martes, 3 de noviembre de 2015

El día que me volví tóxica.

Una de las muchas cosas que me gusta de Facebook es la capacidad de poder disfrutar de las millones de frases que día a día se comparten en la red. Ya sean románticas, nostálgicas, o jocosas, siempre encuentra uno algo con lo que se identifica. Justamente, dándome mí vuelta número ya perdí la cuenta, por mi red social, encontré en mis feeds, uno de esos tantos pensamientos con el que me sentí para mi desgracia muy identificada. Y digo desgracia porque lo que encontré fue una lista que describía a una persona tóxica. 


La lista dice así: "¿Cómo es una persona tóxica? 

  1. Se queja de todo. 
  2. Se hace la víctima 
  3. Es envidiosa y celosa
  4. No hace nada para avanzar
  5. Solo habla de sus problemas
  6. Es negativa

 

Lo leí, releí, y volví a leer y me dije: " Es imposible Martaraquel, que te hayas convertido en una persona tóxica." La realidad no es el punto de haberme convertido, sino como pude permitir que pasara. Y es que según uno entra en edad y se supone que vayas aprendiendo con los daños y golpes, surgen ciertas situaciones en la vida, que te hacen tomar unas determinaciones o formas de expresarte que no van acorde necesariamente al sentido de vida que debes estar llevando. 


Entonces me di cuenta (tarde) que me volví tóxica, el día que empecé a quejarme sin piedad de los rizos de mi cabello, de la llanta que me adorna la cintura, de lo mal que a veces me va el día, de lo mal que a veces se ve el presente, de lo difícil que se me hace manejar el futuro. Como si yo no supiera que lo mejor que hizo Dios fue un día tras del otro.


Me volví tóxica, el día que permití que mi trabajo o vocación se pusieran en entredicho, declarándome víctima. Como si yo no fuera lo suficientemente capaz de saber y ver lo que soy capaz de dar y hacer. 


Me volví tóxica, cuando envidie la forma fácil de vivir de cierta gente, sin darme cuenta que el esfuerzo que he hecho en mi vida, me enseña a valorar más lo que tengo. Me volví tóxica, cuando sentí celos de la falta de reconocimiento que creo merecer, cuando mientras yo me sienta satisfecha con lo que hago es reconocimiento suficiente. 


Me volvi tóxica, cuando cerré un capítulo de un libro llenada por la frustración, y no volví a buscar la musa para continuarlo, cuando llena de cansancio me negué a producir y alimentar todos los dones que tengo, que aunque a destiempo, pertenecen a mí, y me ayudarán a avanzar de un modo u otro. 


Me volví tóxica, cuando cegada por el diario vivir, solo puse atención a mis situaciones, olvidando lo importante de ser empática, de ser madura y de ver, que más abajo vive gente. 


M volví tóxica, el día que me puse negativa y me negué a ser feliz, utilizando la premisa de que vivir en un éxtasis emocional no es saludable. Negándome a entender que la felicidad no es necesariamente ir saltando con la sonrisa tatuada en la cara. Si no disfrutando de las pequeñas cosas que hacen a uno grande, aun cuando nadie las vea. 

Me volví tóxica buscando agradar a los demás en vez de agradarme a mí misma. Intoxique mi cuerpo, mi mente y esperanzas. A veces volverse tóxico no implica necesariamente, hacer daño a los demás, implica el daño que se hace uno mismo en el proceso.


Entonces, llegó el momento de desintoxicarme…