sábado, 13 de julio de 2024

El cerebro de la mamá de Ian



“Ser madre es tener sentimientos encontrados al ver cómo tus hijos crecen, sintiendo dicha y nostalgia cuando avanzan dando pasos de gigante por la vida.”- Raquel Aldana (Psicóloga)



Voy a hablarles de una expresión que llevo diciendo hace aproximadamente 15 años. La digo tanto, que no sé si catalogarla como un cliché, porque ya sale automática. No fue hasta el domingo pasado que me di cuenta, luego de una circunstancia en particular, que le tengo que poner freno a esa expresión. Yo no soy de ocultar que llevo luchas internas con mi pasado, mi presente, mi futuro y alguna que otra misa suelta. La lucha interna del domingo, es como una continuación a una situación que me cuesta gestionar y aceptar. Y es que mi hijo menor creció. Y como esto no tendría sazón si yo no le coloco algo coloquial, tengo que decir que este proceso ha estado cabrón.

Qué les puedo decir, hay una cierta cantidad de niños con condiciones del corazón, que han tenido que soportar que sus madres anden por la vida educando, hablando, abogando, haciendo. Han tenido que soportar, como muchas veces el mío, el “súbete la camisa para que te vean el pecho.” Y si bien hay personas que lo hacen por morbo, algunas madres lo hacemos para ayudar a otras a aprender a vivir este proceso, que duele, lástima y muchas veces jode. Y pequeños al fin, en ocasiones fluyen con uno y hacen lo que uno pide, repiten lo que uno pide, se enfrentan a lo que uno pide. El proceso de niño a pre adolescente de mi niño menor sucedió durante la pandemia, los terremotos de Puerto Rico y una situación de salud totalmente nueva, incluso para algunos de sus médicos. En ese proceso, mi pequeño retoño pasó de ser un dechado de simpatía a convertirse en un niño huraño, cansado, amargado (como la madre) y poco complaciente. No obstante, en ocasiones no le queda remedio y cuando mamá le pide que se levante la camisa lo hace, aunque ya no le guste la idea de andar enseñando el pecho por gusto de la madre.

Entonces… pasó… mi hijo ya no es un pre adolescente, es un adolescente de 15 años, que sale con amigos, que está en la escuela superior y que sigue arrastrando los estragos del 2020, pero con más edad. Tiene sus propios intereses, y no tienen absolutamente nada que ver con los de su mamá. Y para ponérmela más difícil, no tienen nada que ver con abogar por el aprendizaje de su condición de salud. En estos días mi hijo fue invitado a un cumpleaños con piscina, y donde hubo muchos juegos bruscos. Y desde el lugar estratégico donde me senté a observar, luchaba internamente con “misma” para evitar levantarme y decir la expresión que me envía mi lado sobre protector del cerebro y que bajaría la revolución que había en la piscina. -“Mi hijo es paciente cardiaco.” Y es que la alegría que irradiaba la cara de mi hijo me decía silenciosamente: “Por favor, ellos no se tienen que enterar.” Mi hijo y yo estábamos teniendo una conversación telepática y ni siquiera nos estábamos mirando.

Por un lado me da paz saber que mi hijo ha superado mucho. Por otra parte, me cuesta verlo crecer, me cuesta dejarlo ser. Y es que el cerebro de las madres con un niño con condición de salud es muy diverso, y a veces no queda espacio para otras cosas que no sean las preocupaciones, la sobre protección, el sentimiento de culpa y el autocontrol. Una semana luego del cumpleaños me caché nuevamente diciéndole a alguien: -“Es que él es paciente cardiaco.” Al instante sentí esa vocecita que me decía: “No es que no lo digas, es que le permitas la oportunidad de ser ese niño “normal” que te has esforzado para que sea y pares un ratito de etiquetarlo.” Así que poco a poco, no pueden esperar que acepte algo a la ligera, para mi sigue siendo mi bebé, iré tratando de amoldar mi cerebro de pensamientos más positivos y menos etiquetas. Mientras tanto, te dejo aquí como se ve mi cerebro en estos momentos que intento gestionar que la vida sigue, el niño crece y ambos lo estamos haciendo bien. 




lunes, 7 de agosto de 2023

Después que venga sano… lo que sea.

 “ Pero todos tus conocidos estarán yendo y viniendo de Italia, y ellos hablarán acerca del maravilloso tiempo que pasan allá. Y por el resto de tu vida tú dirás, “Ahí es donde yo suponía que iba, es lo que había planeado”.

Y el dolor que esto te causa nunca, nunca, nunca desaparecerá… porque el no realizar un sueño supone una pérdida muy muy importante.”- Fragmento de Bienvenidos a Holanda de Emily Perl Kingsley

Llevo los últimos tres años bandeándome entre el hospital cardiovascular y el hospital pediátrico cada 3 a 6 meses, dependiendo de la cita que toque. Bueno, llevo estos tres años entre estos dos hospitales, porque hace 14 años que visito con frecuencia el cardiovascular. Recuerdo, tan clarito como si hubiera sido ayer, en el 2009, llegar a intensivo pediátrico del cardiovascular y ver una sala llena de niños entre recién nacidos como mi hijo en aquel momento hasta adolescentes. Cuando pregunté que había pasado durante mi embarazo para que mi hijo naciera con una condición, la respuesta fue: -“Porque le tocó.” Yo voy a echarle la culpa a uno de los años más asquerosos de mi experiencia como maestra, y a las 3 amenazas de aborto que sufrí en el proceso. 


Pero, no tengo suficientes literatura empírica que sustente mi hipótesis. En estos últimos años, he visto en estas citas, infinidad de niños con diversas condiciones, desde recién nacidos, hasta casi adultos. A simple vista, no puedo decir que aquella madre no hizo esto o hizo demasiado aquello para determinar porque el niño no llegó sano. En estos días justamente leía a una persona en facebook que comentaba, que los hijos de madres que se habían sometido al “experimento” (ya ustedes saben a que se refiere) estaban naciendo con condiciones del corazón. No he sacado el tiempo como investigadora, de ver si la prevalencia en las cardiopatías congénitas ha cambiado del 2020 para acá. Solo sé que siguen siendo un tabú, y que la gente o los padres siguen sin preguntar a las 18 o 20 semanas del embarazo por la salud del corazón de su hijo, ¿por qué? Porqué “después que venga sano, lo que sea”. 


Entonces que pasa, que no viene sano, y para completar nos cierran el “counter” de devolución en la cara, y me tengo que llevar para mi casa, esa que está esperando a un niño sano, un niño defectuoso y encima sin instrucciones. Y para acabarla de joder, tengo que leer que si el bebé nació por cesárea es que soy una cobarde que no quise parir. O que si no lo pego de la teta no estoy velando por su salud, o que no va a salir lo suficiente inteligente porque le estoy dando algo procesado y no natural. O que sabrá Dios que hice en el embarazo para que el muchachito saliera así. Porque desde las gradas, cualquiera es experto. Y no solo tengo que bregar con este diagnóstico para el cual no estoy preparada, porque después que venga sano, lo que sea, encima se me acumula la opinión familiar y ajena, se me llena la cabeza y me tiembla la vida como temblor en el sur de Puerto Rico. Pero, no me puedo “escrachar” porque la maternidad es bonita, y ser madre es lo más bonito del mundo y yo soy fuerte y puedo con todo. Y esa que me ve desde la grada, no se imagina ni por un momento, que ese bebé que le nació sano, que lo parió y que le dio la teta, un día puede dar un retroceso cabrón y un diagnóstico joderle ese pensamiento del futuro ingeniero que quizás sea gobernador. 


A veces, tenemos que tener un espacio de armonía interna porque sí, tenemos que cuidar a nuestros niños con condición congénita o adquirida, pero también tenemos que cuidar nuestra salud emocional. Porque hechas cantos no somos ni un poquito de excelentes madres, darle con el pecho a la situación dejando que nuestra Salud se haga cantos, no dice nada positivo, al contrario nos pone en riesgo. Muchísimas veces, tenemos que trabajar con los frascos de empatía, entendimiento y hermandad para pensar que haríamos nosotros en el lugar de esa otra mamá que todavía no quiere aceptar que su hijo nació con una condición, porque después que nazca sano, lo que sea. Duele, duele bien cabrón, así coloquial, que no nazca sano, porque nunca estamos preparados, duele mas aún, que nazca sano y de momento el mundo se vuelve negro porque algo pasó y ya nuestro niño no es el mismo. Empecemos a educarnos y a cambiar nuestras formas de pensar para poder siempre lidiar con lo creativa que se nos pone la vida. Al final, solo somos nosotros los que estaremos para ellos, el resto de la vida. Cuida tu salud mental, y cambia tu pensamiento, porque no importa cómo nazca, el nirvana siempre será, sacarlos adelante a como de lugar. 


lunes, 18 de julio de 2022

Mi maternidad, ¿una posible dictadura?

 “Todas deseamos en secreto que esa amiga/o, nomadre/nopadre tenga hijos para poder decirle: “Ahora me entiendes, ¿no?” - @mamaPetaZeta


          Todos los días me arrastro por las cunetas de la vida y sin fallar hago introspección y me “autoflajelo” mientras reflexiono en mi papel de madre. Llevo años haciendo cantos de todas las maneras posibles las brechas generacionales que destruyeron mi niñez, adolescencia y paso a la adultez. Y ni aún así, tengo los hijos perfectos que creo merecer tener. Claro, porque si me dejo llevar de facebook, sin conocer lo que sucede en las cuatro paredes de otras casas, siempre pensaré que hay hijos que si son perfectos. Lo que abona y alimenta a mi frustración de “mala” madre. Estamos tan arraigados al que dirán o al que piensan, que dejamos que los demás que tienen el placer de juzgar se hagan dueños de tu persona, de tu ser, de tu vida. Los cuales a veces, muchas veces, sin saber “cómo se bate el cobre”, abren su boquita, si, esa que usan para comer, y te dicen que estas mal, que eso no se hace, que así no funciona. No sé cuantos libros he leído para que me ayuden a ser “mejor” madre. Nunca los termino de leer, porque cuando voy por la mitad, me doy cuenta que todo eso, ya lo he hecho y simplemente no me ha funcionado. 

          He tratado de llevar la maternidad en todas las vertientes, a veces educo con amor y recompensa, y a veces, mi cabello se torna verde, serpentea y sisea, y educo con gritos y castigos. Llevo años haciendo lo indecible por la buena salud física y mental de mis hijos, esperando que personas que no aportan ni tiempo, ni economía, ni apoyo me digan: “Wow, te admiro, estás haciendo un trabajo cabrón.” A través de los años, me ha vencido la frustración y he caído llorando de desesperación tanto delante de mis hijos como a sus espaldas, cuando he tenido que vivir semanas tras semanas la falta de respeto y consideración que tienen mis hijos en mi casa. Esa que solo se ve en mi casa, porque mis hijos son los seres más caballerosos, educados y buena gente en la calle. Muchas veces he querido yo misma justificar el desastre que son en mi hogar; con que en algún lugar tienen que botar el golpe de los tremendos seres humanos que son en la calle. Solo que mis hijos tienen que aprender, que aunque es apto y posible frustrarse, no es justo, ni un poquito, que el desquite sea, con quien los alimenta, y vela por su bienestar. 

          Del 2020 para acá, he tenido que enfrentarme no sólo al caos que de por si trae la vida, también he tenido que chocar con una adultez mal administrada, y una adolescencia que ha venido como banda de rock pesado, explotándome los sesos con su banda sonora. Donde he querido seguir justificando mis decisiones o formas de pensar. Donde he querido ver la cara de la gente que siempre habla decirme: “Wow, lamento lo mal que lo pasas a veces.” Por lo que en medio de esos momentos de ocio, donde debería seguramente estar haciendo algo importante, pero prefiero cuestionar si el cangrejo vive o se muere, he decidido descansar de mi. He decidido, dar de que hablar. Y en el proceso, decir lo que pienso de mi maternidad, ya me harté de “romantizar” la maravillosa maternidad. Mientras tengo ese “tantrum” que algunos cuestionarán, cometeré algún acto de corrupción como el gobierno al pueblo, y me serviré la pieza más grande de carne. Me comeré el chocolate a escondidas, sin importar si es mío o no. Y a veces me haré la sorda cuando me pidan algo. Ya empecé, el martes pasado me fui a comer un helado sola, no invité a nadie, solo me traje la cuchara, porque vi que cambiaba de color con el frío. ¿Y saben que? En algún momento, sin remordimiento alguno, voy a repetirlo. ¿Mala madre? ¡A mucha honra! Si quiere cooperar para mi tratamiento psicológico, le paso mi ATH móvil o mi Venmo. Besitos. 

miércoles, 18 de mayo de 2022

¿Esos son los 46, o la entrada al Nirvana?


“Vivo como soñé a los 17, eh, eh

El que no logró na' es porque no le mete

Dime qué esperas tú, (Uh)

Si alguien puede eres tú (Uh)

Aunque pa' casa no ha llega'o la luz

Gracias a Dios porque tengo salud, eh, eh

La vida no tiene repetición

Después que mami me eche la bendición, yeh

No te preocupes, estamos bien (Hey)”- Bad Bunny


          A veces, sentada en cualquier spot, pensando en la inmortalidad del cangrejo, siento que no he hecho nada. Por el simple y mero hecho, de que no he viajado lo suficiente, no gano lo suficiente y a veces no vivo lo suficiente. La cavilación vino de sopetón, viendo la ropa de los que participaron en la metgala del 2022, específicamente mirando el atuendo de Benito Martínez, comúnmente conocido como “Bad Bunny”. Y sí, hubiese sido de las de criticar “la ridiculez” pero es que realmente, eso me pareció muy “Benito”. Es más, les puedo decir que viniendo de él, esperaba una extravaganza, pero, anyway, (descubrí que esta es mi nueva muletilla, tan mal usada como verdad) después de eso, empecé a ver los memes, que “ridiculizan” a Bad Bunny. Y mientras pensaba en la capacidad monetaria de quien saca tiempo para hacer memes, imaginé a este muchacho con su uniforme de supermercado, pasando la compra por el “check out” y me vi. Si, me vi, porque yo también trabajé en un supermercado, y nunca imaginé, que terminaría donde estoy. No, no me estoy comparando con Benito, a menos que hablemos de dinero claro está, lo que él tiene en el banco, seguramente es lo que necesito para pagar mis deudas. Hablo más bien de la capacidad de subestimarnos dejándonos llevar de donde salimos y a donde se supone que vayamos. Dudando de uno mismo basándonos en cuanto más hago que aquel y aún no logro arrancar. 


          Entonces, vuelvo a “Bad Bunny” porque lo primero que me pasó por la mente cuando lo vi con su atuendo fue, “Joder, llegó a la metgala cantando esa música tan educativa… (inserte un poquito de ironía aquí) y yo jodiéndome la salud con un doctorado. Él ya se puede jubilar, y yo tengo que esperar a los 63.” Pienso que yo lo más que he modelado son los trajecitos (que a veces alguien repite en el público) en las graduaciones. Y las modeladas que he dado en jeans, zapatillas y “hoodies” extra grandes en los pasillos de alguno que otro hospital en la isla. Es ahí, donde me permito, porque es pura auto tortura, cavilar e indagar, ¿que carajos yo he hecho con mi vida? Y me lo permito desde la premisa de que “no tengo” el trabajo “perfecto”, “no tengo” la paga “perfecta”, “no tengo” hijos “perfectos”, “no tengo” la vida “perfecta”. ¿Pero cuál es la base buscando ese Nirvana? Ningún trabajo es perfecto, por más que en su momento nos encante. Ninguna paga es perfecta cuando nos enfrentamos a tantos retos económicos a nivel mundial. Ningún hijo es perfecto si voy a dejarme llevar de ese que es mega talentoso pero no conoce de humildad y cortesía. Ninguna vida es perfecta aunque yo quiera pensar que cualquier persona está mejor que yo, porque tiene algo que yo quiero. 


          A varios días para los 46 y tan cercana a los 50, puedo decir que aceptar lo que no he logrado, hace más difícil lo que si he hecho. Si me dejo llevar por ese dicho de que se ha vivido si has sembrado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro, estoy bastante cerca del Nirvana que todo ser humano busca. Si el resumen de vivir se basa en eso, tengo dos arbolitos de aguacate sembrados, dos seres humanos que no son como quisiera, pero que los quiero como son y he escrito 3 libros y la mitad de una disertación doctoral. Lo único malo de toda esta reflexión, es sentir que la iluminación de la madurez esté llegando tan tarde. Es durante estos meses, donde más me han machacado las palabras de mi presidenta de comité doctoral, el proceso de disertación no se basa en velocidad, esto es una resistencia. Así también es la vida, toca recibir los 46 sin prisa, pero sin pausa, viviendo no sobreviviendo, resistiendo y aceptando que a “Bad Bunny” le funcionó cantar, gústele a quien le guste. Y a mi me funcionó educar, y como tal, nunca, pero nunca, se deja de aprender. Quizás sean mi nietos quienes coman de los aguacates, y mis libros se han leídos en el otro lado del charco algún día. Lo que importa quizás no es caminar sobre un camino ya hecho, sino haciendo camino, al andar. 




lunes, 24 de enero de 2022

Yo no quiero ser grande

“Quién diría que extrañaríamos la infancia, si nuestro mayor deseo, era crecer.”- anónimo

Adultez- ⭐️👎🏼 No recomendada


     Pero, me cerraron “Toys R Us”©, el que no entienda la referencia, hace muchos años había un anuncio televisivo donde la juguetería se promocionaba con el “slogan” Yo no quiero ser grande, soy un niño “Toys R Us”©, para hacer referencia de la extensa variedad de juguetes que tenían. Yo no quiero ser grande, pero me cerraron “Toys R Us”©, y no ha quedado otra que crecer. ¿Saben qué? No estoy complacida con el servicio. Vale, vale, no todo ha sido malo, aclaro, y quizás hay unas millones de experiencias (en 45 años se pierde la cuenta), que como niño no se pueden vivir, pero en el momento en que la vida se pone creativa y te empuja, eso no viene al caso. Yo no quiero ser grande, pero mi juguetería personal, se ha resumido en una terraza llena de plantas y aquí estoy, cubriéndome detrás de una columna vigilando a los delincuentes que han tenido por agrado, comerse mis suculentas, lo que ha abonado a mi caos mental. 


     Que les puedo decir, 43 de mis 45 años, los he vivido como esas imágenes que presentan la velocidad estática con líneas de colores, demasiadas cosas, demasiado rápidas, para darme cuenta que tan jodidos pueden estar los demás. Buscando cómo hacer cantos ciertos comportamientos que pasan de generación en generación y tratar de ser una “grandiosa” madre digna de admirar, por mis hijos, por el mundo. Y de momento, la tierra tembló, y con ella las circunstancias, el empeño, los sueños y la vida. Peor aún, cuando se va acostumbrando uno al tambaleo, llega la señal de “stop” con el cambio de la normalidad, y en vez de la foto que muestra una velocidad, puedes ver y sentir un mundo como un “clock stopper”; lento. Donde de momento puedes ver todo tu caos, y el del vecino, y el de tu amiga, y el de la desconocida que conociste de casualidad. Esos caos, que a veces sin maldad, o con mucha de ella, empiezas a comparar, porque a veces sentimos esa necesidad de dar entender que estamos mejor (porque aparentar me da una paz personal) o dar a entender que estamos peor (porque así justifico mis decisiones sean acertadas o no).


     En fin, con esto de las redes sociales, se estrujan un poco más estos sentimientos, de conocer las situaciones de otros, y algunos intentar empatizar. ¿Saben qué? Las tallas de zapatos son únicas. En estos últimos años he aprendido, que los duelos son personales, y que nuestra escala para trabajar con ellos siempre será directamente proporcional a cómo está nuestra salud mental. He aprendido que cada cual tiene un dolor, que para algunos puede ser insignificante, pero desde los estilos y circunstancias de vida de quien lo vive puede ser el dolor más fuerte y duro. Y he aprendido que cada cual tiene derecho a pataletear, sufrir y manejar ese dolor desde donde su nivel de tolerancia le permita trabajarlo, siempre y cuando esto no signifique colocar en riesgo su vida o la de alguien cercano. Hoy me levanté con la intención de resolver varias cosas, de las cuales sólo resolví dos, y de la nada me ha caído una totalmente nueva y desafiante. También dije que iba a estudiar, pero entre los caos que adornan mi vida, está intentar buscar una solución para los delincuentes que se están comiendo mis suculentas. Si, ya sé, hay gente que la está pasando peor que yo, (que coños no he querido explicar más nada de mi caos, la estoy pasando malísimo) pero claro, siempre todo será, según el cristal con el que se mire. Después de todo, tienen que recordar, que tengo una lucha existencial a los 45 años, a 4 meses de los 46, donde he decidido que NO quiero ser grande, pero ahora mismo mi “Toys R Us”© es una terraza llena de plantas, y la idea de adquirir un rifle de peles. ( Esto es joda, esa última frase no me la crean.) 


Imagen EduPeña


https://www.flickr.com/photos/edumix23/4823560937 


jueves, 22 de julio de 2021

A Sonia Gutiérrez Carbonell


    “
 Tener esperanza es ver la luz a pesar de estar rodeado de oscuridad.”- anónimo

      En el 2015, desde Getafe, España, a petición mía, Ian recibió una carta. Aunque ya estábamos avanzados en tecnología, y bien pudieron escribir un email, Ian recibió una carta escrita a mano, de una mujer. En aquel momento ella no era cualquier mujer, era una mujer de 39 años, una cardíopata con una cirugía Fontan, como Ian. Llevaba tiempo tanteando, buscando un ser que me hiciera el favor, de escribirle una carta a Ian, para que el viera, que habían adultos como él. Me acerqué a varios adultos iguales a Sonia, que encontraron innecesario perder su tiempo, escribiéndole una carta a un niño de 6 años, una de ellas escribió en un “status” de forma general, que para qué. 

     Entonces, me encontré con Sonia, y no hubo ni un no, ni una duda. La carta llegó, y se la leí a Ian. Fue algo tan maravilloso, poder ver ese manuscrito, con la letra tan particular de los españoles. Leer como ella le hablaba sobre la importancia de cuidarse. Una carta que no estaba rebuscada, ni hecha porque si, estaba llena de cariño y de consejos. Mi intención, era darle más esperanza a Ian, que a sus 6 años no entendía de la necesidad de ella. Pero la realidad, es que la carta me llenó de esperanza a mi. Me aumentó esa fuerza para seguir trabajando con la salud de mi hijo, porque cada niño con cardiopatía que se convierte en adulto, es un balde de esperanza para otros padres. Todavía conservo la carta, y hace unos meses, la encontré guardada en un libro y se la di a leer a Ian. Luego de eso, estábamos intentando conectar a través de messenger para que Ian y ella pudieran tener una conversación más amena.

     Del 2015 para acá, sigo a Sonia, y la vi ser feliz, y la vi en ocasiones pasar momentos duros, pero aún así, su temple era admirable. Ayudó a tantos niños con cardiopatía a tener una mejor calidad de vida. Hace unos meses consiguió un corazón y fue transplantada. Conocer esa noticia seguía contribuyendo a la esperanza, a recargarnos de ese combustible que nos hace sentir que la vida tiene propósito. Hace unas semanas sin comprender bien la tómbola de la vida, la de Sonia pende de un hilo. Somos muchas las madres de corazón, que mentalmente le enviamos la fuerza, las buenas vibras y las oraciones, para que esa esperanza que ella sembró en nosotros germine y la llene de vida. Sonia, sé que no puedes leer esto, pero continuaré guardando la carta que enviaste a Ian, como el mejor regalo que se le puede hacer a un niño, la primera siembra de la semilla de la esperanza. Ese 2015 fuiste luz en mi casa, y cuando la luz tiene propósito, nunca se apaga. 


* Imagen sacada de pinterest

viernes, 1 de enero de 2021

La silla del hospital

“A veces, el mayor de los problemas, está en pensar demasiado.” - Desconozco el autor


La silla de un hospital es tremendo spot para uno pensar en la inmortalidad del cangrejo. De hecho, el sofá de mi casa, la cama, incluso una silla en la terraza han sido excelentes spots para eso. Bueno, para serles sincera, yo no necesito de un lugar exclusivo para pensar en la inmortalidad del cangrejo. Yo solo tengo que tener un momento de ocio, y el ocio, como dice el dicho, es mal consejero. Anyway, estoy sentada en una silla de hospital, por vez, creo que decimoquinta o vigésima desde finales de febrero de 2020, ya perdí la cuenta. Creo que esta ha sido la vez que más he llorado y pensado. Tengo tanto que hacer, sin embargo, estoy encerrada en cuatro paredes, con un frío “pelú” escuchando un sonido bastante annoying que está monitoreando las respiraciones y saturación de mi hijo. El sonido me molesta, por el hecho de que me anuncia que su saturación está baja. Mientras, el duerme, ausente, sordo al sonido, pero que también conoce. 


Me consume el encierro, no es el hecho de estar en cuatro paredes, es que estamos en protocolo de cuidado por el covid, y por los pasillos no se ve un alma. Así que solo me acompaña el que duerme, el hambre, el frío y el sonidito exasperante. Me consume el encierro, porque ya llevamos mucho tiempo así. Si no estamos encerrados en casa, estamos encerrados en el hospital. Y entonces el ocio es “pachanguero” el no puede quedarse en casa, cuando nos tocan estos journeys al hospital, el se monta en la guagua y como una lapa, se me pega, sabiendo todo lo que tengo que hacer. Se pone más imposible en el justo momento en que puedo tener una pausa, porque ya el niño tiene los cables pegados, y se ha dormido, y ya yo he contestado los mensajes de todos los que se preocupan por su salud. 


Sentada en la silla del hospital, pareciera que el cabrón se ensaña conmigo y pega a abofetearme. Pudiéndome recordar que tengo trabajo pendiente, que busque como hacerlo. Pero no, empieza a pasarme factura de todas esas cosas que me duelen o me molestan o que echo en falta. Y sin ser demasiado detallista, porque puedo herir susceptibilidades, y el ser humano es bien changuito, se dedica a hacerme recordar a las fulanas y fulanos, menganas y menganos, zutanas y zutanos de “mi” vida. Y en ese recorrer se me tranca la quijada, o siento esa punzada en el corazón,  pensando en el tiempo que dedico en martirizarme preguntándome ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?, y ¿quién? ¿Por que no están, por qué no llaman? ¿Por qué todo ha cambiado?. Me crecen unos deseos enormes de agarrar al ocio por lo cuernos (ya les dije que es un cabrón) y decirle que está bueno ya, de irme a lalalandia y estar pensando si el cangrejo se muere o sigue vivo. 


Que hay cosas esenciales e importantes que merecen más mi atención que pensar en porque no me dijeron, no me dicen, o no me hacen parte. Que mi mundo es chiquito, pero pesa como si fuera enorme. Que no necesariamente tiene que pasar el año, para que todo lo demás pase. Que tengo que vivir en la armonía que tengo permitida, porque hay un pequeño ser humano, que necesita que mis pensamientos se centren más allá de las circunstancias. No sé esta vez, cuantos días pase en esta silla. Tampoco es que me quiera acostumbrar a ella. Como no quiero que mi hijo se acostumbre a la cama del hospital. Pero si estoy consiente que toca cambiar el pensar, las expectativas y las preocupaciones. Toca decirle al ocio, que mi mente prefiere incluso el sonido annoying de la máquina, la que por cierto, ya dejó de sonar. 


* “Pensar en la inmortalidad del cangrejo” es una frase comúnmente utilizada en Hispanoamérica para dar a entender que un sujeto está ensimismado, somnoliento o distraído.

Sacado de planoinformativo.com


*imagen sacada de Instagram