martes, 1 de octubre de 2019

El sutil arte de anudar

“Muchos nudos y muchos enganches...se ha liado muy bien, si es que se trata de que aguante. Nudo listo quedó, y listos o no. Hay que intentar desatarlo aunque fuerte se ató. Nadie así se esforzó, de pecho hoy doy el do. ¡A Desatar Lo Indesatable voy yo!” Fragmento de una canción del programa infantil Phineas and Ferb. Referencia al nudo Gordiano de Alejandro Magno. 
Imagen de Google

Aprendí a anudar creo que en 2011, cuando se pusieron de moda las gomitas con las que los niños hacían pulseras. Para motivar a mi hijo mayor, un preadolescente en ese entonces, busqué vídeos de YouTube y le compré gomas por montones. Al final, fui yo la que “jugaba” más con las gomas que él. Por cuestiones relacionadas a un anuncio sobre toxicidad de las gomas, las echamos a un lado y comenzamos entonces otro proyecto. Hacia tiempo que le había comprado una cajita con cordones para hacer las llamadas pulseras de supervivencia. Y al igual que con las gomas, entre de nuevo a YouTube y aprendimos a anudar. Adolescente al fin, no le llamó mucho la atención esa dinámica de hacer nudos. Sin embargo, yo descubrí algo, anudar, al igual que escribir era una forma de relajarme. Así que lo convertí en un estilo de vida. 

Quizás a simple vista, cualquiera puede hacer un nudo, pero si buscas, hay miles de formas de anudar, cada cual con su nombre, cada cual con un tipo de cordón e hilo diferente. Yo aprendí una gran variedad de ellos, algunos de memoria, otros tenía que regresar a los vídeos para poder retomarlos. Lo bueno de los nudos, es que si no los aprietas muy fuerte, puedes deshacerlos. En ocasiones el coraje me ganaba cuando ya terminado un trabajo, debía deshacerlo y comenzar de nuevo. Aunque soy bastante diestra, el solo hecho de ver perdido el trabajo, ya causa bastante frustración. 

Así me pasa en otros aspectos de la vida. He mantenido ese sutil arte de querer anudarme a las personas que a mi entender, deben ser parte de mi vida. Sin embargo, cuando de personas se trata, tengo la mala costumbre de hacer nudos fuertes y esos la forma más rápida y certera de deshacerlos, es cortándolos con una tijera, aunque en el intento, se corte algo más que el hilo. Hace un tiempo, me tomé la leyenda del hilo rojo muy a pecho, y pensé que era del todo cierta esa cuestión de que algo te ata a ciertas personas que están destinadas a ser parte de tu vida. 

Luego de tener que manejar una catarsis, como me dijo una amiga, tipo Huracán Dorian, estacionaria y con severas inundaciones, he recapitulado. No siempre se deben creer todas las leyendas, por algo se llaman leyendas, porque tienen algo de imaginario. No siempre lo que creemos conveniente, es beneficioso, aunque a veces nuestro ser caprichoso nos quiera hacer creer que si. Así que aunque cuando ya tenga una situación anudada, muy fuerte, debo aprender a “desnudar” o a cortar, aunque cuando use la tijera, me corte un poquito el alma. Obviamente dolerá el proceso, pero es parte de esos sutiles aprendizajes que se adquieren a destiempo.