lunes, 30 de enero de 2012

Formando caracteres

En estos días comentaba con mi esposo, la diversidad de caracteres que tienen nuestros hijos. Aun cuando las personas tienden a decir lo mucho que se parecen físicamente, la realidad es que lo único que tienen igual es la nariz; mi nariz. Por lo demás son bastante diferentes. Dicen que los hijos son el reflejo de los padres y que debemos ser muy cuidadosos en cómo nos sentimos, expresamos o actuamos; porque ellos son esponjas. Sin embargo mis hijos botaron la bola. Cada día que pasa veo más sus diferencias entre ellos y sus similitudes conmigo.

Como sabrán los que leen mi blog, mi hijo mayor, tiene ADHD (Attention deficit, hyperactive disorder), para quien no conozca sobre esto, es una condición que afecta el nivel de atención y mantiene al niño en un constante movimiento motor. Como dirían nuestras abuelitas, Jan es un muchachito “desinquieto”. Sin embargo, por lo general es “tímido”, cuando llegamos a diferentes lugares hay que estarle pidiendo que salude. Cuando lo hace su tono de voz es casi inaudible o con el tonito llamado “baby talk”, se supone que esto es parte de su condición, pero ¿saben qué? Su madre era igual cuando pequeña y aun a sus 35 años arrastra sus “cositas”. Una de las metas que me he propuesto dentro de la formación de carácter de mi hijo mayor, es lograr desarrollar algo que quizás yo todavía no he terminado de desarrollar. Quiero que mi hijo desarrolle una fuerza de voluntad que no vacacione como la mía. Porque quiero que aprenda a enfrentarse a la vida. Solo que a veces parece que cuando mi fuerza huye, se lleva la de él para no sentirse sola, dejándonos a ambos en una total frustración, pero a mí, con una lucha interna de cómo continuar formando ese carácter. Pero, eso no es excusa, mi hijo tiene que entender que él puede ser un ser humano excepcional.

Mi hijo menor por su parte, no es tímido, saluda a quien encuentra, te dice su nombre y tira besos. También mantiene una conversación y te hace un cuento sobre su atatita (abuelita) que desde esa lengua de trapo, no logramos descifrar. El nació con una fuerza de voluntad de acero y carga un carácter que su madre envidia y aun cuando en su pecho carga un corazón roto, me hace pensar que solo carga el reflejo del mío. Porque aun con lo que dicen los médicos mi hijo tiene un corazón de hierro.

Cada día que pasa me demuestra que mi trabajo es moldear tanto su carácter como el de su hermano, no se cual de los dos me dé más trabajo. En realidad, para ser sincera, no sé quien esta moldeando el carácter de quien. En ocasiones siento que los dos me ponen a prueba, con toda la intención. Llevándome al límite, para después mirarme con esas caritas de: “¿Acaso no ves que somos tu reflejo?”. Quizás estemos hechos para moldearnos mutuamente, porque mientras yo desarrolle hombres de bien, con fuerzas de voluntad de acero, ellos moldearán una madre fuerte, capaz de enfrentar su mismo mundo.

viernes, 27 de enero de 2012

Se acabó la magia...

Nuestra vida desde la infancia consta de momentos mágicos. Cuando somos pequeños tenemos muchos de estos momentos pero de corta duración Y, dada nuestra ingenuidad, cualquier cosa o detalle podía desencadenar en un momento totalmente mágico. No había nada como sentir ese cosquilleo que provocaba que nos brillaran los ojos cuando sabíamos que ese momento estaba cerca, aunque durara poco. Y que no importaba si duraba poco porque; cuando ese acabara, llegaría otro a veces hasta mejor.
Cuando crecemos le damos un sentido diferente a nuestros momentos mágicos. Según maduramos, nuestros momentos son menos, pero más duraderos y esta vez sí importa el tiempo que duren. Porque, según crecemos, tendemos a ser algo más cuidadosos a la hora de determinar que hace un momento mágico. Podemos experimentar un momento mágico en diferentes facetas de nuestra vida, en el amor, la amistad, el trabajo, el crecimiento diario, en muchas áreas.
Ahora bien, ¿quién determina cuándo somos adultos que la magia se acabó? Tengo una amiga que me consta que experimentaba un momento realmente mágico con su pareja, yo como mujer, podía ver ese brillo en sus ojos cuando hablaba de él, incluso cuando estaba en su compañía. Y de momento, como en los muñequitos “PUFF” se acabó la magia. Lo triste es que para ella, la magia seguía estando allí. Entiendo lo difícil que debe ser para ella tratar de encontrar el botoncito que un día hizo “click” y encendió ese mundo mágico de Disney. Es realmente difícil darle “off” a algo que  siempre entendiste era mágico. Nos sucede igual con las amistades, de repente esos momentos que nos hacían volar la imaginación se ven opacados por desenlaces tristes, pérdidas, un coraje, un adiós.
¿Qué tan preparados estamos para aceptar que la magia se acabó? El que está sumido en el encantamiento nunca estará listo para cuando se acabe ese momento, que no habrá hada madrina ni varita que lo salve. Nos toca entender que, al igual que cuando éramos pequeños, los momentos mágicos no duran siempre lo que queremos. Pero siempre, en algún momento, tarde o temprano; llegará otro.  Porque cuando somos capaces de entender que hace un momento mágico, sabremos determinar cuándo volver a encender ese botoncito, que alguna vez nos hizo sentir mariposas y hacer que el brillo de nuestros ojos alumbre nuevamente el mundo. Por el contrario, nadie determina cuando se acaba la magia; sino que determinamos lo maravilloso que es experimentar cuando comienza.
Millie… Tus hijos son tus varitas mágicas y a ti te adorna una hermosa magia.

miércoles, 25 de enero de 2012

Sueños

Hace tiempo pensaba que había comenzado a soñar muy tarde. Incluso catalogue a mis sueños de jóvenes juguetones. Porque por alguna razón no se dejaban alcanzar. Sin embargo este año en el que he pasado procesos de todo tipo y momentos más azules que de otros colores; he notado algo. Mis sueños han bajado sus revoluciones. No sé porque siento que en algún momento, en el menos pensado, se van a dejar alcanzar. Lo mejor de todo es que lo harán sin ninguna resistencia. Puede haber algunos motivos para que mis sueños hayan decidido darme una oportunidad. O me estoy haciendo mayor o al fin comencé a creer en mí. Y es que entendí que en el preciso momento en que comience a creer en mí, el mundo entero lo hará, incluyendo mis sueños.

A llegado el momento de mi vida, que ahora mismo no tiene ningún color, de despertar. Mis sueños al creer en mí, esta vez me han dado ventaja. Incluso me están dando el tiempo de despertar, lavarme la cara, vestirme, amarrarme los cordones de los tenis, con el fin de comenzar la carrera tras ellos. Esta vez no habrá jugueteos. Debe ser que con el tiempo, al igual que yo, mis sueños han madurado un poco. Solo sé que al final de la carrera, justo en la línea de la meta, los sueños que han creído en mí, me estarán esperando. No solo los habré alcanzado, sino que esa meta será el principio de muchas más. Apenas comenzará  mi carrera tras mis sueños, porque decidí que  yo, no dejaré de soñar.

sábado, 21 de enero de 2012

Decisiones, decisiones

Hace aproximadamente 3 semanas que mi suegra está en el hospital. Nos dio un gran susto, la verdad. Y según han pasado los días ha tenido diferentes compañeras de cuarto. Aun cuando no la visito con frecuencia, por los nenes, he conocido las decisiones que han tomado ellas e incluso mi suegra. Y me he sorprendido grandemente. El proceso de tomar decisiones es algo que nos persigue desde pequeños. Pueden ser a veces decisiones insignificantes, pero siempre serán tomadas bajo un proceso difícil. Aunque siempre va a depender de la perspectiva de quien tome la decisión.

Una de las señoras que estuvo hospitalizada  sufrió una complicación cardiaca, y se negó a que se le realizara un cateterismo, esa fue su decisión. ¿La decisión del médico? Darle el alta bajo su propio riesgo. Y me cuestionaba en ese momento lo difícil que nos vamos poniendo según nos vamos haciendo “mas maduros”. Y más aun me cuestionaba lo difícil que era para mí decidir lo que era mejor para mis hijos.  Pensaba lo quizás “fácil” que fue para esa señora negarse a ese procedimiento y lo “difícil” que es para mí tener que escoger la fecha en que le hagan lo mismo a Ian, un niño que quizás tiene unos 60 años menos que ella.

Hace unos días, mi suegra tuvo otra compañera. Ella tomó la decisión de quitarse todo lo que tuviese encima que la amarrara al hospital. ¿La decisión del médico? Supongo que lo mismo que la primera paciente. Y, mientras pensaba en la “valentía” de esa señora arrancándose todo,(yo, si paso por el dolor del suero, no me lo arranco ni loca) pensaba también en la “cobardía” que siento al tratar de tomar la decisión de medicar por su hiperactividad a mi hijo mayor.

Creo que según nos hacemos mayores, la parte del cerebro que nos ayuda a tomar decisiones se trastoca un poco, y con ella se trastocan los sentimientos y las formas de pensar. Sobre todo si esas decisiones tienen que ser tomadas bajo el efecto de momentos azules, rosa o negros. No me considero una mujer del todo carismática, pero pienso en que si hubiera tenido la oportunidad de hablar con esas damas, sobre lo difícil que es para mí, tomar decisiones a favor de la salud de mis hijos; quizás hubieran pasado dos cosas. Hubieran sentido empatía y me transmitían su “valentía” o lo hubieran pensado mejor y se hubieran hecho sus tratamientos. Nunca lo sabré… nunca tome la decisión de hacerlo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Mi vida y los colores

  Y vuelvo con el temita de los colores. Ya parezco un bendito arco iris. Hace unos días mencionaba los colores en un escrito sobre sabios, y pensaba en el significado que le damos a los colores en nuestra vida. Cuando somos pequeños nos enseñan a  asociar los colores con los estados de ánimo, con las cosas que hay a nuestro alrededor. Cuando somos niños asociamos el rojo con el amor, así que si veíamos a algún amigo dibujando corazoncitos rojos, de seguro estaba enamorado. De igual forma el azul era la tranquilidad del mar, aunque sepamos que el agua del mar es transparente. Y como olvidar esa asociación del violeta con Barney el dinosaurio.

Según vamos creciendo cambia nuestro sentir hacia los colores. El rojo se convierte en pasión y en otros no mejores casos en sangre. El amarillo aunque nos pueda parecer sutil, lo ligamos con la palidez de las cosas. El azul ya deja de ser tranquilidad, y se convierte en pena y tristeza. El violeta juega al luto con el negro.  Como mujer siempre he tenido preferencia por el azul. Pero no para vestir ni maquillarme, simplemente me gusta ese color. Sin embargo, cuando tuve que experimentar lo que era sentirse azul por la tristeza y la pena, mi preferencia cambio. Tengo que aceptar que el azul es el mejor color para describir ese sentimiento. 

Ahora bien, cuando mi hijo menor nació, tuve una bendita obsesión con el color verde. Aun cuando las características principales de mi hijo era que se pusiera azul. Lo lamento, no pude evitar el sarcasmo. Uno de los primeros días de nacido de mi hijo, mientras se recuperaba en el centro Cardiovascular, recibió la visita de una neonatóloga. Ese día Ian, mi hijo, estaba vestido con un mameluco verde, un simple mameluco que hasta grande le quedaba. Pero esa doctora lo vio y me dijo: “¡Qué bonito le queda el verde a este bebe! Y de ahí nació mi gusto por el verde, un color que le quedaba bonito a mi hijo, un color que significaba esperanza. La esperanza de que mi hijo algún día se iba a recuperar.  Gracias a Dios, que Ian era pequeño, porque hubiera odiado el verde, fueron muchos los meses que pasó vestido de ese color. Mi hijo está todavía en proceso de recuperarse, no por completo, pero de hacerlo.

Mientras sigo creciendo y paso entre el crecimiento los procesos de mi hijo, tengo muchos momentos azules, demasiados para mi gusto si vamos a ser sinceros. A veces son tan azules que casi se tornan violetas. Pero en esos momentos que tengo algo de lucidez, un tono verde se ve en la distancia. Trato de no perderlo de vista y le grito: “ ¡Ven, vísteme de esperanza! De seguro, si la neonatóloga de mi hijo me viera, me diría: “¡Mamá, que bonito te queda el verde!

sábado, 14 de enero de 2012

Dedicado a mis sabios

Hoy leí en un status de facebook este mensaje: “Hay personas que aunque te pinten un mundo de colores siempre te ofrecen una realidad en blanco y negro.” Y por alguna razón me llegaron a la mente unas personas que son muy importantes en mi vida. Unas personas con las que nunca comparto de frente. Nuestra relación es puramente virtual o telefónica. Son personas que han pasado de mejores amigos a convertirse en mis sabios. Cada uno tiene una profesión, pero desde mi perspectiva debieron estudiar sicología.
 Y es que tienen una habilidad increíble para sacar lo bueno y bonito que hay en mí. O sea pintarme la vida de colores.  Pero a la misma vez tienen la habilidad para buscar la forma de traerme de nuevo a la tierra, en esos días en que siento que mi vida es una montaña rusa. Son seres que han pasado por muchas experiencias, que lloran como cualquier hijo de vecino. Les tengo un cariño muy particular a mis sabios, porque no me juzgan, pero cuando tienen que decirme mi realidad en blanco y negro no tienen reparo y con la total tranquilidad de que eso no provoque un distanciamiento de lo que significa nuestra relación de amistad. Mis sabios conocen mi vida completamente, no hay un solo secreto. Conocen mis alegrías, mis tristezas y mis desilusiones. Y no solo las conocen, a pesar de la forma tan poco personal de relacionarnos, han reído conmigo mis alegrías, han celebrado mis triunfos aun cuando algunos son pequeños y han tenido la empatía de escucharme llorar y no decir nada en lo que paso el proceso. Me aconsejan sobre mis hijos, sobre mi matrimonio y mi vida. Y me motivan a no estancarme, a seguir adelante.

Una de las cosas que me gusta de mis sabios es que no tienen una pizca de ambigüedad. Son seres frontales que entienden que hablando de frente y sin rodeos las cosas son mejores. Prefieren estar totalmente claros a presentar un mínimo de confusión, porque conocen las consecuencias de no ser francos. Mis sabios, no nacieron sabios, sus experiencias les han abierto los ojos a un mundo donde la sinceridad y las cuentas claras son la mejor forma de llevar la vida, y no solo llevarla, sobrevivirla.

Agradezco diariamente por esas personas que cuando les llamo o les escribo para hablar de lo que sea, buscan intensificar el rojo del amor que tengo por los demás, el amarillo de la luz que puedo ser para los demás, el verde de la esperanza que le puedo brindar a los demás, el azul de la claridad en la que me puedo convertir para los demás. Hacer más transparente la pureza de una verdadera amistad. Así como de la misma forma buscan  opacar el violeta de la tristeza que pueda haber en mi vida y mi corazón. Todo eso trayéndome la realidad en blanco y negro. Pero con un color sutil en sus bocas que impide que me duela, al menos no mucho, aun cuando esa realidad este en un cartel tipo “Billboard” con lucecitas alrededor. Espero que mis sabios se queden a mi lado por mucho tiempo, no solo por lo que son, sino para que me dé el tiempo de seguir aprendiendo de ellos y seguir creciendo. Lo suficiente para que algún día ellos me digan: “Marta Raquel, que mucho has crecido, ya eres una de nosotros”

sábado, 7 de enero de 2012

Cerrando capítulos a la mala

La vida está llena de procesos y situaciones que se convierten en capítulos, algunos tristes, algunos felices. También está llena de pérdidas materiales y emocionales. Estos procesos y pérdidas a veces nos ayudan a crecer, otras a veces nos estacan, en el peor de los casos nos incitan a huir del proceso, de la perdida, de uno mismo.
Cuando eres una persona pasional como yo, no logras asimilar con facilidad este proceso de perdida que te obliga a cerrar capítulos en tu vida. Sobre todo cuando hay que cerrarlos de momento. Y estos no te dan una esperanza de un continuará. O por el contrario cuando al tratar de cerrarlos te das cuenta que no estás cerrando un simple capitulo, sino que es un libro o en el peor de los casos una biblioteca.
Hace unos años perdí una amiga, un capitulo de años que obviamente era un libro para mí. Quizás yo fui un simple capitulo para ella, uno fácil de cerrar. Yo aunque me haga la fuerte y diga que cerré ese libro, lo mantengo cerca por si decide regresar. Hace unos días perdí un amigo, un pequeño capitulo que quizás no se convierta en libro, pero que me hace sentir que cierro una biblioteca. Todos tienen el derecho a seguir sus vidas de acuerdo a sus necesidades y con ello cerrar todos los capítulos que sean necesarios aunque eso signifique dejar mucha gente que se quiere de verdad.
Solo quiero dejar claro que aun cuando por obligación tenga que cerrar capítulos en mi vida, ya sea para crecer o aprender; aunque la vida me cierre libros en la cara sin mi permiso y las situaciones me requieran clausurar mis bibliotecas, en lo más profundo de mi corazón, estará la llave que les permita a las personas que perdí  entrar nuevamente en mi vida. Porque cuando el cariño y la amistad es real, siempre existirá un continuará…

martes, 3 de enero de 2012

Vivir

El 31 de diciembre pedía a gritos un corazón, y un cerebro nuevos. Tenía mis razones de bastante peso para pedir eso. Hoy sin embargo a 5 días de levantarme con unos dolores intensos en mis articulaciones, me pregunto si no es mi cerebro y corazón quienes en realidad necesitan una Marta Raquel nueva.
Una menos pasional, que conozca sus límites. Que sepa darle la importancia a lo que realmente lo merece no a todo lo que le rodea. Una que sepa aceptar un no como respuesta y no se parta la vida tratando de entender porque no fue un sí. Una que sepa estar todo el tiempo para sus amistades, pero también sepa sacar un tiempo para ella. Una que no se desviva tanto por agradar a los demás y comience a aprender el proceso de agradarse ella. Con sus rizos alborotados y esa pancita que la faja tapa tan bien. Una que comprenda que sus desgracias no son las desgracias de los demás y viceversa. Una que le dé la oportunidad a su cerebro de ser creativo y deje de atiborrarlo con tanto pensamiento morboso, triste y sin importancia. Una que entienda que cada persona a su alrededor tiene un espacio y que no significa necesariamente que no quieran que ella este en su vida. Y que por lo tanto sepa apreciar su propio espacio.
Una Marta Raquel que sepa apreciar lo hermoso de los latidos de su corazón cuando sus hijos hacen una nueva hazaña, que sepa entender el esfuerzo de su hijo mayor y aprenda a amar el carácter de su hijo menor. Una que aprenda a cultivar su propio jardín y no pida flores. Que no cicatrice más su corazón con nimiedades si sabe que con mucha dedicación cada golpe será sanado. Una que entienda que su fuerza de voluntad no vacaciona sino que huye del terror de verla tan llena de miedos y decisiones extrañas. Una que entienda que en esta montaña rusa llamada vida, no importa cuántos sube y baja tenga lo importante es sacarle partido al viajecito. Que no importa si alguna vuelta asusta, lo que vale es lo que aprenda de la vuelta. Una Marta Raquel que comprenda que no se tiene que estar feliz todo el tiempo, sino que hay que vivir a plenitud con sus  buenos y malos momentos.
Porque aun cuando Alejandro Sanz dice que: “Lo más peligroso que tiene la vida es vivirla”, No debemos dejar de vivirla por miedo. Sino que tenemos que enfrentarnos a ella y sacarle el mejor de los partidos. Como se dice mucho por ahí: “No dijeron que sería fácil, solo que valdría la pena”. A mi cerebro, corazón y fuerza de voluntad, mil perdones, nunca debí querer cambiarles. Por otra parte les hago una fiel promesa. Marta Raquel, ¡promete comportarse!