lunes, 18 de febrero de 2013

Ser útil

Hace unos meses escribí sobre la inutilidad de estar a la moda, sobretodo por lo difícil que se me había hecho manejar mis tacones y mis uñas acrílicas. Debo decir, que hoy tengo que agradecerle al acrílico que la cena no tuviera carne adicional al pollo que cocine. Si, la uña postiza evito una dolorosa desgracia.

Ahora bien, ¿Qué es ser útil? Para mi hijo menor, útil es su tren Thomas y todos sus amigos, porque hacen entregas a tiempo, siguen instrucciones y todo el mundo es feliz.  Para mi hijo mayor, ehhh, como les digo, tenemos esta lucha de poder pre adolescencia de que ser útil, pues no es divertido. Así que se pueden imaginar como la llevamos en términos de porqué es útil estudiar, seguir instrucciones, etc.

Se preguntarán, ¿A qué viene todo esto de ser útil? Fácil, si te lo explico de forma clara, es casi seguro que quieras unirte al club de los útiles, por el bien común. Según la real academia española es un adjetivo del latín utîlis, que significa traer o producir provecho, comodidad, fruto o interés. Para mi, desde la perspectiva de como veo la vida, la mía (no lo olviden), ser útil es como razonar, no lo gritas para convencer, simplemente te dedicas a trabajar en ese provecho que quieres crear, en ese fruto e interés.

¿Por qué sé que soy útil? Porque al igual que los trenes de mi hijo, hago entregas, y con esto me refiero a la entrega de conocimiento para educar a un grupo de adolescentes, a los que no solamente les aclaro sus dudas educativas, sino también sus dudas con la vida, que a esa edad son muchas. Soy útil para con la salud de mis hijos porque sigo instrucciones de un medico por el bien de ellos. Soy útil cuando educo de corazón sobre cualquier condición de salud que afecte directamente o indirectamente a mi familia. Si en febrero solo me dedicara a hablar de la condición de mi hijo y me olvido en abril del autismo que me ayudó a crecer como profesional, o en octubre del cáncer del seno; entonces mi utilidad es nula.

Ser útil conlleva mucho mas que tratar de convencer a la gente de lo que eres capaz de hacer. Ser útil es demostrar con hechos que eres parte de un cambio positivo, que tu actitud es capaz de mover no masas, sino la cantidad de personas suficientes para que un asunto tome importancia, provecho e interés. Haciéndole un cambio a esas palabras del prócer Luis A. Ferré, debo decir que "La utilidad no grita, la utilidad convence."

lunes, 11 de febrero de 2013

Sin título

Vivo sumida en un mundo de metáforas, porque una vez entendí que así era mejor vivir. No dejo de ser real mientras estoy navegando en ese mundo sensorial. Sin embargo pude entender que era la mejor forma de adornar mi escritura para desahogar mis frustraciones, vacíos, tristezas y porque no, en ocasiones mis alegrías y esperanzas. En un año le he regalado al mundo o a quien tiene el valor de leerme, mis letras, mis pensamientos y mis sentimientos. Quizás me he extralimitado un poco o quien sabe si demasiado en contar mis historias. Si lo hago es para liberar el peso de muchas situaciones juntas que bien pudieron quedarse guardadas en lo profundo de mi gavetero mental custodiadas por un antidepresivo que amenazaba a su vez mi vida sexual.

Mi vida no es un stand up comedy, pero las metáforas me ayudan a darle un tono jocoso a la situación y a tratar de ver la vida desde la perspectiva positiva, porque con lo que vivo ya hay demasiado negativismo como para cuando lo exprese en la escritura no busque la manera de sacarle una sonrisa al lector. Aunque en ocasiones se me salgan las lágrimas mientras me expreso. Navegar en las metáforas me ha dado a su vez la libertad de soñar, algunas veces boberías, otras veces cosas más importantes. Imaginar un sinnúmero de situaciones que pueden salvar mi situación o alguna otra.

Lamentablemente me tomo muy personal lo habitual, la costumbre, lo común. Dejando que esto afecte mi diario vivir, mi estado anímico y el funcionamiento normal de mis musas. Como si no tuviera la suficiente inteligencia para saber que todo puede tener un cambio o en todo caso, seguir como esta y aprender a vivir con ello. Ya me cansé de engañarme con resoluciones vanas y baratas que no logran convencerme. El hecho de vivir, sigue conmigo o sin mi.

Tengo que confesar, que me apasiona la Martaraquel despeinada que vive entre metáforas y musas de esperanzas, que la prefiero a la sarcástica y malhumorada. Que las piedras, huecos y demás situaciones no son razón para detenerme. En un desquite con la realidad, le voy a coger el paso a la vida, que si para algo me la dieron; fue para vivirla.

viernes, 1 de febrero de 2013

¿Y cómo está ese campeón?

Si alguien se siente identificado con los anuncios del hospital St. Judes, es Ian; aunque el no tiene cáncer, sino un corazón roto. Cuando estamos viendo un canal local y pasan uno de esos anuncios, Ian clava los ojos en el televisor, mi casa se llena de un silencio pesado y a veces doloroso. Al menos no pregunta porque los niños no tienen cabello, pero si hace todo tipo de comentarios relacionados al hospital. A veces dice que no quiere volver, imagino que aún a su corta edad, el anuncio le trae demasiados recuerdos dolorosos. Por el contrario a veces dice que quiere volver, pero la razón es obvia. Durante su estadía, Ian fue llenado de amor y juguetes.

No creo en eso de cambiarle el televisor cada vez que vea el anuncio. Taparle los ojos en casa, hará que los tenga más abiertos en la calle y busque los significados inadecuados. También es justo que vea que hay más niños como el dando la guerra. Es una forma de aprender empatía, porque él ya ha estado en una situación similar.

Sin embargo, hay un anuncio que ha sido de mayor impacto en el. El del médico que práctica como decirle a su paciente "¿Y cómo esta ese campeón?" Ian se pierde en el. Se vuelve a crear ese ambiente pesado donde en ningún momento deja de observar cada detalle del mismo. Al final nos mira y nos dice: "A mi nunca me dijeron eso las nenas."( refiriéndose a las enfermeras) Cuando mi esposo intentó decírselo, negó con la cabeza y dijo "no, tú no." Cuando volvieron a pasar el anuncio, el televisor estaba mudo y le pidió a su papá escucharlo, volvió a hacer la misma declaración, esta vez fue su hermano quien lo intentó; tampoco funcionó.

He tenido que llamar al cardiólogo; explicarle. Me ha dicho que la próxima vez que lo vea le hará la gran pregunta. El jueves 21 de febrero tenemos cita, estoy esperando el momento con ansias. Sé que tendré que enviar un texto de recordatorio, pero ese día no le quitaré la vista a mi hijo, por nada del mundo me quiero perder la gran sonrisa que logrará la pregunta "¿Y cómo está ese campeón?