jueves, 17 de enero de 2013

La vieja...

Entre mi esposo y yo duerme una vieja. La conocí cuando nos hicimos novios y duerme con nosotros desde el día en que nos casamos. Sí, desde la mismísima noche de boda. He aprendido a compartir mi cama con ella. Esta llena de sentimiento. La vieja no es una persona, es una sábana, o por lo menos lo que queda de ella. Era la sábana con la que se arropaba quien fuera mi suegro en vida; no lo conocí.

Aún cuando sabía que representaba esa vieja, como cariñosamente la llama mi esposo, no fue fácil acostumbrarme a ella. En algún momento de mi matrimonio hemos hablado de darle cristiana sepultura a lo que queda de lo que alguna vez fue una sábana. ¿Pero quien soy yo para enterrar un sentimiento?

Mi esposo perdió a su papá más o menos a la misma edad que nuestro hijo mayor tiene ahora. Son pocas las cosas que le quedan de el. Su auto Nova, que todavía funciona, un par de objetos personales y la vieja. A veces recojo la cama y se me hace difícil encontrarle la forma a la vieja, pero tampoco tengo corazón para salir de ella. Algún día le explicáremos a nuestros hijos su origen. Sólo espero que ellos capten el mensaje del valor sentimental que esa vieja tiene. Nada me haría más feliz, que alguno de ellos, le pida a su papá guardar ese pedazo de tela hecho sentimiento.

2 comentarios:

  1. Que gran significado tiene esa viejita, ahora en la vida de todos ustedes.
    Saludos.

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  2. Qué historia más tierna... Dice tanto de vosotros!
    Gracias, Marta, por compartir ese "retal" de vuestra intimidad.

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