viernes, 8 de mayo de 2020

Transición

“Conforme avanza tu transición por la vida, te vas dando cuenta de que no eres la misma persona que eras antes.” - Desconozco el autor 

     Sinónimo de cambio, de pasar etapas. Como maestra de educación especial de nivel superior, la palabra transición es parte de mi cotidianidad. Los estudiantes de educación especial, además de las tareas académicas, también tienen que pasar por el proceso de la llamada transición a la vida adulta. Sin embargo, en el ámbito educativo, los niños pasan por una serie de transiciones. Por ejemplo, de preescolar a kínder, de kinder a primero, de tercero a cuarto, quinto a sexto, octavo a noveno, undécimo a duodécimo y Universidad. Por lo que se puede por una parte entender, que toda la vida se nos va en “transicionar”; si, es un disparate. 
Y si lo vemos desde cierto punto de vista, cuando “nos movemos” en ese cambio de la universidad, y cumplimos la mayoría de edad, y nos hacemos adultos, donde con la adultez llegan las responsabilidades más fuertes, y no me refiero a tener familia, sino a esa de mantener un trabajo, y poder pagar el carro y la casa; la transición se convierte en un disparate, en un engaño, y nos preguntamos miles de veces, ¿cuál era el apuro de crecer, decían? 
     
      Una de las transiciones que más valoro, y ya no sucede como antes, son las llamadas graduaciones. Soy defensora de ese acto, que aunque a veces es largo y tedioso, es uno de los actos que te ayudan a identificar en qué lugar de la vida estás parado. Todos los años de una manera u otra, algunos compañeros y yo, hacemos adopción de algún estudiante que no quiere ir a la graduación de cuarto año, por la razón que sea, y lo convencemos de que participe. 
     
      Este año era para mi sumamente importante la graduación de cuarto año de mi escuela. Mi hijo mayor es parte de ese grupo de jóvenes que les tocaba desfilar con sus togas y recibir el simbólico diploma de escuela superior, el papel que completa la transición a la adultez. Con la terminación de su cuarto año, llegan sus 18 años, excelente y sabrosa combinación, si les soy sincera. Es aquí, donde se separan los niños de los hombres, y dejo en la sociedad a un muchacho que ya se afeita la cara, que trabaja, que tiene permiso de conducir, y pronto pisará alguna universidad. Con su transición también va la mía, esa de mamá gallina, que tiene que dejar que el polluelo ya más grande vaya en busca de cómo satisfacer sus necesidades. 
     
      Mi hijo mayor, ha tenido unos estudios superiores bien atropellados. Su grado décimo se vio afectado por el huracán María, y su cuarto año por temblores y la pandemia. Ha tenido que “transicionar” más de lo que normalmente un adolescente está expuesto. Lo que a veces hace que los errores normales de un adolescente se vean con más ojo crítico. En dos semanas aún sin graduación física, mi hijo puede decir que terminó su enseñanza superior, y cumplirá 18 años, por lo que podrá jactarse de que es “mayor de edad”. Solo espero que las experiencias vividas, a las malas y a las buenas, le ayuden a “transicionar” de forma adecuada en la vida. Y que nunca tenga que preguntarse, ¿cuál era el apuro en crecer?

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