jueves, 21 de julio de 2016

"I got a sunshine in my pocket"


Y con una camiseta del principito me fui a recorrer mundos, me acompañó la rosa, el biombo y el cordero. No recordé que la humedad haría escante con mis serpientes, haciendo que la medusa se presentara en todo su esplendor. Y así, respirando el aire puro que las montañas de mi isla me pueden dar, me di cuenta que también me pueden quitar el aliento. Pasó que pasa que no han pasado los años en vano. Subir unas escaleras en medio del campo se convirtió en una tortura que a la misma vez fue un reto para mi hijo. Si, ese que tiene el corazón roto y que miraba constantemente procurando no verle violeta, porque las montañas de mi isla dan aire fresco, pero también lo quitan. 

Mientras me quedaba atrás, con los pulmones hinchados, el corazón a las millas y casi en desmayo, podía ver, en ese mirar hacia arriba, que los años no sólo no pasan en vano sobre mi, sino tampoco sobre mis hijos. Que ya mi hijo mayor me sobrepasa en estatura, tiene unos pocos pelos en la cara y está precioso. Y aunque a veces bromeo con la idea de que se vaya cuando sea mayor, no me hace chiste la idea de verlo de mano de alguna chica, que no sepa amarlo como lo amo yo. Entonces, sigo mirando desde donde la pesadez del cuerpo no coopera para que continúe subiendo, y veo a ese ser que ha crecido tanto, que habla hasta por los codos y que iba igual de cansado que yo, pero no le permite a la vida darse cuenta. Tomando como carrera el hecho de verme tan atrás y subir triunfante diciendo: "Mira, no estoy como mami." Mientras yo tuerzo una sonrisa buscando ese aire que las montañas de mi isla me dan y a la misma vez me quitan. 

Llega ese proceso de "overthinking" donde miro entonces hacia lo que no debo de pensar, ahogando que se acaban las vacaciones y que tengo muchos objetivos, conmigo, con ellos, con la computadora, con la libreta. Pensando que a estas fechas el año pasado había bajado unas 10 libras, pero este año he decidido perder el miedo a disfrutar de la comida y ahogar eso de que todo engorda. Buscando en mi mente como voy a encaminar a mi adolescente en esta etapa que es tan nueva para el como para mi. Acoplándome a la "madurez" que ha adquirido mi pequeño, cuando coloca en su propio reloj las alarmas para sus pastillas y este nuevo proceso de enseñarle a usar una máquina de tomar la presión. 

Ya en plano, sigo con el corazón alborotado, las greñas desgreñadas. Buscando el aire que me dan las montañas de mi isla y que a la misma vez me quitan. Entonces veo que todo va más aprisa de lo que quiero, pero que debo trabajar con eso. La vida no se detiene, si no la vives a ella, ella te vivirá a ti. Y mientras sigo buscando los "spots" para sacar más fotos del maravilloso momento vivido, canto en mi mente, en inglés, esa nueva canción de Justin Timberlake, "I got a sunshine in my pocket." Ya llega el momento de volver a mi calurosa ciudad y dejar atrás el campo, ese aire que me dan las montañas de mi isla y que también me lo quitan. 

viernes, 1 de julio de 2016

Mi hijo menor no quiere morir


No sé, si llamarle ironía al hecho de que yo a su edad tampoco quería. Sin embargo, a su edad yo no había pasado ni una minúscula parte, de todo lo que ha vivido él. Verán, la muerte más cercana que tuve, ya era en propiedad una adulta. Fue la de mi abuelo materno. Digo más cercana, porque como diría "Lilo", "mi familia era pequeña y estaba rota." El término Ohana no era algo que yo pudiera entender en aquellos momentos. Pero eso no impidió que creciera en un hogar, con carencias, pero hogar. Y allí estaba yo, a los 7 años, con un miedo intenso a morir, no sabía exactamente cual era el miedo, pero imaginaba que era algo sumamente doloroso. Mi hijo tiene una condición cuasi severa del corazón, según las estadísticas, las condiciones del corazón, son la principal causa de muerte infantil. Pero no, el miedo de mi hijo no va por ahí. 

Según fui creciendo e iba escuchando más sobre la muerte y los suicidios, mi miedo iba en crescendo, me preguntaba cómo podía la gente suicidarse, si la muerte dolía. A diferencia de mi hijo, nunca expresé mi temor a este suceso, que ahora muchísimo mayor, comprendo que es naturaleza de la vida. Trabajar con la preocupación de mi hijo no ha sido fácil. En última instancia he tenido que buscar ayuda sicológica. Verán, ante la situación de nuestro hijo, el tema de la muerte se toca muy regular en mi casa. "Mi Ohana" de ahora, ha tenido bastantes muertes cercanas. Aún cuando se trata el tema de forma natural, soy muy cuidadosa de como explico porque una persona murió, sobretodo si la duda viene de parte de mi hijo. 

Como maestra de educación especial, sé que aparte de su condición de salud, mi hijo al igual que su hermano mayor, está desarrollando algo de déficit de atención, eso o no quiere perderse ningún detalle de la vida. Así que las crisis de no querer morir se han dado recurrentes, pero a la misma vez distanciadas. En la mente de un niño de siete años, no caben a veces esas expresiones de, "No te preocupes por eso." "No tienes que pensar en eso ahora." "Es un proceso natural de la vida." Porque si de algo esta seguro un niño de 7 años, es de que no quiere morir. 

Hace muchos años atrás, comprendí porque le tenía miedo a la muerte, y la realidad es que no le temo a la muerte como tal, en todo caso le tengo un pavor indescriptible al olvido, al dolor del olvido, al dolor de nunca recuperarse de un lazo terrenal. Luego de varias visitas a la sicóloga, también sabemos porque nuestro niño no quiere morir. En la mente de un niño de 7 años, en la de mi hijo con un corazón especial, solo hay felicidad y vida. Mi hijo piensa que el cielo no le va a dar un lugar donde jugar, correr y ser feliz. ¿Cómo le dices a un niño lleno de vida, desde su perspectiva, lleno de felicidad desde su entorno, que esta bien morir? Pues, estamos trabajando en eso.