lunes, 19 de marzo de 2012

Ian

El 17 de marzo mi hijo menor Ian, cumplió 3 años, el 18 de marzo, hice lo que toda madre hace cuando sus hijos crecen; saqué ropa. Y mientras acomodaba cada pieza, las gavetas de mi cerebro se organizaban y desorganizaban, mezclando infinidad de pensamientos, sentimientos y recuerdos. Justamente un 18 de marzo, me dieron la noticia de que mi hijo tenía el corazón roto. Perdonen  si les parece morbosa mi forma de describirlo, pero así es más fácil de entender. Un 18 de marzo, tuve que asimilar con templanza, pero a lágrima viva, que la vida me había jugado una mala pasada. No había muchas opciones, o me “metía” un tranquilizante por el resto de la vida o aceptaba mi realidad y vivía con eso. Lógicamente, luego de una cesárea, una esterilización y esa “gran” noticia, el análisis lo llevé a cabo con un pote de 30 percocet después. Y aquí me tienen 3 años después en un continuo asimilar, el que mi hijo tendrá un corazón roto; toda su vida. Por el momento hay un punto a mi favor, el no lo sabe. En ocasiones es algo positivo, aunque a mí me mata constantemente del susto.

Sacando y acomodando ropa, he rememorado las frisas con las que fue arropado los días que estuvo lejos de mí en el Centro Cardiovascular. Fueron las mismas que lo arroparon cuando se recuperaba de su primera cirugía. Son las mismas que lo arropan en casa todas las noches. Las frisas no las saco, esas no le quedan pequeñas. Sin embargo he notado, que ya no tiene muchas pijamas, y tenemos una cirugía pendiente; hay que comprar.  Entonces recuerdo su penúltimo día en recuperación, cuando solo me quedaba una pijama limpia y al momento de ponérsela tuvimos que romperla. Tampoco le quedan muchas medias y eso me hace recordar que pensé que nunca le iban a crecer los pies. Para ser mi segundo hijo, me pasé de ingenua; lo sé. Algo que me ha dado a entender que está creciendo, no es la ropa que le queda pequeña, sino la que no usaba antes; los calzoncillos. Si, ya es grande, usa calzoncillos. Y “caigo” en el tiempo de que según crece, se nota menos la cicatriz de su pecho, pero pronto tendrá una nueva. Y me pregunto qué tan saludable sería que vuelva a tener amores con las percocet.  Porque a pesar de que decidí afrontar la situación y criar a mi hijo como un niño como cualquier otro, tengo mis momentos de terror. Sobre todo porque soy la histeria montada en dos piernas y me precipito con una facilidad espeluznante.

Normalmente, cuando se tiene un hijo con una condición delicada de salud, las madres solemos amar esos días de cumpleaños. Es como darle una bofetada a la vida, diciéndole: “¡JA, aquí estamos, luchando! Yo celebro la vida de mi hijo, todos los días, todas las mañanas, cada vez que veo como la “pipa” de Ian sube y baja en señal de que respira. Cada tarde cuando lo busco al cuido y me grita desde el pasillo “¡mami!”. Celebro cada noche, cuando a pesar de un día a puro juego, puedo cantarle una canción y permitirle a ese cuerpo un descanso. El descanso que no le da un pequeño que tiene un corazón roto, pero su voluntad lo cubre de una gruesa capa de hierro.

4 comentarios:

  1. waooo, me hicistes llorar y a la vez me hicistes recordar a mi milagro de vida q tmbn esta por cumplir sus 3 a~os de vida, para adelante con Papito Dios siempre orando por Ian y por todos ustedes....... ahh las percocet no resuelven nada, pero tu amor ayuda a un ni~o llamado Ian con un corazon roto........ tqm Nellis

    ResponderEliminar
  2. Sin palabras muy bonito y sigan luchando q papa Dios esta con ustedes...

    ResponderEliminar
  3. ¡No veo su cicatriz, sólo veo la maravillosa y exultante sonrisa con que os deleitó aquel día!
    ¿Quién diría que tiene el corazón roto? Probablemente lo tenga yo más que él.
    Él tiene una carrera de obstáculos en su vida, pero no más que cualquier otro en la nuestra; ¿por qué íbamos nosotros a ponerle o hacerle ver sus propios obstáculos? Cuando él os demuestra cada día lo feliz que es de ser parte de vuestra vidas y que vosotros lo seáis de la suya...

    Es duro como madre tener el conocimiento que tienes de tu hijo, pero es tu dolor, no el suyo. Espero que entiendas a bien mis palabras, porque las digo desde el más profundo de mis amores por vosotros.
    No lamentes por adelantado, enfréntate a la realidad con la consciencia de quien sabe lo que tiene, pero sin llorar por quien no siente ese dolor.
    No levantes tú más alto el obstáculo que ya tiene, ayúdale simplemente en su camino, para que sepa que siempre te tiene para ser ayudado.

    Y es que de verdad, ¿quién ve la cicatriz antes que la sonrisa? Sólo la madre amorosa que tiene tal amor tremendo que querría evitar todo dolor y sufrimiento. Te comprendo, claro que te comprendo, yo estaría con el corazón roto, pero más roto que el suyo.
    Porque él no sabe que tiene un corazón roto, tú misma lo has dicho, y quizá siempre quiera vivir sabiendo que no lo tiene roto, que sólo lo tiene especial.

    ¡Un abrazo desde lo más sincero de mi alma, y una gran sonrisa por ese campeón de hijo que tenéis!

    ResponderEliminar
  4. Marta, se me había pasado esta entrada. Me encontré con la carita de tu hijo y ya, de entrada, "me enganchó". Pero al ir descubriendo cada palabra empecé con cierto temblor de emoción que a lo largo de la lectura ha ido a más.
    Él es fuerte, porque su mamá así le ha enseñado a ser. No te creas débil, pues en cada una de tus palabras demuestras la tremenda fortaleza que tienes.
    Un fuerte abrazo para los dos.

    ResponderEliminar