Me quiero despojar, hoy quiero quitar lo que me estorba. Quiero quitarme las sandalias y sentir el frío del piso. Soltarme la correa y el sostén, a ver si dejo de sentir tanta presión. Pararme de frente a la puerta, que es donde más lejos puedo llegar, cerrar los ojos, sentir el aire en la cara; y gritar. Liberar mi ansiedad, mis temores, lo que me agobia. Gritar tan alto y fuerte que pueda escuchar como se "crackean" los cristales cercanos de mi casa, dándome a entender que mientras más agudo es el sonido, más es el alivio y menos la presión.
Y despojarme de mi tristeza, de
mi dolor, de mi angustia, de mis miedos, de mis fantasmas. Esos que viven
conmigo, en mí. Y no es que tenga poderes especiales, ni mucho menos un "guillecito"
a "six sense" con su " i see dead people"; son esos
fantasmas que entran en nuestras vidas desde pequeños y algunos a veces no se
quieren ir. Fantasmas de personas, sentimientos, emociones, que a veces asustan
y otras tantas lastiman. Algunos en particular juegan al llamado
"poke" de Facebook, y te tocan tanto que sientes que la piel se
entumece en cada lugar que tocan. Otros se confunden con mi piel, los demás se
cosen. Algunos los trato de arrancar y me quedo en carne viva, los que se
cosen, cuando los trato de cortar, desgarran mi alma con la tijera. Y en la
lucha, quedo confundida si debo aprender a vivir con ellos o los sigo sacando
de mi vida aunque termine hecha un guiñapo.
Pero es que quiero despojarme,
quitarme lo que me estorba. Darle paso a lo importante, a lo necesario. A lo
que me da vida, a lo que me energiza. Eso, que quiero quitarme lo que me
estorba, los hilos que vuelvan al costurero, los fantasmas que se vayan a su
inframundo. Yo no soy costurera y ya estoy grande, y la gente grande no cree en
fantasmas.