martes, 26 de febrero de 2019

Enganché los tacones


Son las 7 am y estoy tirada en la cama, pensando en la inmortalidad del cangrejo. Se supone que ya esté en la guagua con todos los “motetes” montados incluyendo los muchachos, pero no, he decidido, o entendido que tengo tiempo para tirarme, sí tirá, en la cama y cavilar. De momento hago un recorrido y recuerdo que desde anoche dije que me iba a poner una T-shirt negra, para poderme poner las zapatillas “peach” o rosa, con cordones de florecitas, “el negro pega con todo”. También recuerdo que siempre estoy vestida de la misma forma. Un “jean” azul, siempre azul, una T-shirt casi siempre con un mensaje que me identifica y unas zapatillas o tennis. Pienso en que “normalmente” esa no es la forma “correcta” de ir a trabajar, pero si la más cómoda. Y como estoy cavilando, recuerdo que hace tiempo atrás, unos 7 años, usaba tacones para ir a trabajar. Y vale pues también me ponía uno que otro trajecito, una faldita, una camisa de lo más bonita y el cabello, lacio, estiraíto y rojo. ¿Qué me pasó? 

Entonces me pongo a pensar que tengo cierta fijación sensual con los tacones tipo stilettos, pero con la misma recuerdo que también tengo una fijación amorosa con mis tobillos, así que entre uno y el otro, obvio, que prefiero mis tobillos sanos. Así que en preferencia si de tacones se trata, por favor que sean anchos o de plataformas, para la “señora”. Coño, la “señora”, es increíble como en 5 minutos he recorrido parte de mi vida, recordando, como un buen día, guardé los pantalones de trabajar, los trajes y las blusas bonitas y las cambié por un estilo más “juvenil”. No, tampoco es que no quiera reconocer mi casi 43 años, si entre los golpes de la vida y el doctorado, se me notan, bien cabrón.  Puedo entender que es más un tipo de resistencia. Una forma de mostrar que para ser buena maestra, no tengo que vestirme como si fuera a hacer pasarela. Aunque nunca hace mal, ponerse una camisa bonita con un par de plataformas por aquello de subirse la moral. Tengo un minuto más para recordar, que un 2012, la vida me obligó a bajarme de los tacones de 3 pulgadas que utilizaba y vivir dos semanas con un par de tennis. Desde entonces, la vida tampoco ha sido la misma. 

Todavía están por ahí, esos par de tacones marrones que tanto me anunciaban por los pasillos del trabajo, al lado de unos plateados para ocasiones bien especiales, varias plataformas y unos tacones extra anchos. La vida se me sigue poniendo “dificilita” a veces, los años y el peso también contribuyen. Ya a las 7:10 am, estoy tarde, no tengo tiempo para cambiar de opinión y ponerme algo más acorde a mi profesión. Ya la camisa con el mensaje de que “Ser adulto es muy complicado es momento de ser un unicornio” está puesta en combinación con mis zapatillas “peach” o rosa, vaya usted a saber, y mi “jean”. Ya no tengo tiempo para ciertas cosas, ya me tengo que ir, hoy otra vez, he decidido colgar los tacones.