miércoles, 8 de febrero de 2012

Permiso para frustrarme

Si quieren díganme ambivalente, pero esto es lo que pasa cuando tu ánimo es juguetón y tu voluntad va y viene. No soy hipócrita, para ser clara, a veces sufro de ataques de sinceridad. Y en este instante, estoy en ese proceso. Lamento informarlo, pero mi hijo mayor me está volviendo loca. No puedo entender como una personita de 9 años tiene la capacidad de hacerme cruzar la línea fina entre la cordura y la insanidad. Lo impresionante es que no solo tiene la capacidad de hacer eso, sino que tiene la capacidad de demostrar lo buen ser humano que es.

A veces, solo a veces, no lo voy a negar, comprendo lo difícil que debe ser tener que lidiar a su edad con ciertas situaciones, con un cerebro (sea genético o no) que sus terminaciones eléctricas decidieron jugar y no conectarse correctamente. Debo comprenderlo porque estoy bien segura que si me hubieran hecho una evaluación yo tendría su mismo diagnóstico. Solo que yo le llamo ser “multitasking”. Una de las cosas que hizo que asumiera esa posición fue justo el día que me dieron su diagnóstico. Mientras el sicólogo me hablaba, yo no paraba de moverme de lado a lado en una silla. No eran nervios, yo sabía hacia 2 años, lo que él me iba a confirmar ese día.

Así que en ocasiones, puedo entender que Jan y yo tenemos una lucha de poder, somos muy iguales incluyendo el físico. Por lo que tenemos nuestros momentos de “dos jueyes machos no caben en una misma cueva”. He tratado una y mil estrategias para trabajar la conducta y el aprovechamiento académico de él y me he gastado mis buenos dólares en el intento. Lamentablemente todavía no veo fruto. Todas estas cosas junto con otras juegan con mi estado de ánimo, el que de por sí es muy juguetón.

Por eso hoy, pido permiso para frustrarme. ¿Y por qué pido permiso? Porque quiero tirar la toalla, quiero llorar, quiero huir, sin ser catalogada como una mala madre. Quiero sentir que libero un peso ya sea a puro grito o a puro descanso. Lograr sentirme liberada, pero con un solo fin. Comenzar de nuevo y recapitular mis decisiones relacionadas a Jan. Empezar desde cero a aprender a dividir lo que es un momento de niñez y uno de responsabilidad. Aprender a aceptar que debo explicar las cosas que son pertinentes, las veces que sea necesario. Entender que si a veces se me hace difícil y cuesta arriba trabajar con todas sus necesidades, no debe ser fácil para él, tener que lidiar con una madre como yo. Pido permiso para frustrarme, porque antes de ser madre, soy un ser humano.

5 comentarios:

  1. Amiga, es fundamental para una sana salud mental las autoconcesiones, es decir, somos madres, mujeres, y nos gusta lo bello, bonito, perfecto, y nos gusta controlarlo todo... Pero lamentablemente son muchas las situaciones donde no lo conseguimos, y no por falta de recursos propios, sino porque tú puedes controlar algunas variables, pero la vida controla las suyas propias también.
    Por eso, descubrir que siendo igual de perfectas, podemos soltar nuestra melena de ese moño que teníamos, y permitirnos nosotras mismas nuestras propias concesiones, nos hace más libres, nos hace más "sanas".
    Lamentablemente yo también tuve que aprender esta lección, pero por eso, por experiencia, sé que si no nos permitimos nosotras mismas esa liberación, otros no nos la van a permitir, y aunque nos la permitan, no será tan satisfactoria como nuestro propio permiso a nosotras mismas.
    Mil besitos y mil abrazos
    Mis latidos en A latidos

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  2. Ooooh, te escribí pero no se ha publicado :(
    Me siento muy identificada contigo, una vez más. Tienes todo el derecho del mundo a la frustración, ¿cómo no tenerlo?; yo necesito de vez en cuando patalear un poco, es algo físico, me lo pide el cuerpo.
    Eres una gran madre, no lo dudes. Sólo una gran madre es capaz de ser sincera consigo misma y sus sentimientos, analizar lo que le sucede, saber qué es lo que quiere y actuar en consecuencia.

    Un abrazo muy, muy fuerte!!!!

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  3. Hola, acabo de conocer tu blog y con tu permiso me quedo por aquí cotilleando un poquito.
    Saludos
    Elva

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  4. Qué te puedo decir, Marta? En estos momentos estoy sintiendo algo muy similar a lo que cuentas. Es una lucha diaria... la impotencia de ver que la teoría no tiene nada que ver con la práctica, y que lo que te ha funcionado un día, al siguiente ya no funciona... Comprendo perfectamente esa sensación de estar agotada, de querer tirar la toalla algunas veces... por eso somos humanos.
    Pero seguiremos ahí, al pie del cañón las veces que haga falta. Para eso somos madres. Tenemos que permitirnos la licencia de quejarnos, de descansar, y también saber parar y pasar el relevo, para volver con ideas nuevas y fuerzas renovadas.

    Un abrazo fuerte, Marta.

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  5. La frustración tiene que ver con la impotencia de no poder lograr lo que se ha propuesto. He escuchado que se trata de una actitud que se genera en la infancia y que puede quedar fija para el resto de nuestra vida. Por eso en ocasiones hago un viaje al pasado para ver cuántos momentos frustrantes tuve en mi infancia. De esa manera podré justificar mis momentos de frustración. Sí, yo también tengo mis momentos de frustración. Cuando no logro mis objetivos con mis estudiantes y cuando mis hijos no cumplen con mis expectativas. Pero cuando analizo la situación ellos no tienen que cumplir con mis expectativas. Tengo que guiarlos a que cumplan con las expectativas que tienen de ellos mismos.
    Los sentimientos y emociones que se despiertan con la frustración son difíciles de sostener. Todos necesitamos un espacio para frustrarnos y volverlo a intentar. Puede resultarnos más soportable si uno encuentra a alguien que le guíe, que le acompañe y le dé soporte.
    Y yo estoy aquí para ti.
    TQM, tu amiga, Zulma

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