadera amistad el tiempo que sea posible, si es para SIEMPRE, mejor.

jueves, 16 de febrero de 2012

Despeinada

Esta semana estoy despeinada, despeinada y feliz. Luego de varios quiebres de figuritas de mi pedestal y de hacer que mi mente pasara por un momento de catarsis, decidí con una escobilla, acumular las cenizas del fénix que vive en mí. Y con esto, ponerme los pantalones en mi sitio y decirle a esa bendita ave, que reviviera o reviviera. Lógicamente eso no significa que no vuelva a experimentar esos momentos azules de los últimos meses. Tampoco es saludable ser solamente feliz. Los momentos de desesperanza, pena, dolor y decepción nos ayudan a crecer, aprender y buscar estrategias para resolver las situaciones diarias. Incluso nos ayudan a tener más fe en nosotros, menos en los demás humanos y muchísima más en Dios.

Andar despeinada esta semana ha ayudado a mi fuerza de voluntad a verme más natural, más de lo que verdaderamente soy. A darse cuenta que muy dentro de mí hay algo bueno que con su ayuda puede salir. Siempre he dicho que cuando estoy despeinada soy otra. Esa es la que deben conocer mi fuerza de voluntad y mi ánimo juguetón. Porque andar despeinada me hace más humilde, con menos necesidad de pintarme la cara y con ansias de andar en “flip flops”. Despeinada puedo disfrutar más de las pequeñas cosas, como las gotas de lluvia que caen en mi cabello libremente y que recibo sin preocupación. Disfrutar grandemente del mar y el sol que tuesta cuando voy a la playa. De los juegos de mis hijos con mis rizos. Y aun cuando amo los martes de “blower”, mientras estoy despeinada puedo ver la vida de otra forma.

Eso me hace recordar que la vida, aun con sus vueltas de montaña rusa, es solo eso, vida. Y que si estoy aquí, es para vivirla. Esta semana el día del “blower” cambió para miércoles y estaré varios días peinada. Pero, esos días pasan volando y volveré a estar despeinada, podré nuevamente disfrutar de las pequeñas cosas. Le hablaré a mi fuerza de voluntad y le diré: -“¡Hey! Sigo aquí, despeinada y feliz, te invito a pasar un gran día.” Y juntas veremos el hermoso volar del fénix que vive en mí.

lunes, 13 de febrero de 2012

Mi pedestal

Tengo un pedestal, sí, esa cosa donde normalmente colocamos figuritas. Solo que yo coloco personas. Sinceramente no sé qué tan saludable sea mi costumbre. Mi pedestal tiene varias tablillas. Tengo algunas personas en las más altas, otras suben poquito a poco. Incluso yo estoy en mi pedestal, solo que yo me muevo libremente por las tablillas, dependiendo de mi estado de ánimo. En estos últimos meses, se han resbalado varias personas de mi pedestal. Han caído tan fuerte, que se han hecho añicos. Cuando veo la cantidad de pedazos, me cuesta grandemente buscar el “crazy glue” y comenzar a pegarlos. Lo difícil es que en la caída me llevan enredada y me hago pedazos yo también.

Si es triste decepcionarte de una persona, más triste es sentirte decepcionado de ti mismo. Sobre todo, si en las circunstancias no solo se te quiebra el corazón, sino sentir como te quiebras por completo; pensando en donde tú como persona cometiste el error. Soy de las que normalmente siento culpa de que las cosas no funcionen, o se echen a perder. Aun cuando me consta de que no tengo la más mínima culpa de lo que sucede. Pero, esa es Marta Raquel. No puedo evitarlo, mis virtudes son mis defectos y le tengo demasiado fe a las personas; la que no me tengo yo. Por eso, muchas personas que se han caído de mi pedestal, aun cuando se han hecho “cantos”, he tenido la paciencia de pegar cada pedazo. Sin importar que me corte los dedos en el intento, pero pego hasta el último y con mi corazón lleno de fe, los vuelvo a colocar en el justo lugar de donde se cayeron.

Me consta que las personas que adornan mi pedestal, quizás no me tienen a mí en el de ellos. La vida es así, no puedo obligar a las personas a ser como yo. Cada cual siempre “bailará al son que le toquen”. Tampoco puedo pretender no sufrir decepciones de las personas que aprecio y quiero, porque entonces ¿de qué aprendo? Así que no me queda de otra que hacer una tremenda inversión en “crazy glue”. Y mantener un pomito en cada tablilla de mi pedestal, a mi persona en particular le tendré una buena cantidad de pomos.

Ya es tiempo de que me suba a lo alto de mi propio pedestal y entienda que no puedo escaparme de las decepciones. Pero tengo que subirme lo suficientemente alto para no ser parte de los accidentes que ocurren en él. Si alguien ha de caer que caiga, desde mi lugar lo observaré y si le tengo fe, lo volveré a pegar. Si la decepción sobrepasa mi confianza, lo observaré caer con una admirable indiferencia. Después de todo, no todo lo que se rompe se puede pegar, porque si lo intentas, luego del proceso del secado, casi nunca nada queda igual.

viernes, 10 de febrero de 2012

Piedras

En estos días me paseaba por el blog de Kym, una escritora de nacionalidad española, que al igual que yo; es maestra de educación especial. En su última entrada, ella explicaba su proceso de adaptación al volver a trabajar y dejar a su hijo en la guardería. Entre sus palabras encontré esta expresión:”Las piedras al borde del mar, reciben ola tras ola con una indiferencia admirable. Estoy dejándome llevar por la vida, sin pensar nada, sin imaginarme nada, sin hacer demasiadas cábalas sobre lo que vendrá, lo que tenga que ser, será.”

Y de momento la vida, la esperanza, los sentidos y el corazón, me dieron una bofetada de madre; no me dolió, reaccioné. Pensé en la energía que me gasto luchando conmigo, con mi fuerza de voluntad, con el mundo entero. Y leyendo el escrito de Kym, pensé: “¿Por qué no me convierto en piedra y ya?” No me malinterpreten, no es que quiera volverme dura e insensible, no es que quiera dejar de sentir y creer. Simplemente ya es hora de recibir los golpes como las piedras, con una admirable indiferencia y aceptar que lo que haya de ser, será. Que si es positivo, lo acepto y si es negativo, me aguanto y aprendo.

Y aquí estoy, pidiéndome perdón, por pedirme tanto a nivel emocional, por no darle tregua a mis pensamientos, por exponer mi corazón y sentimientos a situaciones y personas que en ocasiones resultan contraproducentes. Pidiéndome perdón por tener más fe en las personas que en Dios y en mí. Por matar de hambre a mi fuerza de voluntad y no buscar alternativas positivas, para que ésta, se inyecte de vida y deseos de estar conmigo todos los días. Y aun cuando el proceso de perdonarme no es tan fácil como parece, lo estoy intentando. Porque si me perdono, quizás las vueltas de la vida sean diferentes y positivas. Quizás…no sé, por el momento soy una piedra, “lo que tenga que ser, será.”

miércoles, 8 de febrero de 2012

Permiso para frustrarme

Si quieren díganme ambivalente, pero esto es lo que pasa cuando tu ánimo es juguetón y tu voluntad va y viene. No soy hipócrita, para ser clara, a veces sufro de ataques de sinceridad. Y en este instante, estoy en ese proceso. Lamento informarlo, pero mi hijo mayor me está volviendo loca. No puedo entender como una personita de 9 años tiene la capacidad de hacerme cruzar la línea fina entre la cordura y la insanidad. Lo impresionante es que no solo tiene la capacidad de hacer eso, sino que tiene la capacidad de demostrar lo buen ser humano que es.

A veces, solo a veces, no lo voy a negar, comprendo lo difícil que debe ser tener que lidiar a su edad con ciertas situaciones, con un cerebro (sea genético o no) que sus terminaciones eléctricas decidieron jugar y no conectarse correctamente. Debo comprenderlo porque estoy bien segura que si me hubieran hecho una evaluación yo tendría su mismo diagnóstico. Solo que yo le llamo ser “multitasking”. Una de las cosas que hizo que asumiera esa posición fue justo el día que me dieron su diagnóstico. Mientras el sicólogo me hablaba, yo no paraba de moverme de lado a lado en una silla. No eran nervios, yo sabía hacia 2 años, lo que él me iba a confirmar ese día.

Así que en ocasiones, puedo entender que Jan y yo tenemos una lucha de poder, somos muy iguales incluyendo el físico. Por lo que tenemos nuestros momentos de “dos jueyes machos no caben en una misma cueva”. He tratado una y mil estrategias para trabajar la conducta y el aprovechamiento académico de él y me he gastado mis buenos dólares en el intento. Lamentablemente todavía no veo fruto. Todas estas cosas junto con otras juegan con mi estado de ánimo, el que de por sí es muy juguetón.

Por eso hoy, pido permiso para frustrarme. ¿Y por qué pido permiso? Porque quiero tirar la toalla, quiero llorar, quiero huir, sin ser catalogada como una mala madre. Quiero sentir que libero un peso ya sea a puro grito o a puro descanso. Lograr sentirme liberada, pero con un solo fin. Comenzar de nuevo y recapitular mis decisiones relacionadas a Jan. Empezar desde cero a aprender a dividir lo que es un momento de niñez y uno de responsabilidad. Aprender a aceptar que debo explicar las cosas que son pertinentes, las veces que sea necesario. Entender que si a veces se me hace difícil y cuesta arriba trabajar con todas sus necesidades, no debe ser fácil para él, tener que lidiar con una madre como yo. Pido permiso para frustrarme, porque antes de ser madre, soy un ser humano.

lunes, 6 de febrero de 2012

Frases

El viernes las musas jugaron a engañarme y mi estado de ánimo juraba que yo era un parque de diversiones. Justo ese día tenía una mezcla de frases en la mente, algo así como el diablito y el angelito que se posan en los hombros. Mi mente me decía que “fluyera”, mientras lo pensaba, recordé las palabras de uno de mis sabios (prefiere el anonimato) “El termino fluir sirve para que la vida no le caiga encima a uno”. Así que decidí  “fluir”, pero mientras trataba de entrar en el trance de la fluidez, recordé la frase de Yesenia cuando está en baja: “Me estoy ahogando en mi miseria”. Y cuando me di  cuenta la miseria habia ahogado mis deseos de “fluir”. A veces me pregunto qué daño le hice a mi fuerza de voluntad para que me juegue estas trastadas. A veces me hace sentir tan abandonada que siento un cementerio de voluntad. Quizás le pido mucho, para el poco buen trato que le doy. No debe ser fácil cargar con este cuerpo, con un corazón lleno de cicatrices y un cerebro que no para de pensar y pensar. Y aun con tanto análisis se corre el riesgo de cometer tantos errores.

He notado que los días que me levanto de buenas y las musas me hacen compañía, ella se siente bien, y decide entonces quedarse conmigo y lógicamente pasamos un excelente día juntas. Sin embargo, esos días en que me levanto del asco, las musas se van de paseo y mi creatividad hace un “hold”; la muy cobarde arranca, dejándome de inquilino a un ánimo juguetón que no hace más que subir y bajar como si creyera que soy un jodido parque de diversiones y me encanta sentirme montaña rusa. Mientras estoy en este análisis me llega a la mente una frase de Martha: “¡Échale ganas!”, acompañada de una de Melanie: “El mundo no se acaba”. Y mientras me levanto con todo el ímpetu posible, dispuesta a comerme el mundo y agarrando por la cola a mi fuerza de voluntad; me da con darle la oportunidad al cerebro de pensar en todo lo que me afecta. Y es ahí donde me veo en la segunda vuelta de la montaña rusa, arrastrándome como una culebra. Y decide la migraña hacerme compañía, como si fuera mejor que la soledad de no tener mi fuerza de voluntad.

Sin embargo, lucho con mi interior y decido volver a darme la oportunidad de pensar de forma positiva y tratar de convertirme en una “happy flower” como diría Débora; que aunque según ella, puede “a veces ser algo insensato, pero se vive mejor”. Y así ahogo todas las frases negativas que ahuyentan mi fuerza de voluntad. A ver si exhibiendo la sonrisa que tanto mis amigas españolas me alaban, logro que ese cementerio de voluntad reviva. Porque estoy muy segura de que yo no soy un olmo. Soy capaz de florecer y dar fruto. Como diría mi amigo Carlos: “Me vale ver…” lo que intenta matar mi raíz. Yo merezco ser feliz, y que quede claro, solo porque sí.

viernes, 3 de febrero de 2012

Enseñando y aprendiendo a aceptar retos...

Antes de ser madre, fui maestra. Antes de ser madre de niños con necesidades especiales, fui maestra de niños con necesidades especiales. No, no soy repetitiva, es que no es lo mismo. Cuando decides traer un niño al mundo, en mi caso dos, no piensas en ningún momento, entiéndase cuando lo planificas y durante el embarazo; que tu hijo pueda tener una condición de salud o necesidad especial. Incluso, ni tan siquiera te pasa por la mente, cuando te preguntan, “¿Qué te gustaría tener? Sin pensarlo dos veces contestamos “lo que sea, después que venga sano” ¿Y si no viene sano, qué? ¿Acaso se va a acabar el mundo si no viene sano? Pues sí, para muchas personas se acaba.

Jamás pensé que iba a tener un hijo con un desorden de hiperactividad con déficit de atención y discalculia. Pero, lo tengo, ¿y qué pasó? Eso no me da ningún derecho a marginarlo ni quererlo menos. Tengo que aceptarlo, no solo porque es mi hijo, sino porque tengo un deber ministerial como educadora. ¿Cómo les demuestro empatía a los padres de mis estudiantes y les presento estrategias, sino acepto la condición de mi hijo? Aceptar y trabajar la condición de mi hijo, no me hace una súper madre, me hace una mejor persona. Buscar las alternativas y estrategias adecuadas para la educación de mi hijo, no me hace una tremenda madre, me hace una madre comprometida. Ahora bien, el proceso de aceptación de la condición de corazón de mi hijo menor fue más difícil. Cuando supe esa noticia, mi mundo se oscureció y pensé lo peor. Sin embargo, una vez organizados mis pensamientos y dándome cuenta que mi hijo era un niño como cualquier otro; todo cambió, y particularmente, para bien.

Mis hijos pueden tener necesidades especiales, pero eso no significa que yo los trate como personas que no puedan ser pensantes, valiosos y futuros profesionales de bien. Tampoco significa que los voy a utilizar de escudo para dar pena. La pena, no va a crear en ellos la conciencia de convertirse en hombres. Las condiciones de mis hijos no me dan el derecho de querer brillar o subir como la espuma recostándome de ellos; porque sus necesidades no son un negocio. Muchísimo menos me da el derecho de competir con otros padres, porque sus necesidades no son una lucha de poder para determinar quién está peor que quién. Las condiciones de mis hijos son “peñones” que se han atravesado tanto en sus caminos, como en el mío. “Peñones” que tengo que ayudar y enseñar a remover con amor, fortaleza, voluntad y deseo, pero más que nada humildad. Porque las condiciones de mis hijos no serán la llave que abra puertas; pero superar sus condiciones será lo que les ayude a derrumbar barreras y demostrar su hombría. Y no quiero decir que serán los más machos, sino que demostraran su hombría siendo grandes en fe, esfuerzo, voluntad y más que nada en humildad.