“Nunca dejes de aprender, porque la vida nunca deja de enseñar.”- anónimo
O una metáfora, vaya usted a saber. Como diría esa canción de Luis Enrique “la vida es irónica”, y en mi caso los genes no perdonan. Creo que por algún lado escribí que había heredado de mi difunta madre, esa cosa de ser irónica y sarcástica. También heredé esa manía de colocarle un refrán a cada situación, heredé su cara, heredé esa maldita manía de sufrir por quien no me quiere, me aprecia ni me valora, pero no heredé sus tetas, esas que ella pregonaba haber amamantado dos muchachos y que mantenía “paraditas” mientras yo, solo había medio amamantado a uno, y la fuerza de gravedad me jugó una mala pasada.
Entonces, (ya saben, la muletilla) voy dándole casco a cada cosa, y mientras le suelto un refrán, aprendo. Como cuando quiero ser la más dada, buena gente, ayudar, (sin que me lo pidan, joder) y lo que resuelvo con eso, es recordar esa expresión tan sutil de ella, cuando me decía: “El que se baja mucho, se le ve el culo.” Ya ustedes saben, de todos los expertis que tengo, “pedirle peras al olmo” es uno (Ahí va otro refrán). Hay que aceptar, que la empatía, y ser buena gente, a veces no trae los frutos esperados. De igual forma, puedo recordar, en el mismo tema, cuando se trata de “seguir” siendo buena gente, o sea, te aclaro, te prestas, alzas la mano como niño insistente que se sabe la respuesta a la pregunta de la maestra, te zumbas con todo el ímpetu, y ¡zas! “Tanto nadar para morir en la orilla”. Dicen que cuando eres maestro nunca dejas de aprender, y yo me doy como mínimo un cantazo al día, y aprendo, y reflexiono, y aprendo y reflexiono, y “como la burra al trigo”, vuelvo y meto la pata.
Tengo que dejar claro que me encanta aprender, aunque preferiría que el aprendizaje no doliera. ¿Cuál es la necesidad de caerse para entender dónde no debo pisar? Porque como le decía a una amiga, todas las caídas sean físicas o emocionales son estúpidas. No en balde se aclara ante esos procesos de estupidez humana, “que vuelve uno a tropezar con la misma piedra”. Y aunque en el momento cíclico de aprender y reflexionar, uno quisiera encontrar a quien echarle la culpa, siempre cabe destacar, “que la culpa, es huérfana”. Así que bien corresponde, abrir un centro de adopción, y aceptar ese porciento de paternidad o maternidad que tenemos sobre ella. Hay que recordar que “tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le aguanta las patas”.
Esto no significa que “por mucho madrugar amanezca más temprano”, y que todo irá fenomenal, pero seguimos adquiriendo aprendizaje en el proceso. Si fuéramos a hablar de esas cosas que heredé de la que me parió, hubiera preferido heredar la mano para coser, y para cocinar para muchas personas. También hubiera preferido heredar la capacidad de la organización que tenía, yo soy la estaca donde amarran a la gente desorganizada. Pero, me tocó heredar lo que la genética entendió necesario que me ayudaría a vivir y aprender, aunque sea a golpe y porrazo. Así que también me heredó la capacidad de acompañar las situaciones con una buena retahíla de palabras altisonantes.
Así que si un buen día usted me ve con el sarcasmo a flor de piel, acompañado de metáforas, refranes y un coño o un carajo, sepa que estoy en proceso de aprendizaje, haciendo uso de eso que heredé de mi mamá.
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