miércoles, 18 de mayo de 2022

¿Esos son los 46, o la entrada al Nirvana?


“Vivo como soñé a los 17, eh, eh

El que no logró na' es porque no le mete

Dime qué esperas tú, (Uh)

Si alguien puede eres tú (Uh)

Aunque pa' casa no ha llega'o la luz

Gracias a Dios porque tengo salud, eh, eh

La vida no tiene repetición

Después que mami me eche la bendición, yeh

No te preocupes, estamos bien (Hey)”- Bad Bunny


          A veces, sentada en cualquier spot, pensando en la inmortalidad del cangrejo, siento que no he hecho nada. Por el simple y mero hecho, de que no he viajado lo suficiente, no gano lo suficiente y a veces no vivo lo suficiente. La cavilación vino de sopetón, viendo la ropa de los que participaron en la metgala del 2022, específicamente mirando el atuendo de Benito Martínez, comúnmente conocido como “Bad Bunny”. Y sí, hubiese sido de las de criticar “la ridiculez” pero es que realmente, eso me pareció muy “Benito”. Es más, les puedo decir que viniendo de él, esperaba una extravaganza, pero, anyway, (descubrí que esta es mi nueva muletilla, tan mal usada como verdad) después de eso, empecé a ver los memes, que “ridiculizan” a Bad Bunny. Y mientras pensaba en la capacidad monetaria de quien saca tiempo para hacer memes, imaginé a este muchacho con su uniforme de supermercado, pasando la compra por el “check out” y me vi. Si, me vi, porque yo también trabajé en un supermercado, y nunca imaginé, que terminaría donde estoy. No, no me estoy comparando con Benito, a menos que hablemos de dinero claro está, lo que él tiene en el banco, seguramente es lo que necesito para pagar mis deudas. Hablo más bien de la capacidad de subestimarnos dejándonos llevar de donde salimos y a donde se supone que vayamos. Dudando de uno mismo basándonos en cuanto más hago que aquel y aún no logro arrancar. 


          Entonces, vuelvo a “Bad Bunny” porque lo primero que me pasó por la mente cuando lo vi con su atuendo fue, “Joder, llegó a la metgala cantando esa música tan educativa… (inserte un poquito de ironía aquí) y yo jodiéndome la salud con un doctorado. Él ya se puede jubilar, y yo tengo que esperar a los 63.” Pienso que yo lo más que he modelado son los trajecitos (que a veces alguien repite en el público) en las graduaciones. Y las modeladas que he dado en jeans, zapatillas y “hoodies” extra grandes en los pasillos de alguno que otro hospital en la isla. Es ahí, donde me permito, porque es pura auto tortura, cavilar e indagar, ¿que carajos yo he hecho con mi vida? Y me lo permito desde la premisa de que “no tengo” el trabajo “perfecto”, “no tengo” la paga “perfecta”, “no tengo” hijos “perfectos”, “no tengo” la vida “perfecta”. ¿Pero cuál es la base buscando ese Nirvana? Ningún trabajo es perfecto, por más que en su momento nos encante. Ninguna paga es perfecta cuando nos enfrentamos a tantos retos económicos a nivel mundial. Ningún hijo es perfecto si voy a dejarme llevar de ese que es mega talentoso pero no conoce de humildad y cortesía. Ninguna vida es perfecta aunque yo quiera pensar que cualquier persona está mejor que yo, porque tiene algo que yo quiero. 


          A varios días para los 46 y tan cercana a los 50, puedo decir que aceptar lo que no he logrado, hace más difícil lo que si he hecho. Si me dejo llevar por ese dicho de que se ha vivido si has sembrado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro, estoy bastante cerca del Nirvana que todo ser humano busca. Si el resumen de vivir se basa en eso, tengo dos arbolitos de aguacate sembrados, dos seres humanos que no son como quisiera, pero que los quiero como son y he escrito 3 libros y la mitad de una disertación doctoral. Lo único malo de toda esta reflexión, es sentir que la iluminación de la madurez esté llegando tan tarde. Es durante estos meses, donde más me han machacado las palabras de mi presidenta de comité doctoral, el proceso de disertación no se basa en velocidad, esto es una resistencia. Así también es la vida, toca recibir los 46 sin prisa, pero sin pausa, viviendo no sobreviviendo, resistiendo y aceptando que a “Bad Bunny” le funcionó cantar, gústele a quien le guste. Y a mi me funcionó educar, y como tal, nunca, pero nunca, se deja de aprender. Quizás sean mi nietos quienes coman de los aguacates, y mis libros se han leídos en el otro lado del charco algún día. Lo que importa quizás no es caminar sobre un camino ya hecho, sino haciendo camino, al andar.