En estos días comentaba con mi esposo, la diversidad de caracteres que tienen nuestros hijos. Aun cuando las personas tienden a decir lo mucho que se parecen físicamente, la realidad es que lo único que tienen igual es la nariz; mi nariz. Por lo demás son bastante diferentes. Dicen que los hijos son el reflejo de los padres y que debemos ser muy cuidadosos en cómo nos sentimos, expresamos o actuamos; porque ellos son esponjas. Sin embargo mis hijos botaron la bola. Cada día que pasa veo más sus diferencias entre ellos y sus similitudes conmigo.
Como sabrán los que leen mi blog, mi hijo mayor, tiene ADHD (Attention deficit, hyperactive disorder), para quien no conozca sobre esto, es una condición que afecta el nivel de atención y mantiene al niño en un constante movimiento motor. Como dirían nuestras abuelitas, Jan es un muchachito “desinquieto”. Sin embargo, por lo general es “tímido”, cuando llegamos a diferentes lugares hay que estarle pidiendo que salude. Cuando lo hace su tono de voz es casi inaudible o con el tonito llamado “baby talk”, se supone que esto es parte de su condición, pero ¿saben qué? Su madre era igual cuando pequeña y aun a sus 35 años arrastra sus “cositas”. Una de las metas que me he propuesto dentro de la formación de carácter de mi hijo mayor, es lograr desarrollar algo que quizás yo todavía no he terminado de desarrollar. Quiero que mi hijo desarrolle una fuerza de voluntad que no vacacione como la mía. Porque quiero que aprenda a enfrentarse a la vida. Solo que a veces parece que cuando mi fuerza huye, se lleva la de él para no sentirse sola, dejándonos a ambos en una total frustración, pero a mí, con una lucha interna de cómo continuar formando ese carácter. Pero, eso no es excusa, mi hijo tiene que entender que él puede ser un ser humano excepcional.
Mi hijo menor por su parte, no es tímido, saluda a quien encuentra, te dice su nombre y tira besos. También mantiene una conversación y te hace un cuento sobre su atatita (abuelita) que desde esa lengua de trapo, no logramos descifrar. El nació con una fuerza de voluntad de acero y carga un carácter que su madre envidia y aun cuando en su pecho carga un corazón roto, me hace pensar que solo carga el reflejo del mío. Porque aun con lo que dicen los médicos mi hijo tiene un corazón de hierro.
Cada día que pasa me demuestra que mi trabajo es moldear tanto su carácter como el de su hermano, no se cual de los dos me dé más trabajo. En realidad, para ser sincera, no sé quien esta moldeando el carácter de quien. En ocasiones siento que los dos me ponen a prueba, con toda la intención. Llevándome al límite, para después mirarme con esas caritas de: “¿Acaso no ves que somos tu reflejo?”. Quizás estemos hechos para moldearnos mutuamente, porque mientras yo desarrolle hombres de bien, con fuerzas de voluntad de acero, ellos moldearán una madre fuerte, capaz de enfrentar su mismo mundo.