sábado, 13 de julio de 2024
El cerebro de la mamá de Ian
“Ser madre es tener sentimientos encontrados al ver cómo tus hijos crecen, sintiendo dicha y nostalgia cuando avanzan dando pasos de gigante por la vida.”- Raquel Aldana (Psicóloga)
Voy a hablarles de una expresión que llevo diciendo hace aproximadamente 15 años. La digo tanto, que no sé si catalogarla como un cliché, porque ya sale automática. No fue hasta el domingo pasado que me di cuenta, luego de una circunstancia en particular, que le tengo que poner freno a esa expresión. Yo no soy de ocultar que llevo luchas internas con mi pasado, mi presente, mi futuro y alguna que otra misa suelta. La lucha interna del domingo, es como una continuación a una situación que me cuesta gestionar y aceptar. Y es que mi hijo menor creció. Y como esto no tendría sazón si yo no le coloco algo coloquial, tengo que decir que este proceso ha estado cabrón.
Qué les puedo decir, hay una cierta cantidad de niños con condiciones del corazón, que han tenido que soportar que sus madres anden por la vida educando, hablando, abogando, haciendo. Han tenido que soportar, como muchas veces el mío, el “súbete la camisa para que te vean el pecho.” Y si bien hay personas que lo hacen por morbo, algunas madres lo hacemos para ayudar a otras a aprender a vivir este proceso, que duele, lástima y muchas veces jode. Y pequeños al fin, en ocasiones fluyen con uno y hacen lo que uno pide, repiten lo que uno pide, se enfrentan a lo que uno pide. El proceso de niño a pre adolescente de mi niño menor sucedió durante la pandemia, los terremotos de Puerto Rico y una situación de salud totalmente nueva, incluso para algunos de sus médicos. En ese proceso, mi pequeño retoño pasó de ser un dechado de simpatía a convertirse en un niño huraño, cansado, amargado (como la madre) y poco complaciente. No obstante, en ocasiones no le queda remedio y cuando mamá le pide que se levante la camisa lo hace, aunque ya no le guste la idea de andar enseñando el pecho por gusto de la madre.
Entonces… pasó… mi hijo ya no es un pre adolescente, es un adolescente de 15 años, que sale con amigos, que está en la escuela superior y que sigue arrastrando los estragos del 2020, pero con más edad. Tiene sus propios intereses, y no tienen absolutamente nada que ver con los de su mamá. Y para ponérmela más difícil, no tienen nada que ver con abogar por el aprendizaje de su condición de salud. En estos días mi hijo fue invitado a un cumpleaños con piscina, y donde hubo muchos juegos bruscos. Y desde el lugar estratégico donde me senté a observar, luchaba internamente con “misma” para evitar levantarme y decir la expresión que me envía mi lado sobre protector del cerebro y que bajaría la revolución que había en la piscina. -“Mi hijo es paciente cardiaco.” Y es que la alegría que irradiaba la cara de mi hijo me decía silenciosamente: “Por favor, ellos no se tienen que enterar.” Mi hijo y yo estábamos teniendo una conversación telepática y ni siquiera nos estábamos mirando.
Por un lado me da paz saber que mi hijo ha superado mucho. Por otra parte, me cuesta verlo crecer, me cuesta dejarlo ser. Y es que el cerebro de las madres con un niño con condición de salud es muy diverso, y a veces no queda espacio para otras cosas que no sean las preocupaciones, la sobre protección, el sentimiento de culpa y el autocontrol. Una semana luego del cumpleaños me caché nuevamente diciéndole a alguien: -“Es que él es paciente cardiaco.” Al instante sentí esa vocecita que me decía: “No es que no lo digas, es que le permitas la oportunidad de ser ese niño “normal” que te has esforzado para que sea y pares un ratito de etiquetarlo.” Así que poco a poco, no pueden esperar que acepte algo a la ligera, para mi sigue siendo mi bebé, iré tratando de amoldar mi cerebro de pensamientos más positivos y menos etiquetas. Mientras tanto, te dejo aquí como se ve mi cerebro en estos momentos que intento gestionar que la vida sigue, el niño crece y ambos lo estamos haciendo bien.
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