El año antes de quedar embarazada de Ian,
repudie muchas veces el término depresión. Era simple, estaba demasiado ocupada
trabajando, estudiando y “bregando” con lo mejor para Jancito, por lo que no tenía
tiempo para deprimirme. El año que quede embarazada de Ian, a pesar de haber
pasado por 2 amenazas de aborto, tampoco tenía tiempo de deprimirme, seguía
demasiado ocupada, cargando una barriga, trabajando todo el día y preparándome para
el comprensivo de mi maestría. El año
que nació Ian, llore muchísimo, pero no me deprimí. Continuaba demasiado
ocupada leyendo y educándome sobre lo
nuevo que llegaba a mi vida, buscando apoyo y preparándome para una cirugía. El
año que le siguió, seguí demasiado ocupada trabajando y educando a otros para
ser buenos maestros, Ian me había dado una tregua, todo parecía estar normal. Y
llegó este año, y fue como un acumulo de peso en el sistema, y por razones
relacionadas a la ambigüedad de las personas, ya no tenía mucho trabajo, el
ocio se apoderó de mi vida; y me deprimí. No solo me deprimí, sino que tenía
esta sensación de sentirme en extremo azul.
Sentirse azul es entrar en el mundo de la
pena, del dolor, es sentir que una mano grande te aprieta el corazón, es andar
a la par de la melancolía, es cruzar esa línea fina entre la tristeza y ese
sentimiento de que nada tiene sentido. No importa si hay un mundo de cosas a tu
alrededor que te ayuden a superar, a salir, a ver que hay porque luchar, solo
se quiere llorar. Cuando me deprimí, permití que la estupidez humana y la
anorexia se apoderaran de mí. En varios meses de 180 libras llegue a 155, no podía
probar bocado, se me cerraba la garganta y solo quería llorar. Un fuerte dolor
en las coyunturas me alarmó, salí corriendo a la oficina de la doctora. De solo
verme la cara, fue al punto, me dijo: “tú estás deprimida y tienes que
medicarte”. Mientras hablaba sobre lo mejor para mí en términos médicos y casi
me convencía de entregarle mi vida a un antidepresivo, tuvo la delicadeza de
explicarme el único efecto secundario del medicamento, y así como si estuviera
pelando un guineo, la muy “jocosa” me dijo: “Tómatelas y ya verás como mejoras,
el único efecto secundario es que no tendrás orgasmos”. O sea yo quería dejar
de sentirme azul y con semejante alivio iba a terminar violeta.
En aquel momento contaba con dos personas que
me dijeron que si me lo proponía, podía salir de mi depresión y que mejor forma
que haciendo lo que más me gustaba; escribir. Una de esas personas, me hizo ver
que era normal deprimirse, mas no era saludable quedarse ahí, estancado,
ahogado, en el fondo. En el vaivén de mi auto terapia para salir de la depresión,
muchas veces toque fondo, y subí a la superficie. Tuve incluso momentos donde sentía
que estaba casi a flote y una corriente me arrastraba a lo profundo. Momentos
donde las musas jugaban conmigo, y cuando mas apetito sentía, llegaba la
anorexia y cerraba mi garganta. Pero, poco a poco volví a ser yo. No puedo dar
por sentado que a veces tengo mis momentos, donde me canso de ser fuerte. Hay
veces que simplemente quisiera un espacio y dar a entender que soy humana igual
que los demás y que es normal que me sienta triste, melancólica, sobre todo cuando
se coloca en entredicho mi sinceridad y cariño hacia los demás.
Este verano me llenó de terror, pase al
principio por muchos acontecimientos que pensé que me darían ese tonito azul
otra vez y si, no voy a negar que un 15 de junio; lloré. Lloré de dolor, de
angustia, de tristeza, de coraje. Lloré de pensar en cómo a veces me dejo
llevar por los ánimos de los demás, de porque fulanit@ no me habla, o porque
perensejit@ no me escribe, incluso cuestionando porque zutanit@ es tan ambigú@.
Cada persona lleva su vida como quiere, para eso es su vida. Lo importante es
que a pesar del sentimiento que tenia y que me hizo llorar; no me sentí azul.
El tiempo que he pasado pensando en tantas cosas, ha hecho que me dé cuenta,
que aun cuando el proceso de tristeza es natural y sentirse azul también, lo
importante es que querer salir. Que si uno quiere sumirse un ratito en ese
trance, por el hecho de querer llorar a lágrima viva, tiene el derecho de
hacerlo. Que a veces tocar fondo, te hace salir a la superficie más fuerte,
pero si te quedas mucho tiempo, también puedes salir más duro.
Este año no fue fácil, perdí gente que
apreciaba, por lo que no puedo asegurar que el próximo sea mejor. Tampoco puedo
dar por sentado que no me voy a poner azul en algún momento, aunque preferiría ponerme
verde. Mientras las circunstancias siguen ocurriendo, yo seguiré en mi auto
terapia de escribir. Bien dijo Mario Vargas Llosa: "Se
escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra
las circunstancias." Mis circunstancias no me van a ganar, y cada vez que
caiga voy a salir, a levantarme, con todas las alternativas posibles. No puedo
poner en juego mi salud mental y mucho menos mis orgasmos.
CREI QUE LA TRISTEZA ESTABA EN MI NOCHE PERO DESPUES DE ESTO SENTI QUE SOLO DECIDI HOY SENTIRME AZUL PERO DESPUES DE LA LECTURA TODO CAMBIO DE COLOR ESTA ROSADO Y HE REIDO MUCHO. EXITO AMIGA!
ResponderEliminar