sábado, 31 de diciembre de 2011

Las lágrimas y el punto de las 12

Desde ayer 30 de diciembre de 2011 vengo arrastrando una disyuntiva, no sé si quiero salir a celebrar la llegada de un nuevo año. Y es que este año para mí ha tenido su sosera. Si, si he tenido momentos buenos, si, si tengo que agradecer eso. Pero seamos sinceros todos esperamos con ansias el punto de las 12 am del 31 de diciembre para hacer resoluciones nuevas y esperar que todo lo negativo del año anterior se vaya. Y en el justo momento en que llegan las 12am y comenzamos ese proceso de abrazar y besar a todos los que están a nuestro alrededor es que soltamos esas lagrimitas. Esas que no sabemos distinguir si las soltamos porque al fin el año se fue, o si es que así de una vez limpiamos nuestro sistema y pensamos que sacamos lo que nos falta. Como si al sacarlas de nuestro cuerpo pasáramos un proceso de purificación y nos reinventáramos.
Yo soy de las personas que pienso en las personas que hubiera querido tener en mi vida y que no llegaron o se fueron. Y me suelto mi lagrimita de tristeza por esa gente. Lloro porque quisiera que mejores cosas pasaran en mi vida, en la de mis hijos, en la de mi familia. Y me da miedo que el año nuevo que entra sea igual que el que me deja. Aunque les voy a ser sincera, nunca había querido que un año se fuera tanto como este. No sirvo para hacer resoluciones, no las cumplo. Este año me dedicaré a pedir, no se asusten, no es nada material.
Este año quiero un cerebro nuevo y no, no es para mi hijo mayor. Aun cuando su condición nos trae de cabeza, incluyéndolo, debo aprender a trabajar con ella y enseñarle a él lo mismo. Quiero un cerebro nuevo, porque el que tengo ya tiene varias neuronas en mal funcionamiento y ya no tiene espacio para tanto pensamiento. Quiero uno que me permita analizar mejor mis decisiones y que el área de creatividad nunca me falle.
Quiero un corazón nuevo y no, no es para mi hijo menor. El corazón de mi hijo me enseña a que se puede ser feliz, tener energía y un gran carácter.  Quiero un corazón nuevo porque el mío está cansado de tanto dolor, de tanta tristeza, de tanta angustia. Ya no aguanta una cicatriz más. Quiero un corazón que aprenda a sentir en cada latido la felicidad del amor que me brinda la gente que me quiere de verdad.
Quiero una fuerza de voluntad nueva, la mía gusta de salir a vacacionar y me abandona cuando más la necesito. Quiero una hogareña que no tema mis altas y bajas y que se quede conmigo cuando más la necesito. Quiero una pizca más de paciencia, la que pierdo cuando no logro comprender el porqué de las cosas. No mucha, tampoco quiero perderle la importancia a lo que realmente lo merece. Quiero más orgullo, el que no tengo cuando me desvivo por querer agradar a una persona solo por hecho de que sepa que existo. Sé que existo y con eso se supone que es suficiente. Quiero más fe y mas esperanza, para saber apreciar cada cosita pequeña que sucede en mi vida que a veces puedo catalogar como insignificante pero que si le doy la importancia adecuada serán de bendición en mi vida. Quiero ser mas agradecida, con las personas que sacan de su tiempo y me dejan saber de su existencia y que aun algunos sin conocerme me demuestran un cariño infinito y me demuestran que con mis altas y bajas soy importante para ellos.
 Y por ultimo quiero energía, para lograr ser lo suficientemente productiva para mí y para mi familia. Y seguir siendo ese motor de arranque para cada persona que piensa que yo puedo ser un cambio en su vida. Mi resolución con lagrimas o no será vivir con cada cosa que pida a plenitud sea feliz o no. Porque no importa como llegue este nuevo año. Como lo viva siempre dependerá de mí.

martes, 27 de diciembre de 2011

Las expectativas y ese enlace con sentirnos felices

Toda nuestra vida se basa en las palabras esperar, expectativa y esperanza.  Aunque no es lo mismo, claro está, esperar por alguien, tener expectativas de alguien, tenerle esperanza a alguien. Dicen que Shakespeare escribió una vez: “¿Sabes porque soy feliz?, Porque no espero nada de nadie”. Sin embargo tratar de llevar la vida bajo ese dicho no es nada fácil. ¿Y eso por qué? Sencillo, porque conocemos personas que se hacen indispensables en nuestras vidas y rápidamente nos hacemos la expectativa de que nosotros logramos el mismo efecto en ellas. Y empezamos este proceso de espera, expectativa, esperanza. Y por alguna razón, se mezcla la espera con la felicidad.
 Yo sinceramente tengo un gran problema, no se separar las expectativas de mi felicidad. No recuerdo en que parte de mi vida alguien me enseño que una cosa iba ligada a la otra. Eso si después de adulta, mucha gente me ha querido demostrar que las expectativas, la esperanza y la espera no mezclan en lo absoluto con la felicidad. Mis amigos más cercanos y esos sabios que llegan a mi vida, han querido que entienda que para ser feliz, solo debo querer serlo. Sin esperas, sin expectativas. Sin embargo no logro asimilarlo.
Este año en particular ha sido de mucha espera, muchas expectativas y muchísima esperanza.  Y he mezclado tanto las palabras que he dejado mi felicidad a merced de quien espero, de quien tengo expectativa y a quien le tengo esperanza. Sin querer aceptar o querer darme cuenta de que lo importante de mi vida, que tan lejos yo llegue dependerá enormemente de lo que espere de mi misma, la expectativa que tenga de mi persona y la esperanza que yo me tenga. Mi felicidad no depende primordialmente de los demás. Aun cuando yo quiera creer que sí. Mi felicidad dependerá siempre de lo que yo sea capaz de hacer y de las barreras que pueda romper.
No lo voy a negar, siempre esperare, tendré expectativas, nunca perderé la esperanza. Como me dijo una de mis sabias: “Perder la fe, es perder la fe en el amor y a ti te gusta tenerle fe al amor.”No puedo ser como Shakespeare, no puedo sentirme feliz por no esperar nada de nadie. Pero si puedo intentar ser feliz teniendo fe y esperanza en mí. Y entendiendo que las personas a mí alrededor quizás no son como yo, pero que no por eso les debo perder la esperanza. Aunque a veces me duela. Después de todo la esperanza es lo último que se pierde.

domingo, 25 de diciembre de 2011

¿De quien es la culpa?

Nunca le reproche a Dios el haberme dado un hijo especial como Ian, aunque sinceramente ese dicho de Dios da hijos especiales a padres especiales no me gusta en lo absoluto. Porque entonces significa que soy muy especial porque me dio dos. Sin embargo aunque no le reproche a El, cada vez que como hoy 25 de diciembre estoy en una sala de emergencia entro en esta lucha interna de a quien le puedo echar la culpa de tener un hijo como el. Y creanme que la lista es larga. No les voy a mentir, Ian fue buscado y deseado.

Pero esa búsqueda y deseo llegó luego de que yo viera en mi hijo mayor las características de ADHD. Cuando lo lleve a una sicóloga su recomendación fue al punto. Dale un hermano, ¿Como es posible que yo. que tengo un basto conocimiento en el area de educación especial, le pude creer que esa era la solución? Aquí tenemos nuestra primera culpable. Luego Jan mi hijo mayor me miro con una gran ternura, esa ternura de sus 5 años, esa que todavía no las creemos y le dejamos pasar tantas cosas. Y me dijo: "mami, quiero un hermanito". Y entre lo que dijo la sicóloga y la cara del muchachito quede derretidamente convencida. Así que una vez todas las partes convencidas de que traer una nueva criatura al mundo era una decisión sabia nos fuimos manos a la obra. Disculpen la interrupción, Jan es nuestro segundo culpable. Una vez embarazada pase el año escolar mas horrible de mi vida, que aun cuando los médicos dicen que no, tanto estrés me provoco dos amenazas de aborto. Hay tenemos nuestro tercer culpable. ( por razones de HIPPA no puedo entrar en mas detalles). Así que si lo notan el gran guerrero de Ian me ha salido fuertecito desde el principio, así que como estoy en mood de echar culpas, Ian es nuestro culpable numero cuatro.

 Y se preguntaran, ¿Y tu, que te crees? No, yo no soy culpable, yo solo seguí mi instinto, consejos y me cuide mucho mejor que con mi primer embarazo. La realidad es que nadie tiene la culpa de porque Ian nació, como nació. Todos tenemos un propósito positivo en esta vida. Dios, la vida, la naturaleza entendieron que yo podía con el peso, yo pienso lo contrario. Tanto que a veces quisiera soltarlo todo y huir. Pero en el instante que siento que me desmorono, aparecen esas dos caritas. Esas personitas, que aun cuando me roban la energía y me obligan a pintarme el pelo para cubrir las canas verdes, son mi razón de lucha, de vida. Por los cuales me levanto día a día con la intención de lograr algo productivo. Las situaciones que vivo con mis hijos no tienen culpables, la inocencia de mis hijos libera de culpa a cualquiera.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuando el momento llegue

No es que haya olvidado la situación que vivimos, solo que había decidido darle una pausa a los pensamientos. Sé que tengo que tener ciertos cuidados, pero aun así, tratamos de que la vida siga normal. Sin embargo hoy mi mente se ha vuelto a activar y los recuerdos me han traído nostalgia. Y sin querer he sentido dolor. Es increíble ver como unos simples pijamas me han revuelto los pensamientos. Si, unos pijamas. Me han hecho volver al frio piso de un hospital en el área de intensivo y he recordado cada detalle de la operación de mi hijo. En un momento se han amontado todo lo que se paso ese noviembre y me doy cuenta que ya va a ser un año. Unos pijamas… me han puesto a pensar en las que tendré que comprar dentro de un tiempo, cuando en verano nos digan el momento en que comenzara de nuevo nuestro suplicio. Pero no sé si por masoquismo, vino a mi mente algo más trágico. Cuando llegue ese momento será más grande. Hablará y me dirá que no me vaya… Solamente tengo en este momento esa frase que será mi destrucción… “mami, no me dejes”. En este momento me bebo las lágrimas pensando en que mentira “piadosa” le tendré que decir a mi hijo, para que me deje ir y se quede tranquilo. Sin embargo pienso en lo culpable que me sentiré dejándolo solo en un lugar donde no le van a dar el trato y amor que le daré yo. “Mami, no te vayas” esa expresión será como un golpe a mi alma y mi corazón. Mi fortaleza estará en Dios y en pensar que en algún momento mi hijo entenderá todo lo que por amor tenemos que hacer por él. Cuando sea un adulto y llegue el momento de hacer su vida. Seré yo la que le diga “hijo, no me dejes, no te vayas” Pero él no tendrá que mentir, y espero que me diga, “mami, ya hiciste por mí, ahora me toca seguir yo” Recordare el día que lo deje solo en un cuarto frio de un hospital con la esperanza de que se convirtiera en un hombre sano capaz de competir con el  mundo y triunfar.

* Este escrito tiene mas de un año...

lunes, 12 de diciembre de 2011

Palabras grandes, cuerpo pequeño

Este año será uno de grandes aventuras.  Pero no estoy tan segura de que sean positivas o divertidas. De hecho yo seré parte de las aventuras, pero quien en realidad pasará por ellas es mi hijo menor.  Ese pequeño muchachito que solo pesa 25 libras y no mide más de 2 pies. Solo tiene 2 años, sin embargo ha pasado por procesos que yo en mis 35 años no he pasado. Este año, como dije, estará lleno de aventuras y más que nada de palabras grandes. Todo comienza desde su diagnostico. Mi hijo, el pequeño es un paciente cardiaco. Su primer diagnóstico es llamado Canal Auriculoventricular. ¿Grande no?, Estenosis Pulmonar y Transposición de grandes vasos son sus otros diagnósticos. Con una operación de Glenn y otra terminología que no logro recordar relacionada a una fiebre que le dio en la recuperación de la cirugía. ¿Como una personita tan pequeña puede cargar con tantas palabras grandes? Bueno pues este año, se incluyen Ecocardiograma de seguimiento, cateterismo y conexión de vena por medio de cirugía. No logro recordar si se sigue llamando Gleen o Fontan o si es lo mismo.
Llega un momento en la vida que por más que te dediques a leer sobre lo que pasa con tu hijo. Tu cerebro se niega a aprenderse todos esos términos. Al final tú sientes que tu hijo es sano. Y que tantas palabras grandes es pura terminología  barata. Porque al final, como crezca tu hijo, sano y fuerte dependerá de cómo tu como madre lo críes.  Y es que como madre y maestra me niego a criar a mis hijos en el ¡ay bendito!, está enfermo, tiene esta condición, no puede hacer esto, no puede hacer aquello. Mis hijos, los dos, son parte de las estadísticas del programa de educación especial. Sin embargo, eso no es excusa para que crezcan, sanos, fuertes y con grandes valores.
Aunque todo esto no me permite negarme a que mi hijo pase por todas las aventuras que por obligación debe pasar. Debo aceptar que tanta palabra grande me agobia. Sobre todo porque no logro creer que un muchachito tan vivaracho, con un genio de los mil… pueda tener un corazón tan diferente a los demás. No quiero creer que un chico que no para en todo el día, que no se cansa, ni se pone azul, tenga que pasar por tantos procesos dolorosos. En ocasiones siento que estoy lo suficientemente preparada para explicar miles de cosas. Como por ejemplo, porque no puede participar de algún deporte. O porque la aspirina y el serán amigos toda la vida. Que significa esa raya en su pecho. Y otras cosas más. Todavía no me he preparado para los chantajes, esos que florecerán cuando no le permita algo y me diga que le duele el pecho. O más trágico, el corazón. Y al igual que eso, aun cuando lo hablo de forma natural, no estoy preparada para el cateterismo ni mucho menos para la próxima cirugía. Cada vez que por alguna razón menciono esos procedimientos, solo recuerdo la primera cirugía. Y la realidad es que diga lo que diga la gente. ¡Esto no es tan fácil! La mayoría de las personas tenemos una capacidad de morbo que la realidad es asqueante. Y aun cuando yo quiera tratar de pensar en el momento de la recuperación y de que regresara normal a casa, no puedo dejar de imaginarlo sobre una camilla con el pecho abierto de par en par. Es sumamente difícil tener que ser cortes, amable y sobre todo sonreírme con el hombre que hará eso. Y que para colmo yo le firmo un millón de papeles dándole permiso. ¿Seré descarada?
 Pero no, no soy descarada, soy una madre que quiere lo mejor para su hijo. Y aun cuando quisiera gritar a los cuatro vientos que no me agrada tener un hijo con una condición tan delicada de salud. Muy dentro de mí, agradezco el hijo que tengo… los hijos que tengo, porque gracias a ellos, ha crecido en mi vida el sentido de empatía, el amor por las cosas buenas, la importancia de visitar un medico,  cuidar mi salud y la de ellos.  Mis hijos, aun cuando sus condiciones son incurables, crecerán sanos, fuertes y con grandes valores. Yo como madre me encargaré de eso.

Extraño

Extraño al padre que nunca estuvo,
A la hija que desee tener,
Extraño a la amiga que se fue,
Al amigo que está, pero no se de él.

Extraño momentos vividos,
Que dejaron huellas en mí ser,
Extraño los momentos no vividos,
Que no pudieron ser.

Extraño los momentos
Que me permitieron crecer,
Y aquellos momentos que
Me enseñaron a perder.

Extraño mis muñecas
Porque quise crecer,
Extraño llorar a lágrima viva,
Sin ninguna razón tener.

Extraño los momentos en
Que mi vida se llenaba de risas,
Recordando alegremente
Cualquier tontería.

Quisiera no extrañar tanto
Vivir mi vida a plenitud
Disfrutando cada momento
Que me convierte en alguien  mejor.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Es tiempo…


Es tiempo de mirarme en el espejo y aceptar mi realidad.
Es tiempo de dejar de querer el apoyo de tu pecho,
Y darle la fuerza al mío para que aprenda a soportar.
Es tiempo de que deje de esperar de ti,
Y comience  esperar en mí.
Es tiempo de que deje de pedirte lo que no puedes dar,
Y comience a pedirme lo que se puedo dar.
Es tiempo de que deje de luchar por agradarte,
Y comience a luchar por agradarme mas.
Ya te acepte como eres…
Es tiempo de aceptarme como soy.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Aburrimiento

Cuando quieres acaparar muchas cosas, en tu deseo no te das cuenta que dos manos no son suficientes. Sin embargo te dices que soñar no cuesta nada y que luchando se llega lejos, porque al final de cuenta sabes y te consta que el cielo es el límite. Pero por más que luchas, miras hacia atrás y solo ves  que te has movido unos solos centímetros y cuando miras dentro de ti solo ves un gran vacío. Quieres consolarte a ti mismo diciendo, mira todo lo que tienes, te lo has ganado, lo has luchado. Si te fijas bien hay personas que están  peor que tu. Pero te ignoras a ti mismo y ahogas esa conciencia que te está hablando y le dices ¡vete pal carajo, yo quiero más!  Así que te vuelves con la esperanza de que hoy sea un mejor día. Incluso observas el periódico, pero no las malas noticias, buscas el horóscopo, de seguro tendrá un mensaje alentador para que no te desanimes. En ese momento te das cuenta de lo predecible que puede ser ese mensaje. Checas la fecha, ¿será que es de otro día? Pero no, es el de hoy. Y de momento  caes en tiempo de que no puedes llevar tu vida basada en palabras de alguien que ni siquiera te conoce. Te levantas dispuesto a llevarte el mundo de por medio y te das cuenta que para completar tu fuerza de voluntad aparentemente se tomo unas vacaciones. Lo más difícil es darte cuenta de que no te aviso de su partida y encima ni tan siquiera te dijo si pensaba regresar. Así que te tiras en el sofá preguntándote ¿porque quiero más? Tengo lo necesario, no necesito más. Y te das cuenta que hay esta esa maldita vocecita interior que no entiende que no es suficiente. Quisieras refugiarte en algo que amas. Pero, ¿de verdad amas algo? No estás tan seguro de eso. Estas acostumbrado a medir el amor en cantidad. Sin embargo la gente a tu alrededor tiene otro concepto y claro para ti es el erróneo. ¿Porqué no pueden ser un poquito como tú? Que les cuesta demostrar con cantidades lo que sienten. Miras el televisor, verificas la computadora, ¡qué aborrecimiento! ¡Sin tan solo recibiera una llamada! Pero, ¿de quién? ¿A quién quieres realmente escuchar? Últimamente ya nada es lo mismo. Incluso has dejado de creer en ti mismo. Cuando tu mundo es una mentira, todo lo que está en él se convierte en mentira. Ni tú te crees tus verdades. Si es que tienes alguna. Quisieras entonces salir y gritar que estas harto. Pero te preguntas ¿le importa a alguien? No, te contestas, SI te grita la maldita vocecita interior y la mandas a callar con un VETE AL CARAJO!     

viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Hay algo mas inteligente?

Hace meses que no escribo, le di tan duro a mis musas en el verano, que las muy cobardes hicieron huelga y me abandonaron. He tenido que ser un poco condescendiente, dejarlas descansar para ver si las convencía de que regresaran. Necesitaba tenerlas de vuelta pronto antes que la insanidad  se apoderara de mis ideas revueltas y las convirtiera en pensamientos sin sentido. Y hoy las musas han decidido darme de su tiempo y les voy a escribir sobre lo más inteligente que algunas mujeres hacemos ante ciertas situaciones… llorar. Vengo arrastrando el tema del llanto hace tiempo, como si no hubiera algo más patético en esta vida que pasársela llorando. Pero desde cierta perspectiva llorar es la mejor forma de limpiar el alma, el espíritu, el corazón y la cara. A mi realmente lo que no me gusta de llorar es que aunque me aliviana el cuerpo, me crea pesadez en la cara. El hecho de sentirme toda congestionada y con la cara hinchada me avergüenza. Pero cuando me veo la cara, pero siento tranquilidad emocional mi aspecto realmente pierde importancia. Tengo 2 hijos, uno de 9 años y uno de 2. Mis hijos, los dos, tienen condiciones especiales o necesidades da igual como lo quieran llamar. Eso sí, no son enfermos. Las condiciones de mis hijos no tienen cura. Yo, quizás de una forma morbosa, pero que me parece divertida para mi claro, digo que mis hijos nacieron defectuosos. Quizás les suene cruel, pero no lo soy, soy realista. Cuando me entere que mi hijo mayor tenía Déficit de Atención con Hiperactividad de tipo impulsivo con discalculia, no llore. ¿Para qué? Ya yo lo sabía, bueno la discalculia me tomó por pura sorpresa, pero no llore. Sin embargo cuando trato de trabajar con su conducta y con las situaciones relacionadas a su condición, y la frustración se apodera de mí, hago lo que más inteligentemente se me ocurre hacer… lloro. No arregla la situación, mi hijo ni tan siquiera se inmuta, o sea que no logro parecer víctima y el no entiende que se debe portar mejor, nada que ver. Pero yo luego de llorar siento más tranquilidad, recupero la compostura y paso al siguiente paso. Ignorar hasta que llegue una nueva travesura.  Con mi hijo menor todo es diferente, el día que me entere de su condición hice lo más inteligente que se le ocurre a una madre hacer cuando le dan una mala noticia… llore y creo haberlo hecho por más de un mes, todos los días sin parar. Mi hijo menor es paciente cardiaco, de por vida. Díganme si eso no es para llorar toda la vida. En mis 35 años he pasado sin números de situaciones donde no he hecho otra cosa inteligente que llorar. He perdido amores, amigos, familia. Personas que juraron estar conmigo siempre y que por alguna razón no sé donde están.  He llorado sola, con mis hijos, con mis amigos, con mi familia. He llorado por amor, por amistades, por dolor y a veces he llorado por nada. Quizás para muchas personas llorar sea una pérdida de tiempo, quizás para otros llorar no lo vale. Un día una de mis mejores amigas tenía su niña enferma y en su desesperación me dijo: “Tengo ganas de llorar”, yo le contesté es lo más inteligente que puedes hacer. Quizás el llorar no sea la mejor forma de arreglar las cosas y como a veces le digo a mi hijo: “llorando no se convence a nadie”. Pero según transcurre la vida, a veces o desde algunas perspectivas, la mayor parte del tiempo, lo más inteligente que se puede hacer ante cualquier situación, es sentarse a llorar. Si te decides en algún momento a sentarte a llorar como una forma inteligente de limpiar tu sistema avísame, yo inteligentemente, me sentare a tu lado y llorare contigo.