martes, 16 de abril de 2019

La vida a veces duele

“Nunca nos llegamos a acostumbrar al dolor, tan solo aprendemos a soportarlo.”- anónimo 

Recuerdo cuando adolescente, qué una forma bizarra de mi madre tratar de alejarme de las relaciones sexuales antes del matrimonio, era diciéndome que hacer eso, dolía. Lo remataba diciéndome a continuación que parir también dolía. Todo se resumía a qué ciertas cosas, para qué no se hagan se les tenga temor. Qué mayor temor que las cosas que te da curiosidad hacer, para joder, duelan. No voy a entrar en detalles elaborados, pero las cosas que mami me quiso evitar, no dolieron así como ella en su momento me contó. Puedo decirles, con total sinceridad, que he hecho otras cosas, no físicas, que me han dolido más. ¿Qué es el dolor y con qué capacidad lo medimos? Sí, les voy a incluir una definición de la RAE, porque así le doy más seriedad a esto. Según la RAE, el dolor es, (¡rayos! tiene muchas definiciones) en fin, es una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Una molestia, que bien puede catalogarse por magnitud o por el nivel de tolerancia de la persona que lo experimenta. 

Ahora mismo, si me preguntaran si duele parir, no les puedo contestar, porque yo no he parido. Ahora, si me preguntan si pasar por un proceso de cesárea duele, diré que sí, qué tiene su dolor, pero tampoco puedo explicarlo a plenitud, porque mis dos cesáreas trajeron a su vez, momentos no físicos más dolorosos. Cuando vas a un hospital, encontrarás unas tablitas que utilizan para que tú determines en que nivel de dolor te encuentras en ese momento de la visita. Algunas de esas tablitas están divididas por colores, otras por caritas. Las veces que voy al hospital, mayormente cuando me atacan dolores de oído, siempre me fijo en esas tablitas, aunque no necesariamente para indicar mi dolor. La realidad es que nunca puedo determinar en qué magnitud está el dolor que estoy sintiendo en ese momento. 

Ahora, si me preguntan si duele tener hijos con condiciones médicas, diré que sí, que duele mucho. Para más decir puedo catalogarlo en el nivel más alto de dolor, ese que casi siempre cae en color rojo, o la carita más desencajada que pueda existir. Si me preguntan si tener depresión es doloroso, también diré que sí, que duele mucho, que casi duele a la magnitud de tener un hijo especial. Si me preguntan si me duelen las batallas de otros, también diré que sí, la empatía duele. Si me preguntan si perder una persona (en cualquier aspecto) duele, diré que sí, que duele mucho. Y es que cuando hablamos de dolor, esa molestia, es más fuerte cuando se siente en el alma. 

He sabido ver en mis 42 años de vida, la capacidad de tolerancia al dolor físico de varios seres humanos cercanos a mi, incluyéndome. También he sabido ver, la poca tolerancia al dolor emocional de unos tantos otros, incluyéndome, y es que como diría esa cita de Daniel Mercury, El dolor es relativo, el cuerpo puede aguantar mucho, pero no existe una bandita para ponérsela al alma. Nunca demos por sentado los dolores, ni los físicos ni los emocionales, ya sea en otras personas o en nosotros mismos. Seamos buena gente, con cualquiera que esté experimentando dolor. Incluso, seamos buena gente con nosotros mismos. Cuando un dolor se comparte, la molestia en la mayoría de las ocasiones; es menos. Se los puedo decir por experiencia. 

lunes, 1 de abril de 2019

Calma mi vida con calma

"Y cuando te hayas consolado ( uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido." - El Principito

      Recuerdo que hace unas semanas escribí sobre las fisuras que me habían causado los miércoles de mi vida. Recapitulando en lo sospechosa que es la calma que tengo hace casi un mes, recuerdo también que he hecho adopción de varios mantras. Y quizás, quien conoce mi forma de ser, de actuar e incluso de hablar, pensará, que quizás tengo un poco de eso de ser ecléctica. Y es que soy fiel creyente de todo aquello que pueda brindar paz, armonía, templanza, calma. Comenzando con el ser supremo que algunos llamamos Señor, las vibras positivas de las personas y los mantras. Y es que aunque suene a cliché, la realidad es que cada evento negativo, con su debido proceso, tiene algo positivo.

     Tengo que aceptar, que esta semana, el miércoles se portó bastante bien. Tanto, que ni recordaba que era miércoles, hasta que llegó el jueves, algo turbulento y el viernes hizo su miércoles en mi vida. Estando fuera de mi ciudad, acompañando a un grupo de estudiantes a unas charlas de pre empleo, recibo una llamada de la escuela de mi hijo menor. Luego de procesar lo que me decía la maestra, y entender que mi hijo tuvo un accidente, pareciendo no de gravedad, llamo a mi esposo para que me haga el favor de buscarlo porque yo estaba lejos y sin mi vehículo. Mientras ocurre ese proceso, trato de conversar con el accidentado en cuestión, que lloraba más por lo que yo le pudiera decir, que por el dolor. De todo lo que le dije, con esa calma que me está acompañando sospechosamente estas semanas, le pregunté : “¿y que aprendimos?” me respondió: “A mirar siempre para el piso.”

     En la sala de emergencia mirando para el piso, y aguantando el frío que me daba el hecho de que mi retoño utilizaba mi suéter como sábana, volvía a recapitular en los mantras. Y es que aunque la calma es sospechosa, sale realmente de esa necesidad de dejar de complicarme la vida. Rebotan en mi cabeza, muchos recuerdos que en cierta forma me han sacudido en estos meses y particularmente en estas semanas. Y así como rebotan los pensamientos, rebotan los mantras, “Todo pasa” “Ya he vivido esto antes” “Voy a superarlo otra vez” “Calma mi vida con calma”.

      Pero todavía faltaba un poco más de reflexión, fue entonces cuando una colora’ que ha aportado a la magia de mi vida, me escribe preguntándome por el niño. Al responderle sobre la situación (mi hijo se accidentó con un clavo en el pie), me escribió: “ Luego cuando crezca (el niño), entenderá que hay clavos que duelen más y otros menos. Pero que al final del día tienen solución. Es cuestión de velar donde pisamos.” Sé qué muchas veces vamos por la vida a tientas, mirando sin mirar, y pisando fuerte sin ver lo que tenemos de frente. Que muchas veces no solo sé nos lastiman los pies al caminar, también el proceso nos lastima en otros aspectos. Que unas cosas duelen más que otras, y que a veces le damos mucho valor a lo que no lo merece. Pero como dijo la colora’, todo tiene solución. Y siempre podemos tratar de evitar ciertos accidentes, si tomamos por costumbre recordar el mantra “Todo irá mejor, es cuestión de velar dónde pisamos.”