"Y cuando te hayas consolado ( uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido." - El Principito
Recuerdo que hace unas semanas escribí sobre las fisuras que me habían causado los miércoles de mi vida. Recapitulando en lo sospechosa que es la calma que tengo hace casi un mes, recuerdo también que he hecho adopción de varios mantras. Y quizás, quien conoce mi forma de ser, de actuar e incluso de hablar, pensará, que quizás tengo un poco de eso de ser ecléctica. Y es que soy fiel creyente de todo aquello que pueda brindar paz, armonía, templanza, calma. Comenzando con el ser supremo que algunos llamamos Señor, las vibras positivas de las personas y los mantras. Y es que aunque suene a cliché, la realidad es que cada evento negativo, con su debido proceso, tiene algo positivo.
Tengo que aceptar, que esta semana, el miércoles se portó bastante bien. Tanto, que ni recordaba que era miércoles, hasta que llegó el jueves, algo turbulento y el viernes hizo su miércoles en mi vida. Estando fuera de mi ciudad, acompañando a un grupo de estudiantes a unas charlas de pre empleo, recibo una llamada de la escuela de mi hijo menor. Luego de procesar lo que me decía la maestra, y entender que mi hijo tuvo un accidente, pareciendo no de gravedad, llamo a mi esposo para que me haga el favor de buscarlo porque yo estaba lejos y sin mi vehículo. Mientras ocurre ese proceso, trato de conversar con el accidentado en cuestión, que lloraba más por lo que yo le pudiera decir, que por el dolor. De todo lo que le dije, con esa calma que me está acompañando sospechosamente estas semanas, le pregunté : “¿y que aprendimos?” me respondió: “A mirar siempre para el piso.”
En la sala de emergencia mirando para el piso, y aguantando el frío que me daba el hecho de que mi retoño utilizaba mi suéter como sábana, volvía a recapitular en los mantras. Y es que aunque la calma es sospechosa, sale realmente de esa necesidad de dejar de complicarme la vida. Rebotan en mi cabeza, muchos recuerdos que en cierta forma me han sacudido en estos meses y particularmente en estas semanas. Y así como rebotan los pensamientos, rebotan los mantras, “Todo pasa” “Ya he vivido esto antes” “Voy a superarlo otra vez” “Calma mi vida con calma”.
Pero todavía faltaba un poco más de reflexión, fue entonces cuando una colora’ que ha aportado a la magia de mi vida, me escribe preguntándome por el niño. Al responderle sobre la situación (mi hijo se accidentó con un clavo en el pie), me escribió: “ Luego cuando crezca (el niño), entenderá que hay clavos que duelen más y otros menos. Pero que al final del día tienen solución. Es cuestión de velar donde pisamos.” Sé qué muchas veces vamos por la vida a tientas, mirando sin mirar, y pisando fuerte sin ver lo que tenemos de frente. Que muchas veces no solo sé nos lastiman los pies al caminar, también el proceso nos lastima en otros aspectos. Que unas cosas duelen más que otras, y que a veces le damos mucho valor a lo que no lo merece. Pero como dijo la colora’, todo tiene solución. Y siempre podemos tratar de evitar ciertos accidentes, si tomamos por costumbre recordar el mantra “Todo irá mejor, es cuestión de velar dónde pisamos.”
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