martes, 31 de diciembre de 2019

Un rompecabezas

“Ten paciencia, todo está acomodándose.” - Autor desconocido

     Si hay un artículo que tiene un nombre totalmente correcto, es el rompecabezas. Tengo que aceptar que es un modo de entretenimiento muy bueno, y que te ayuda a trabajar con los diferentes sentidos. Y si eres de estas personas que puede pasar horas largas mirando formas , colores y espacios, definitivamente es una buena opción. Ahora bien, si yo tuviera la oportunidad de cambiarle el nombre a los rompecabezas, el nombre que más se le acercaría es “Módulo de adquisición de paciencia a corto plazo”. Les voy a explicar, no es que yo sea amante a los rompecabezas, pero como dije anteriormente es un excelente método para trabajar el motor fino, así como poner a trabajar la cabeza tratando de descifrar el lugar correcto de una pieza. Así que en mi casa, mis hijos han tenido varios rompecabezas. Ahora bien, en esta navidad ha llegado a mi casa, como regalo de navidad de parte de una amiga, un rompecabezas maravilloso, simplemente por el hecho de que es relacionado al principito. 

     Como muchos saben, soy fanática de este personaje, hasta el hecho de que en alguna forma he logrado relacionar mi vida con mi hijo menor con la historia. Ian ha sabido ser principito, rosa, cordero, planeta, estrella y en ocasiones ha sido para mi desesperación baobab. Así que volviendo al rompecabezas, que en realidad fue un regalo para Ian, él en compañía de una de sus primas, comenzaron la gran tarea de montar. Fue en cierta parte un poco jocoso, escuchar en la cocina las peleas de estos dos seres de tan diferente edad, el 10 y ella 21 mientras decían: “no, eso no va ahí”, “no, así no”, “no hagas eso”, “te dije que esa no era la pieza”. Llegó el momento de salir y ellos volvieron a colocar el poco trabajo hecho en la caja. Yo me quedé pensando como un simple rompecabezas de 200 piezas de tan hermosa imagen podía romper con la paciencia de dos seres tan jóvenes. Hasta que me tocó. 

     De primera instancia ya le había dicho a mi esposo, que cuando se montara el rompecabezas, no se iba a desmontar. Yo quiero laminarlo y que Ian lo coloque en su cuarto. No tengo mucho espacio en mi casa, para tener un rompecabezas a medio montar, así que yo asumía que esto iba a ser trabajo fácil. Al otro día, Ian me pidió que comenzáramos de nuevo la tarea. En un rato con su “supervisión” había logrado montar el marco, el principito, la flor y el planeta. Entonces, surgió algo realmente impresionante. No nos fijamos, que la parte de arriba del rompecabezas era toda del mismo color. ¿Saben que pasó? Por un momento sentí, como toda la magia del momento se me deshacía entre las manos y me creaba dolor en la espalda y las piernas, cansada de ver que no iba a tener una solución rápida al trabajo por hacer, me levanté y no quise mirar más el rompecabezas. Un rato después, Ian me volvió a pedir que retomáramos, hastiada le respondí que no tenía ganas, que después. 

     Y mientras pasan los días y sigo viendo sobre el piso de la sala la obra a medio terminar, pienso que la vida es eso, un rompecabezas, “un módulo de adquisición de paciencia a corto plazo”. La vida no viene con una imagen previa de cómo debe quedar, o como se debe seguir, pero está llena de piezas que vamos encajando para lograr darle forma. En el proceso, al igual que mi hijo y mi sobrina, escucharemos esas peleas en nuestra cabeza, “no, eso no va ahí”, “no, así no”, “no hagas eso”, “te dije que esa no era la pieza”. De igual forma, algunas las obligaremos a encajar y después dolerá arreglar los raspones que produjo tratar de que algo encajara donde no iba. Pero en el proceso, seguimos dando forma, trabajando con nuestros sentidos, aprendiendo nuevas estrategias de supervivencia, aprendiendo a manejar la virtud de la paciencia. 

     No sé cuánto tiempo más, estará en el piso el rompecabezas, hoy mi esposo intentó y desvariado dijo que el rompecabezas no era como la lámina. Creo que el “módulo” también comenzará a trabajar sobre él. Ian también se volvió a sentar a mirarlo, se levantó y se fue a su cuarto. Yo sigo aquí, viendo cómo he logrado no sucumbir a la tentación de guardar el trabajo ya hecho. Este año que comienza sé que promete mucho, tengo un adolescente a punto de convertirse en adulto, y que su rompecabezas está muy desordenado aún. Y un preadolescente que ama jugar con todas las piezas que suponen su vida, aun cuando me vuelva loca. Y está mi vida, esa que llena de piezas que quise encajar a la mala, he destinado a sacarlas aparte, porque es bien claro, que no pertenecen a mi rompecabezas. La paciencia, ha entrado a mi vida, más que una virtud, como un maravilloso estilo de vida. Mientras, seguiremos intentado, terminar el rompecabezas del principito.