sábado, 27 de octubre de 2018

Yo lloro los sábados

 “ Y no sé porque me duele, si se supone que me había acostumbrado.” -anónimo 
       
       Este trimestre no ha sido cómodo. Entre el trabajo, la universidad, el papel de madre, y todo lo demás se ha convertido en una especie de cúmulo de todo. Entonces, (mi maravillosa muletilla), me refugio en varias cosas y personas. Busco la magia que me da una librería y me zambullo en una taza de café. Puedo asegurarles, como diría una de las chicas que trabaja allí, que el lugar está lleno de magia, porque paso el rato, muero de risa en el proceso, y salgo con el alma y el estómago llenitos, ademas de uno que otro libro. O les puedo hablar de los 45 minutos que paso en un sofá blanco, parloteando sin parar, esperando que la psicóloga me mande a callar, que no lo hace, mientras trato de exprimir el tiempo y que no se me quede ni un solo detalle de lo que me duele, molesta, me destruye, y parece que allí también hay un poco de magia, porque salgo renovada, con el alma llenita. 

       Sin embargo, he notado que desde como dos meses más o menos, tengo una particularidad, lloro los sábados. Caí en cuenta este sábado, cuando mientras sufría las respuestas de un “home test” y conversaba con mi mejor amiga, me hice chiquita y comencé a llorar. Escribía en el examen, “texteaba” y lloraba. El sábado pasado fue igual, me senté con la laptop, leía el artículo a analizar y lloraba. No fue difícil entender porque lloraba los sábados. Es el último día de la semana. Por consiguiente, es el día que todavía tengo mucho que hacer, aunque no trabaje. Un adolescente que llevar a trabajar, un niño que llevar a un taller de inglés y trabajos de la universidad que terminar. En la soledad del momento llega todo lo sucedido en la semana y mi cabeza, que se supone que se concentre en todos los trabajos acumulados, se desconcentra, se llena de una nube que me llueve por los ojos. 


        Sé a veces en medio del llanto y el “speech” que me auto predico, que no debo dejar que mis situaciones me agobien al extremo de tenerme llorando los sábados. O trato de recordar esa canción de Fergie, “Big girls don’t cry”. Trato también de recordarme que la mitad de las cosas por las que lloro, ya las he llorado antes, y no debo de darle tanto espacio en mi vida. También sé que digo constantemente que lo más inteligente que se puede hacer ante ciertas circunstancias es llorar, pero hay circunstancias en que no, no vale la pena, no es necesario. Por lo que llevo dos sábados sin llorar, aunque si estoy a la expectativa, como cuando un miedo te acecha. Entonces cuando pasan las doce de la noche celebro, celebro superar una semana más sin que el sábado me ataque, sin que se me haga una nube cargadita de agua los pensamientos. Llorar no es nada de malo, si algo limpia el alma es eso. Solo que a veces las lágrimas que envuelven mucho sentimiento, no deben ser desperdiciadas y mucho menos, un sábado.