miércoles, 16 de diciembre de 2015

Visitantes inesperados, no bienvenidos...

Hoy es uno de esos días, donde todo me molesta, todo. Ando sumergida en ese lapsus de entender porque no aprendo que la vida se vive hacia adelante y no estancada en los porqués, los cuándo, cómo y quiénes. Tengo que buscar la forma, de sacarme de encima este peso que me pega al suelo y con el arrastra mi animo y fuerza de voluntad. Entonces no me deja escribir, no me deja anudar, no me deja seguir, no me deja avanzar. Se apodera de mi el visitante ansiedad, creando un momento bochornoso, paseándose frente a mi en forma dulce y sensual, provocando que como a los perros de Pavlov comience a salivar y coma en vez de enfrentar mis problemas. 

Quiero que mi desorganizado cerebro comprenda, como me dijo un amigo, que esto es una simple crisis de los cuarenta, a los que irónicamente no he llegado, pero que están ahí pegaditos. Algo así como el síndrome premenstrual que te deja totalmente jodida antes de que llegue lo que jode en realidad. Y quiero que las cosas fluyan, porque así es que se vive la vida, fluyendo, vacilando, esquivando todos esos golpes que insiste en darte la vida, los cuales yo intento ahogar con un "existe gente más atrás". Pero es que miro, miro, miro y no las veo. Pero la conciencia me dice, están. 

En todo el rollo mental solo siento el martillar de todos esos visitantes inesperados, pero no bienvenidos, que me azotan el alma y las entrañas. Y que como espíritu negativo, le dan vida propia a mi sarcasmo, colocándome muchas veces en vergüenza, pero que no lo percibo, porque mi frustración puede mas que yo, y pasándome la mano cariñosamente por la espalda me dice, "ya que mas da." 

Levantando la cabeza lo único que veo es la lona, "soleada" en la esquina del ring, veo el miedo en forma de Rocky Balboa, la desesperanza en la figura de Muhammed Ali, no distingo nada más, solo siento los jabs llenos de terror que me arrancan la piel y me amoratan los sentimientos. Y es allí, justo allí, donde tirar la toalla es la opción más saludable. Huir por las barandas es la solución a escapar de semejantes golpes. Pero el miedo me renueva la fuerza, espero desgastada el último round. 

Me levanto con "flow" miro el miedo, observo la desesperanza, me acompaña la ansiedad, no me suelta la frustración. Y así volviendo la vista, los veo en el sofá de casa, entonces ensancho las aletas de la nariz, y bramo, como un toro. Los miro fijamente y les digo: " Si no se piensan ir, por mi parte busquen como acomodarse, solo un pequeño favor, no jodan mucho y no me acaben con el café."

1 comentario:

  1. Y entonces, te buscas el poema "En la brecha" de José de Diego y te cuadras para embestir lo que venga.

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