Los miércoles tengo que cruzar un pedregal
hacia la escuela de Jan y correr una autopista para llegar al cuido de Ian. Un miércoles
el lacio de mi pelo rizado empieza a sufrir. Las tacas me matan los pies y mis
estudiantes están más activos que nunca.
Un miércoles, recordé que fue la primera operación
de Ian, un miércoles será su segunda cirugía. Y tratando de organizar mi mente,
un miércoles me di cuenta que ya no tengo depresión, aunque si una ansiedad de
madre, un miércoles pude notar que la ropa ya no me queda como antes.
Un miércoles sentí la necesidad de huir y de
gritar, de sacarme de encima todo el dolor y el duelo que cargo. Quise trabajar
una auto terapia, pero las musas no me funcionaron, y las neuronas se cansaron.
Un miércoles no me encontré, porque
estaba completamente pérdida en mí. Un miércoles a punto de cruzar la línea fina
de la insanidad, el reloj tocó las 12am y gracias a Dios fue jueves.
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