Eliminaré hasta donde mi capacidad me lo
permita, los gritos. Debo controlarlos, ellos en ocasiones despiertan de forma
abrupta a la niña que duerme dentro de mí. Esa niña que ya no llora como antes
y que resiente mi crecimiento y a veces insípida madurez. También debo eliminar
el tóxico negativismo, el cual afecta de alguna manera la realización de metas
y sueños. La baja estima debe también ser restringida, bien dicen por ahí “siembra
tu propio jardín y no esperes que te regalen flores”.
Para evitar una subida innecesaria de
envidia, eliminaré hasta donde sea posible el dulce favorito de la gente; la crítica.
Un dulce que afecta adversamente el corazón y la capacidad de pensar de forma
coherente ante las necesidades de los demás. Por lo que incluiré en mi dieta un
buen suplemento de empatía. Con ella tendré la capacidad de ofrecer lo que esté
a mi alcance, una mano, una palabra, el corazón. Vitaminizar talentos, intereses, gustos, para
sacarles el provecho adecuado y conveniente para una mejor salud emocional.
Hay muchas cosas más, que pueden ayudar a
que la dieta logre su función real; el ser mejor persona. Quizás como toda
dieta, en algún momento me veré tentada a romperla, sucumbiré a cualquier
antojo. Mas lo importante es lograr encontrar la orilla, cuando las olas me
arrastren. Si me porto correctamente con mi dieta, lograré una gran hermosa y
satisfecha sonrisa. Lo suficientemente bonita, como para que la gente se
contagie de mi dieta.
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