martes, 31 de diciembre de 2019

Un rompecabezas

“Ten paciencia, todo está acomodándose.” - Autor desconocido

     Si hay un artículo que tiene un nombre totalmente correcto, es el rompecabezas. Tengo que aceptar que es un modo de entretenimiento muy bueno, y que te ayuda a trabajar con los diferentes sentidos. Y si eres de estas personas que puede pasar horas largas mirando formas , colores y espacios, definitivamente es una buena opción. Ahora bien, si yo tuviera la oportunidad de cambiarle el nombre a los rompecabezas, el nombre que más se le acercaría es “Módulo de adquisición de paciencia a corto plazo”. Les voy a explicar, no es que yo sea amante a los rompecabezas, pero como dije anteriormente es un excelente método para trabajar el motor fino, así como poner a trabajar la cabeza tratando de descifrar el lugar correcto de una pieza. Así que en mi casa, mis hijos han tenido varios rompecabezas. Ahora bien, en esta navidad ha llegado a mi casa, como regalo de navidad de parte de una amiga, un rompecabezas maravilloso, simplemente por el hecho de que es relacionado al principito. 

     Como muchos saben, soy fanática de este personaje, hasta el hecho de que en alguna forma he logrado relacionar mi vida con mi hijo menor con la historia. Ian ha sabido ser principito, rosa, cordero, planeta, estrella y en ocasiones ha sido para mi desesperación baobab. Así que volviendo al rompecabezas, que en realidad fue un regalo para Ian, él en compañía de una de sus primas, comenzaron la gran tarea de montar. Fue en cierta parte un poco jocoso, escuchar en la cocina las peleas de estos dos seres de tan diferente edad, el 10 y ella 21 mientras decían: “no, eso no va ahí”, “no, así no”, “no hagas eso”, “te dije que esa no era la pieza”. Llegó el momento de salir y ellos volvieron a colocar el poco trabajo hecho en la caja. Yo me quedé pensando como un simple rompecabezas de 200 piezas de tan hermosa imagen podía romper con la paciencia de dos seres tan jóvenes. Hasta que me tocó. 

     De primera instancia ya le había dicho a mi esposo, que cuando se montara el rompecabezas, no se iba a desmontar. Yo quiero laminarlo y que Ian lo coloque en su cuarto. No tengo mucho espacio en mi casa, para tener un rompecabezas a medio montar, así que yo asumía que esto iba a ser trabajo fácil. Al otro día, Ian me pidió que comenzáramos de nuevo la tarea. En un rato con su “supervisión” había logrado montar el marco, el principito, la flor y el planeta. Entonces, surgió algo realmente impresionante. No nos fijamos, que la parte de arriba del rompecabezas era toda del mismo color. ¿Saben que pasó? Por un momento sentí, como toda la magia del momento se me deshacía entre las manos y me creaba dolor en la espalda y las piernas, cansada de ver que no iba a tener una solución rápida al trabajo por hacer, me levanté y no quise mirar más el rompecabezas. Un rato después, Ian me volvió a pedir que retomáramos, hastiada le respondí que no tenía ganas, que después. 

     Y mientras pasan los días y sigo viendo sobre el piso de la sala la obra a medio terminar, pienso que la vida es eso, un rompecabezas, “un módulo de adquisición de paciencia a corto plazo”. La vida no viene con una imagen previa de cómo debe quedar, o como se debe seguir, pero está llena de piezas que vamos encajando para lograr darle forma. En el proceso, al igual que mi hijo y mi sobrina, escucharemos esas peleas en nuestra cabeza, “no, eso no va ahí”, “no, así no”, “no hagas eso”, “te dije que esa no era la pieza”. De igual forma, algunas las obligaremos a encajar y después dolerá arreglar los raspones que produjo tratar de que algo encajara donde no iba. Pero en el proceso, seguimos dando forma, trabajando con nuestros sentidos, aprendiendo nuevas estrategias de supervivencia, aprendiendo a manejar la virtud de la paciencia. 

     No sé cuánto tiempo más, estará en el piso el rompecabezas, hoy mi esposo intentó y desvariado dijo que el rompecabezas no era como la lámina. Creo que el “módulo” también comenzará a trabajar sobre él. Ian también se volvió a sentar a mirarlo, se levantó y se fue a su cuarto. Yo sigo aquí, viendo cómo he logrado no sucumbir a la tentación de guardar el trabajo ya hecho. Este año que comienza sé que promete mucho, tengo un adolescente a punto de convertirse en adulto, y que su rompecabezas está muy desordenado aún. Y un preadolescente que ama jugar con todas las piezas que suponen su vida, aun cuando me vuelva loca. Y está mi vida, esa que llena de piezas que quise encajar a la mala, he destinado a sacarlas aparte, porque es bien claro, que no pertenecen a mi rompecabezas. La paciencia, ha entrado a mi vida, más que una virtud, como un maravilloso estilo de vida. Mientras, seguiremos intentado, terminar el rompecabezas del principito. 

jueves, 21 de noviembre de 2019

Mi vida es un refrán...

“Nunca dejes de aprender, porque la vida nunca deja de enseñar.”- anónimo 
     
     O una metáfora, vaya usted a saber. Como diría esa canción de Luis Enrique “la vida es irónica”, y en mi caso los genes no perdonan. Creo que por algún lado escribí que había heredado de mi difunta madre, esa cosa de ser irónica y sarcástica. También heredé esa manía de colocarle un refrán a cada situación, heredé su cara, heredé esa maldita manía de sufrir por quien no me quiere, me aprecia ni me valora, pero no heredé sus tetas, esas que ella pregonaba haber amamantado dos muchachos y que mantenía “paraditas” mientras yo, solo había medio amamantado a uno, y la fuerza de gravedad me jugó una mala pasada. 

     Entonces, (ya saben, la muletilla) voy dándole casco a cada cosa, y mientras le suelto un refrán, aprendo. Como cuando quiero ser la más dada, buena gente, ayudar, (sin que me lo pidan, joder) y lo que resuelvo con eso, es recordar esa expresión tan sutil de ella, cuando me decía: “El que se baja mucho, se le ve el culo.” Ya ustedes saben, de todos los expertis que tengo, “pedirle peras al olmo” es uno (Ahí va otro refrán). Hay que aceptar, que la empatía, y ser buena gente, a veces no trae los frutos esperados. De igual forma, puedo recordar, en el mismo tema, cuando se trata de “seguir” siendo buena gente, o sea, te aclaro, te prestas, alzas la mano como niño insistente que se sabe la respuesta a la pregunta de la maestra, te zumbas con todo el ímpetu, y ¡zas! “Tanto nadar para morir en la orilla”. Dicen que cuando eres maestro nunca dejas de aprender, y yo me doy como mínimo un cantazo al día, y aprendo, y reflexiono, y aprendo y reflexiono, y “como la burra al trigo”, vuelvo y meto la pata. 

     Tengo que dejar claro que me encanta aprender, aunque preferiría que el aprendizaje no doliera. ¿Cuál es la necesidad de caerse para entender dónde no debo pisar? Porque como le decía a una amiga, todas las caídas sean físicas o emocionales son estúpidas. No en balde se aclara ante esos procesos de estupidez humana, “que vuelve uno a tropezar con la misma piedra”. Y aunque en el momento cíclico de aprender y reflexionar, uno quisiera encontrar a quien echarle la culpa, siempre cabe destacar, “que la culpa, es huérfana”. Así que bien corresponde, abrir un centro de adopción, y aceptar ese porciento de paternidad o maternidad que tenemos sobre ella. Hay que recordar que “tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le aguanta las patas”.

     Esto no significa que “por mucho madrugar amanezca más temprano”, y que todo irá fenomenal, pero seguimos adquiriendo aprendizaje en el proceso. Si fuéramos a hablar de esas cosas que heredé de la que me parió, hubiera preferido heredar la mano para coser, y para cocinar para muchas personas. También hubiera preferido heredar la capacidad de la organización que tenía, yo soy la estaca donde amarran a la gente desorganizada. Pero, me tocó heredar lo que la genética entendió necesario que me ayudaría a vivir y aprender, aunque sea a golpe y porrazo. Así que también me heredó la capacidad de acompañar las situaciones con una buena retahíla de palabras altisonantes. 

     Así que si un buen día usted me ve con el sarcasmo a flor de piel, acompañado de metáforas, refranes y un coño o un carajo, sepa que estoy en proceso de aprendizaje, haciendo uso de eso que heredé de mi mamá. 

martes, 1 de octubre de 2019

El sutil arte de anudar

“Muchos nudos y muchos enganches...se ha liado muy bien, si es que se trata de que aguante. Nudo listo quedó, y listos o no. Hay que intentar desatarlo aunque fuerte se ató. Nadie así se esforzó, de pecho hoy doy el do. ¡A Desatar Lo Indesatable voy yo!” Fragmento de una canción del programa infantil Phineas and Ferb. Referencia al nudo Gordiano de Alejandro Magno. 
Imagen de Google

Aprendí a anudar creo que en 2011, cuando se pusieron de moda las gomitas con las que los niños hacían pulseras. Para motivar a mi hijo mayor, un preadolescente en ese entonces, busqué vídeos de YouTube y le compré gomas por montones. Al final, fui yo la que “jugaba” más con las gomas que él. Por cuestiones relacionadas a un anuncio sobre toxicidad de las gomas, las echamos a un lado y comenzamos entonces otro proyecto. Hacia tiempo que le había comprado una cajita con cordones para hacer las llamadas pulseras de supervivencia. Y al igual que con las gomas, entre de nuevo a YouTube y aprendimos a anudar. Adolescente al fin, no le llamó mucho la atención esa dinámica de hacer nudos. Sin embargo, yo descubrí algo, anudar, al igual que escribir era una forma de relajarme. Así que lo convertí en un estilo de vida. 

Quizás a simple vista, cualquiera puede hacer un nudo, pero si buscas, hay miles de formas de anudar, cada cual con su nombre, cada cual con un tipo de cordón e hilo diferente. Yo aprendí una gran variedad de ellos, algunos de memoria, otros tenía que regresar a los vídeos para poder retomarlos. Lo bueno de los nudos, es que si no los aprietas muy fuerte, puedes deshacerlos. En ocasiones el coraje me ganaba cuando ya terminado un trabajo, debía deshacerlo y comenzar de nuevo. Aunque soy bastante diestra, el solo hecho de ver perdido el trabajo, ya causa bastante frustración. 

Así me pasa en otros aspectos de la vida. He mantenido ese sutil arte de querer anudarme a las personas que a mi entender, deben ser parte de mi vida. Sin embargo, cuando de personas se trata, tengo la mala costumbre de hacer nudos fuertes y esos la forma más rápida y certera de deshacerlos, es cortándolos con una tijera, aunque en el intento, se corte algo más que el hilo. Hace un tiempo, me tomé la leyenda del hilo rojo muy a pecho, y pensé que era del todo cierta esa cuestión de que algo te ata a ciertas personas que están destinadas a ser parte de tu vida. 

Luego de tener que manejar una catarsis, como me dijo una amiga, tipo Huracán Dorian, estacionaria y con severas inundaciones, he recapitulado. No siempre se deben creer todas las leyendas, por algo se llaman leyendas, porque tienen algo de imaginario. No siempre lo que creemos conveniente, es beneficioso, aunque a veces nuestro ser caprichoso nos quiera hacer creer que si. Así que aunque cuando ya tenga una situación anudada, muy fuerte, debo aprender a “desnudar” o a cortar, aunque cuando use la tijera, me corte un poquito el alma. Obviamente dolerá el proceso, pero es parte de esos sutiles aprendizajes que se adquieren a destiempo. 

lunes, 2 de septiembre de 2019

Ser como piedra en el mar

"No hay nada mas duro, que la suavidad de la indiferencia."- Juan Montalvo

         Hace algunos años escribí, utilizando las palabras de Kym, una amiga española, que iba a ser como ”Las piedras al borde del mar, que reciben ola tras ola con una indiferencia admirable. Y dejarme llevar por la vida, sin pensar nada, sin imaginarme nada, sin hacer demasiadas cábalas sobre lo que vendría, lo que tuviera que ser, sería.” Tengo que decir que, “I failed...” He sido piedra, he sido barco, he sido a su vez mar y he sido olas... en fin he sido. 

          Con el pasar de los años he tenido momentos de no imaginar y algunos años donde lo he imaginado todo. "Cábala tras cábala"..., recibiendo con el pecho como escudo cada cosa que sucediera, me imagino que a eso es a lo que se refieren cuando me dicen, Marta Raquel, no te puedes tomar todo a pecho. Pareciera que “haciéndome la fuerte” todo iba a ser más fácil, solo que olvidé la parte de la “admirable indiferencia”. Y es que me cuesta ser indiferente. Que no es algo con lo que se nace, eso se aprende. Y yo pues... no aprendo. Tantos años, tantos golpes y la ignorancia se me muestra perpetua. 

          Para mi, ser indiferente es mostrar poca importancia al alrededor, a lo que sucede, y si hay algo que he adquirido desde que mi niño menor llegó a mi vida, es empatía. Así que llámenlo ignorancia, insensatez, estupidez humana, me cuesta grandemente ser indiferente. Sin embargo, hay algo de lo que estoy consciente, del otro lado del mundo no se percibe el mismo sentimiento. He tenido que chocar con las paredes de la indiferencia de muchas personas que aprecio. Y los golpes han sido devastadores. Me quedo tirada ahí, sea la lona, el piso, la circunstancia y me hago chiquita, poquita, hablemos claro, me hago mierda. Lo más que me pregunto en el proceso es: "¿En dónde dan el puto curso de me vale verga la vida y los demás?"

          Quisiera poder establecer de plano, luego de los cantazos que he recibido en estos últimos meses, que un buen día “seré piedra al borde del mar, y que de una buena vez, recibiré los golpes con una admirable indiferencia.” Pero, si usted me conoce, sabe que esa no soy yo, y temo tener que escribir nuevamente que fallé en el proceso. Sin embargo, puedo por lo menos darme la oportunidad de aprender que una cosa es ser empática, y otra muy diferente es querer demostrarle al mundo entero que tipo de persona soy. Después de todo tengo que aceptar “cábala tras cábala”, que no importa cuanto pase, viva o experimente, “lo que tenga que ser, será.”

miércoles, 19 de junio de 2019

Mueve mi corazón (Rock my heart)

"Cuando vences tus miedos, destruyes tus limites." - anónimo 
Si fuéramos a darle un significado a la palabra miedo, creo que un post no daría para exponer las diferentes variantes que el concepto pueda tener. Por ejemplo, yo vivo diariamente con muchos miedos. Algunos de ellos, para ciertas personas, pueden resultar insignificantes, para mi, no lo son. Como ese miedo que le tengo a guiar fuera de mi ciudad. Y es qué cuándo una persona tiene problemas de direccionalidad, y una mente poco prodigiosa para recordar nombres de calles, salir de su área no es tarea fácil. Sé, me consta, que un buen día, no habrá remedio, y me tendré que aventurar. Como cuando también vivía aterrada a echar gasolina, y un buen día, la guagua estaba “empty” y no hubo remedio y tuve con todo el miedo del mundo que meterme a la gasolinera más cercana y llenar el tanque. Si, lo acepto, no morí en el intento. 

Otra cosa que me causa un terror infinito es ver películas que se relacionen a condiciones de salud. Sobretodo si son relacionadas a condiciones del corazón. El día, que sin leer la sinopsis, me tiré la maroma de ver “Instructions not included”, maldije el momento en que nadie me contó que me iba a doler, porque la realidad es que el miedo mayor, es al dolor. Así que si hay algo que me cause dolor, automáticamente le cojo miedo, y busco dentro de lo que pueda, evitarlo. Aunque hay ocasiones en que sé que como quiera va a doler, y como dice la frase “A veces uno sabe que se va a estrellar y acelera.” Hay cosas que debería evitar, que estoy consciente que las tengo que evitar y me tiro y que se joda todo, aunque después me esté arrastrando por las cunetas de la vida preguntándome: “¿qué carajos me pasó?”

Anyway, en estos días una de mis amigas, que tiene un chico con una condición similar a la de mi hijo menor, me escribió y me dijo: “Tienes que ver la película Rock my heart.” Automáticamente escuché el titulo, sabía de lo que venía, y le respondí: “Estoy convaleciendo y encima estoy en menstruación, ¿crees que sea buena idea? ¿Voy a llorar?.” La muy bandida se rio, y me dijo más o menos de que iba la película, y completó diciendo: “Alguien muere, siéntate con un paquete de Kleenex.” Sintiéndome tentada, ya saben, eso de que “sé que me voy a estrellar pero acelero”, al otro día vi la película. La realidad es que era de esos días donde necesitaba llorar, así que tenía excusa demás para enfrentarme a ese miedo de ver ese tipo de películas. 

Que les puedo decir de la película “Rock my heart” pues que como lo traduje en el titulo, me movió el corazón. Por encima les puedo decir que trata sobre una chica con condición cardíaca que no se quiere operar por miedo. Y se enfrenta a ciertas situaciones donde el miedo de otros también está presente. Sí, alguien murió, tampoco les voy a decir quién fue. Pero, si les puedo decir que aunque me animó a enfrentar muchos miedos, me acrecentó otros, como ese de enfrentarme algún día a un futuro adolescente que quizás se resista a sus medicamentos, o a futuras intervenciones, porque aunque su madre muera de miedo, todos los días, le enseña a él a enfrentarse a los suyos. Sin duda alguna, es una película que volvería a ver, no solo porque me gustó, también porque es una buena excusa para llorar y para reafirmar lo que se puede ser capaz, aunque se tenga miedo. Eso si, todavía a mis 43 años no les puedo asegurar que entre enfrentar mis miedos este conducir fuera de mi ciudad. Creo que esperare a que salga una película de ese tema. 

martes, 16 de abril de 2019

La vida a veces duele

“Nunca nos llegamos a acostumbrar al dolor, tan solo aprendemos a soportarlo.”- anónimo 

Recuerdo cuando adolescente, qué una forma bizarra de mi madre tratar de alejarme de las relaciones sexuales antes del matrimonio, era diciéndome que hacer eso, dolía. Lo remataba diciéndome a continuación que parir también dolía. Todo se resumía a qué ciertas cosas, para qué no se hagan se les tenga temor. Qué mayor temor que las cosas que te da curiosidad hacer, para joder, duelan. No voy a entrar en detalles elaborados, pero las cosas que mami me quiso evitar, no dolieron así como ella en su momento me contó. Puedo decirles, con total sinceridad, que he hecho otras cosas, no físicas, que me han dolido más. ¿Qué es el dolor y con qué capacidad lo medimos? Sí, les voy a incluir una definición de la RAE, porque así le doy más seriedad a esto. Según la RAE, el dolor es, (¡rayos! tiene muchas definiciones) en fin, es una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Una molestia, que bien puede catalogarse por magnitud o por el nivel de tolerancia de la persona que lo experimenta. 

Ahora mismo, si me preguntaran si duele parir, no les puedo contestar, porque yo no he parido. Ahora, si me preguntan si pasar por un proceso de cesárea duele, diré que sí, qué tiene su dolor, pero tampoco puedo explicarlo a plenitud, porque mis dos cesáreas trajeron a su vez, momentos no físicos más dolorosos. Cuando vas a un hospital, encontrarás unas tablitas que utilizan para que tú determines en que nivel de dolor te encuentras en ese momento de la visita. Algunas de esas tablitas están divididas por colores, otras por caritas. Las veces que voy al hospital, mayormente cuando me atacan dolores de oído, siempre me fijo en esas tablitas, aunque no necesariamente para indicar mi dolor. La realidad es que nunca puedo determinar en qué magnitud está el dolor que estoy sintiendo en ese momento. 

Ahora, si me preguntan si duele tener hijos con condiciones médicas, diré que sí, que duele mucho. Para más decir puedo catalogarlo en el nivel más alto de dolor, ese que casi siempre cae en color rojo, o la carita más desencajada que pueda existir. Si me preguntan si tener depresión es doloroso, también diré que sí, que duele mucho, que casi duele a la magnitud de tener un hijo especial. Si me preguntan si me duelen las batallas de otros, también diré que sí, la empatía duele. Si me preguntan si perder una persona (en cualquier aspecto) duele, diré que sí, que duele mucho. Y es que cuando hablamos de dolor, esa molestia, es más fuerte cuando se siente en el alma. 

He sabido ver en mis 42 años de vida, la capacidad de tolerancia al dolor físico de varios seres humanos cercanos a mi, incluyéndome. También he sabido ver, la poca tolerancia al dolor emocional de unos tantos otros, incluyéndome, y es que como diría esa cita de Daniel Mercury, El dolor es relativo, el cuerpo puede aguantar mucho, pero no existe una bandita para ponérsela al alma. Nunca demos por sentado los dolores, ni los físicos ni los emocionales, ya sea en otras personas o en nosotros mismos. Seamos buena gente, con cualquiera que esté experimentando dolor. Incluso, seamos buena gente con nosotros mismos. Cuando un dolor se comparte, la molestia en la mayoría de las ocasiones; es menos. Se los puedo decir por experiencia. 

lunes, 1 de abril de 2019

Calma mi vida con calma

"Y cuando te hayas consolado ( uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido." - El Principito

      Recuerdo que hace unas semanas escribí sobre las fisuras que me habían causado los miércoles de mi vida. Recapitulando en lo sospechosa que es la calma que tengo hace casi un mes, recuerdo también que he hecho adopción de varios mantras. Y quizás, quien conoce mi forma de ser, de actuar e incluso de hablar, pensará, que quizás tengo un poco de eso de ser ecléctica. Y es que soy fiel creyente de todo aquello que pueda brindar paz, armonía, templanza, calma. Comenzando con el ser supremo que algunos llamamos Señor, las vibras positivas de las personas y los mantras. Y es que aunque suene a cliché, la realidad es que cada evento negativo, con su debido proceso, tiene algo positivo.

     Tengo que aceptar, que esta semana, el miércoles se portó bastante bien. Tanto, que ni recordaba que era miércoles, hasta que llegó el jueves, algo turbulento y el viernes hizo su miércoles en mi vida. Estando fuera de mi ciudad, acompañando a un grupo de estudiantes a unas charlas de pre empleo, recibo una llamada de la escuela de mi hijo menor. Luego de procesar lo que me decía la maestra, y entender que mi hijo tuvo un accidente, pareciendo no de gravedad, llamo a mi esposo para que me haga el favor de buscarlo porque yo estaba lejos y sin mi vehículo. Mientras ocurre ese proceso, trato de conversar con el accidentado en cuestión, que lloraba más por lo que yo le pudiera decir, que por el dolor. De todo lo que le dije, con esa calma que me está acompañando sospechosamente estas semanas, le pregunté : “¿y que aprendimos?” me respondió: “A mirar siempre para el piso.”

     En la sala de emergencia mirando para el piso, y aguantando el frío que me daba el hecho de que mi retoño utilizaba mi suéter como sábana, volvía a recapitular en los mantras. Y es que aunque la calma es sospechosa, sale realmente de esa necesidad de dejar de complicarme la vida. Rebotan en mi cabeza, muchos recuerdos que en cierta forma me han sacudido en estos meses y particularmente en estas semanas. Y así como rebotan los pensamientos, rebotan los mantras, “Todo pasa” “Ya he vivido esto antes” “Voy a superarlo otra vez” “Calma mi vida con calma”.

      Pero todavía faltaba un poco más de reflexión, fue entonces cuando una colora’ que ha aportado a la magia de mi vida, me escribe preguntándome por el niño. Al responderle sobre la situación (mi hijo se accidentó con un clavo en el pie), me escribió: “ Luego cuando crezca (el niño), entenderá que hay clavos que duelen más y otros menos. Pero que al final del día tienen solución. Es cuestión de velar donde pisamos.” Sé qué muchas veces vamos por la vida a tientas, mirando sin mirar, y pisando fuerte sin ver lo que tenemos de frente. Que muchas veces no solo sé nos lastiman los pies al caminar, también el proceso nos lastima en otros aspectos. Que unas cosas duelen más que otras, y que a veces le damos mucho valor a lo que no lo merece. Pero como dijo la colora’, todo tiene solución. Y siempre podemos tratar de evitar ciertos accidentes, si tomamos por costumbre recordar el mantra “Todo irá mejor, es cuestión de velar dónde pisamos.”

jueves, 14 de marzo de 2019

Los miércoles y sus fisuras

" We too can repair our cracks with gold, and glow again, crazed by life, more beautiful than before."- Scott Hastie

          Hace unos años, un estudiante del que fui mentora para un premio escolar, en medio de una conversación, me describió como “Una Medusa metafórica andante”. A mi en lo personal me estuvo aparte de jocoso, muy halagador. Otras personas quizás en mi lugar, pensarían, ¿acaso no te está describiendo de una forma demasiado fuerte? Pues, quizás si. La capacidad de metaforizar la mayoría de mis expresiones no sé cuándo la adquirí, aunque se encuentra bastante cercana a mi forma de expresar el sarcasmo. Para mi todo tiene una comparación o una canción que lo identifica. Así que el día que me paré frente al espejo y me vi los rizos que comencé a amar más tarde, como otras tantas cosas, mi reacción fue: “ Cristo, parezco una medusa.” Y sí, me refería a ese ser mitológico que tiene muchas serpientes en la cabeza y con la mirada petrificaba. Quién me conoce sabe, que no soy el ser más dulce del universo. Y sí, cabe destacar que cuando miro feo, pues lo hago feo de verdad. Así que la descripción quedaba. Acertada.

          Hace par de miércoles atrás, recordaba que ese dia de la semana no es mi favorito. Emmm, cómo les explico, cómo si se tratara de mala suerte, resulta que las cosas que más duelen me pasan los miércoles. Y de esas cosas que lastiman,  jodidamente aparecen fisuras. Por lo que si vamos a metaforizar, soy una base de cerámica, cubierta de grietas. Soy propensa a las fisuras, a veces puedo llegar a sentir el dolor cuando se forman, tan cerca y fuerte, como cuando te cortas con un papel, y eso duele mucho. Como por ejemplo el miércoles pasado, que en un momento determinado del día  pasó, se había creado una nueva fisura. Sin embargo, todas las veces que pasaba esto, nunca sentí lo que sentí en la semana que siguió a la creación de esa fisura, esta vez sentía cómo se escapaba algo muy importante de mi; por ahí. No fue hasta la víspera del otro miércoles, cuando me retumbaba en la mente que llevaba 4 días con una tranquilidad muy sospechosa para mi. Por primera vez en mucho tiempo, no dejaba que la frustración, el coraje, la tristeza y el dolor, me hicieran trapo. Entonces lo entendí, tenía un “liqueo” de intensidad.

          Tengo que destacar que este miércoles hizo su agosto y me dio mi sacudida semanal. Increíblemente y más aún sospechosamente, aunque estaba medio achocada, hice lo que se supone sea un estilo de vida, flui. Y mientras trataba de redactar lo que será mi primer capítulo de tesis, me desahogaba con par de amistades y perdía el tiempo en un juego en el teléfono, recordé esa técnica japonesa llamada “Kintsugi”, que consiste en la "reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro. El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza."

           Así que aquí estoy en introspección, mirándome por dentro con el don de la Medusa, buscando petrificar cada fisura que tengo por dentro. Creo que lo que se perdió de intensidad estaba demás, y era necesario tener esa pérdida, las cosas no pueden siempre verse con el mismo nivel de intensidad. Rellenar con lo que tengo a la mano, lo que cabe, lo que puedo dominar, o moldear sea color oro, o color esperanza, y seguir en este “feeling” de #calmamividaconcalma qué se me ha agarrado del alma y al fin ha decidido darme ese espacio de ver que puedo ser capaz de superar todos los miércoles de mi vida. Esta Medusa metafórica andante, es una nueva base, más fuerte, más hermosa y más feliz.

sábado, 9 de marzo de 2019

¿Me cuidarás cuando sea viejita?

“Porque no quiero.  Tita con estas tres palabras había dado el primer paso hacia la libertad.”- Como agua para chocolate. 

          Cuándo miro a mi espabilado muchachito, y hablamos de tantas cosas que solo se le ocurren a los niños de 10 años, se me hace una melcocha de emociones. Wow! 10 años, todavía es mi pequeño niño, el bebé, el menor, “el chiquito”. Sin embargo en ese repasar anual, donde agradezco un chin más de lo que agradezco diariamente, lo veo enorme, grandote, largo, flaco y con una personalidad tan polifacética. Me viene a la mente que no han sido 10 años fáciles, que han sido duros, que en 10 años he perdido mucho y he ganado muchísimo más. Y esta él, siempre él y esa habilidad exquisita de armarme y destruirme. Esa habilidad exquisita, de hacerme sentir un amor tan puro, tan real, tan grande, tan eterno y a veces tan lleno de dudas.

          Así que no puedo recordar exactamente en qué momento de estos 10 años, comencé a preguntarle, si me iba a cuidar cuando fuera viejita. Cada vez que le hago la pregunta me vienen a la mente dos cosas, la novela Como agua para chocolate, y lo que yo llamo jocosamente “La maldición de Evelyn”. Si trato de buscar en mi mente, creo que la pregunta empezó en el 2015, luego de que viajara a Florida y quedara enamorado; de los parques. También en aquel entonces vivía allí lo que pudiéramos llamar su primer amor. Han pasado casi 4 años de eso, y aunque vagamente recuerda a Camelia, nunca olvida, que desde ese viaje decidió que ese sería su destino de mayor. Oigan, pero que carajos hace pensando un muchachito de 6 años en aquel entonces, que cuando se casara se iba a ir del país. La culpa sin duda, es toda mía. Que les puedo decir, yo creo que yo aprendí a vivir, cuando ya la conciencia decía: “¿Sabes que hay una vida allá afuera?”

          Anyway, preguntarle a Ian, si me va a cuidar de viejita, se ha convertido en una pregunta rutinaria, en una prueba para medir su tolerancia y amor y mi capacidad de soportar el dolor. Cada vez que le pregunto, no puedo evitar recordar a Tita, la protagonista de Como agua para chocolate, y de como su vida tenía que concentrarse en cuidar a su madre hasta la muerte. No había oportunidad de vivir, ese era su destino. Pero claro, eso es una novela, y cuando yo le hago la consabida pregunta al muchachito, no es que pretenda que no haga vida por el hecho de cuidarme. Pero cuando Ian, pone en duda si me ama tanto, como para cuidarme de viejita, entonces no puedo evitar recordar cuando mi difunta madre en un coraje, me dijo por teléfono, “que me iba a quedar sola”, por eso le he catalogado esa duda y negativa a cuidarme como “la maldición de Evelyn”.

          El que Ian coloque en duda su amor, porque piensa, que cuidarme es no poder cumplir sus sueños, me da un poquito de dolor en el corazón. Ian es ese hilo rojo que el destino decidió que iba a estar en mi vida. De todos los hombres de mi vida, el que me enseñaría la capacidad máxima de amor y tolerancia desde todas las posibles expectativas existentes. Sabe que doy la vida por él, y que el fin del mundo es un paso si de él se trata. Estos 10 años han pasado volando, joder, 10 años. Y en un abrir y cerrar de ojos, cuando menos lo espere, habrán pasado otros 10 años y mi niño cumplirá con no poder o no quererme cuidar porque le toca seguir una vida que yo misma le he exigido tener. Se irá, y yo me quedaré con mis canas, mis años encima, mi dolor y con la esperanza de que aunque me “quede sola”, logré enseñarle a vivir. Mi principito abandonará su planeta y a su rosa, pero la rosa, siempre lo estará esperando. Mientras, esperaré pacientemente al mayordomo y chofer que ha quedado de contratar para cubrir su ausencia.

martes, 26 de febrero de 2019

Enganché los tacones


Son las 7 am y estoy tirada en la cama, pensando en la inmortalidad del cangrejo. Se supone que ya esté en la guagua con todos los “motetes” montados incluyendo los muchachos, pero no, he decidido, o entendido que tengo tiempo para tirarme, sí tirá, en la cama y cavilar. De momento hago un recorrido y recuerdo que desde anoche dije que me iba a poner una T-shirt negra, para poderme poner las zapatillas “peach” o rosa, con cordones de florecitas, “el negro pega con todo”. También recuerdo que siempre estoy vestida de la misma forma. Un “jean” azul, siempre azul, una T-shirt casi siempre con un mensaje que me identifica y unas zapatillas o tennis. Pienso en que “normalmente” esa no es la forma “correcta” de ir a trabajar, pero si la más cómoda. Y como estoy cavilando, recuerdo que hace tiempo atrás, unos 7 años, usaba tacones para ir a trabajar. Y vale pues también me ponía uno que otro trajecito, una faldita, una camisa de lo más bonita y el cabello, lacio, estiraíto y rojo. ¿Qué me pasó? 

Entonces me pongo a pensar que tengo cierta fijación sensual con los tacones tipo stilettos, pero con la misma recuerdo que también tengo una fijación amorosa con mis tobillos, así que entre uno y el otro, obvio, que prefiero mis tobillos sanos. Así que en preferencia si de tacones se trata, por favor que sean anchos o de plataformas, para la “señora”. Coño, la “señora”, es increíble como en 5 minutos he recorrido parte de mi vida, recordando, como un buen día, guardé los pantalones de trabajar, los trajes y las blusas bonitas y las cambié por un estilo más “juvenil”. No, tampoco es que no quiera reconocer mi casi 43 años, si entre los golpes de la vida y el doctorado, se me notan, bien cabrón.  Puedo entender que es más un tipo de resistencia. Una forma de mostrar que para ser buena maestra, no tengo que vestirme como si fuera a hacer pasarela. Aunque nunca hace mal, ponerse una camisa bonita con un par de plataformas por aquello de subirse la moral. Tengo un minuto más para recordar, que un 2012, la vida me obligó a bajarme de los tacones de 3 pulgadas que utilizaba y vivir dos semanas con un par de tennis. Desde entonces, la vida tampoco ha sido la misma. 

Todavía están por ahí, esos par de tacones marrones que tanto me anunciaban por los pasillos del trabajo, al lado de unos plateados para ocasiones bien especiales, varias plataformas y unos tacones extra anchos. La vida se me sigue poniendo “dificilita” a veces, los años y el peso también contribuyen. Ya a las 7:10 am, estoy tarde, no tengo tiempo para cambiar de opinión y ponerme algo más acorde a mi profesión. Ya la camisa con el mensaje de que “Ser adulto es muy complicado es momento de ser un unicornio” está puesta en combinación con mis zapatillas “peach” o rosa, vaya usted a saber, y mi “jean”. Ya no tengo tiempo para ciertas cosas, ya me tengo que ir, hoy otra vez, he decidido colgar los tacones.

martes, 22 de enero de 2019

Te amo más

Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como pareja, padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta.” - El Principito Si hay algo difícil y fácil de hacer en esta vida es querer y amar. Simplemente porque decidimos dividirlo en cuestiones de cantidad, intensidad y personas. Si te entregaran una lista de las personas que existen en tu vida, cercanas y lejanas y comenzaran a preguntar qué sientes por cada una de ellas, responderás todas las palabras relacionadas al amor, pero la respuesta nunca será, que los amas a todos. No recuerdo en mi niñez muchas muestras de amor. Ni hacia mi, ni entre las personas con las que convivía. Así que cuando comencé a hacer amigos, el proceso fue bastante extraño, y tendía a tener apego. Con el paso de los años, siendo adolescente, comencé entonces a experimentar eso del amor, eso de amar, cuando me enamoré. Sin embargo, en lo que se entendía que era amor, se cometen un millón de errores, por la falta de entendimiento del sentimiento. Entonces, en aquel momento, en mi ingenuidad, solo se amaba a las parejas, a esas personas de las que te enamorabas. También se amaba a tu familia, a esa que se supone que está ahí para ti. Ese pensar me duró toda la adolescencia, y me acompañó hasta que cumplí 31 años.

A los 31 años conocí a una mujer maravillosa. Una mujer que aunque tenía unos 10 años menos que yo, me enseñó muchísimo. De todo lo que me enseñó, lo más que aprendí de ella fue sobre amor. Y créanme, no era tampoco que ella fuera un amor todo el tiempo. Ese taponcito de mujer tenía un genio de los mil demonios. El día que esa mujer, en una conversación me dijo que me amaba, lo primero que hice fue mirarla con cara de: “¿es en serio?”. No, esa mujer no estaba enamorada de mi. No era como dicen por ahí “del ambiente”. Era una mujer que tenía una mentalidad del amor muy diferente a la mía, a la de muchos. Con ella aprendí, que eso de amar, no querer, no apreciar, amar, se podía sentir con cualquier ser humano con el que tuvieses contacto, y que por alguna razón, son una parte fundamental en la vida, en mi vida.

Así que en la entrada de los 30, aprendí a amar, a mucha gente más allá del enamoramiento. Amar porque me nace si me siento amada o querida o importante. Amar, porque amar te da luz, magia, vida. Amar con espacios, con tiempo, con cantidades con intensidad. Cuando mi hijo menor tenía dos o tres años, al decirle que le amábamos, su respuesta era decirnos, “amooo, más que tú.” Por lo que si se tratara de una competencia “sana”, a las personas que son parte de mi vida, a esas que amo con una intensidad inmensa que a veces no puedo describir, a esas que no importa si son niños, mujeres, hombres, les diré que les amo más. Porque cuando te toca aprender a destiempo, el verdadero significado del amor, amar se convierte en un estilo de vida, y se tiende a amar en inmensidad; o sea más.